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Cuando está a punto de acabar 2021 y la pandemia parecía encaminarse a su fin en España, surgió la variante ómicron, con sus dudas sobre su resistencia a las vacunas y el debate sobre la vacunación obligatoria.
A nivel europeo, fue la presidenta de la Comisión, Ursula Von der Leyen, la que puso sobre la mesa el debate; sin embargo en España, a pesar de ser, junto con Portugal, el país europeo con más altas tasas de vacunación, el debate también fue rescatado por el Defensor del Pueblo recién nombrado, Ángel Gabilondo.
Gabilondo se limitó a poner la cuestión sobre la mesa, consciente de que en su papel de ombudsman a la española no tiene poder ejecutivo alguno. En declaraciones a la emisora pública Radio Nacional de España (RNE) abogó recientemente por «debatir si uno, por respeto a su cuerpo, tiene derecho a contagiar a todo un vagón de metro (…) No existe el derecho a contagiar», afirmó.
Luego, el exministro de Educación de anteriores gobiernos socialistas, agregó que «como seres singulares activos de pleno derecho de una comunidad, los límites de los derechos individuales son los derechos de los demás».
El hecho es que, según cifras de la primera quincena de diciembre, el 89,5 por ciento de los mayores de 11 años tiene la doble pauta de vacunación, un porcentaje, cercano al 90, en el que los balances oficiales llevan instalados meses.
A esos números se llegó a grandes zancadas, fundamentalmente durante el verano, cuando se vacunó la generación del llamado «baby boom», la más numerosa; pero es una barrera que no se consigue superar. Es decir, hay un 10 por ciento de la población española reacia a vacunarse.
Sin embargo, y pese a esta polémica de última hora, España puede presumir de haber llevado a cabo a lo largo de 2021 uno de los procesos de vacunación más exitosos del mundo.
La mañana de Araceli
El proceso comenzó de una manera casi histórica, el 27 de diciembre de 2020, con la retransmisión en directo por televisión de la primera vacunación del país en la figura de Araceli Hidalgo, una residente de un centro de ancianos próximo al centro logístico de Pfizer, en Guadalajara; a la que la narrativa gubernamental convirtió en un icono de la llegada de las primeras dosis al país, dotándolo incluso de una importante carga de emoción.
La figura de aquella anciana, a la que los representantes gubernamentales se refirieron en numerosas ocasiones en semanas posteriores, se utilizó para comunicar el inicio del proceso de vacunación. «Simbolizaba a los más vulnerables ante el virus, los ancianos de las residencias», recuerda el sociólogo Pablo Cabrera, investigador de la Universidad de Essex, en Reino Unido, que analizó el proceso en España.
Pero Araceli Hidalgo, que en ese momento tenía 96 años, representaba, al mismo tiempo, a una generación hecha a sí misma, la que superó las carencias de la posguerra española, y que iba a ser la primera en dejar a un lado las dudas sobre el fármaco y acceder a inyectárselo. «Los mayores empezaron con una vacunación en una proporción muy alta y aquello sirvió para engrasar el resto del proceso», recuerda Cabrera.
A partir de entonces, arrancó un plan de inmunización nacional que comenzó por los ancianos que vivían en residencias -las grandes víctimas de la fatídica primera ola del covid-19-, el personal que los atendía, los sanitarios susceptibles de estar en contacto con el virus y otros grandes dependientes.
También se comenzó a seguir, desde ese momento, con interés la llegada de las remesas de vacunas, un proceso en el cual se produjeron algunos desajustes sobre lo inicialmente planeado y comunicado por las farmacéuticas a los responsables de la compra centralizada europea, que lógicamente afectaron a España.
Los pícaros
Asimismo, e íntimamente ligado al concepto literario de la picaresca española, en las primeras semanas del proceso de vacunación surgieron casos por toda la geografía nacional de políticos de todos los partidos y altos cargos, que se saltaron su turno de vacunación para acceder antes al antídoto. Hay que recordar que, tras los ancianos de las residencias, los españoles empezaron a vacunarse por turno, de mayor a menor edad, en un proceso que duró buena parte del año.
Muchos de estos políticos, especialmente los de menor rango, no dimitieron y argumentaron para justificar la trampa, por ejemplo, que se pusieron las vacunas «para no desechar las sobrantes», tras aplicárselas a los ancianos de la residencia de su pueblo; o que constituían «un grupo prioritario», al estar gestionando la pandemia.
Algunos de los que sí abandonaron sus cargos por este motivo fueron el jefe de Estado Mayor de la Defensa (Jemad), Miguel Ángel Villarroya; los consejeros de Sanidad de Murcia y Ceuta y el fiscal jefe de Castellón.
Por otra parte, el Gobierno español ha venido monitorizando durante toda la pandemia el estado de opinión de la población a través de diversos estudios. Uno de ellos es la «Encuesta de percepción social sobre aspectos científicos del covid-19″, elaborada por la Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología (FECYT), del Ministerio de Ciencia e Innovación.
Pablo Cabrera participó en las sucesivas entregas de este estudio y, antes de analizar el caso español, recuerda que también otros países europeos gozan de buenos registros vacunales como Portugal e Italia, en el sur; y Dinamarca y Noruega, entre los nórdicos.
Sin embargo, a la hora de enumerar factores genuinamente españoles, señala sin dudar que «hay confianza en el sistema de salud y en las vacunas, el movimiento antivacunas tiene un impacto mínimo. Y esto se ha notado», comentó a Sputnik desde el Reino Unido.
Lo colectivo
Además de esta característica, destaca el «sentido de la responsabilidad colectiva» de los españoles, «vacunarse para proteger a los mayores, a la comunidad» y «cómo fue variando la percepción del riesgo con las olas o la aparición de nuevas variantes».
Explica Cabrera que observaron, en muy pocos meses, oscilaciones en la disponibilidad para vacunarse «que no son comunes en los estudios de opinión pública. Del 20 por ciento en octubre de 2020 que, seguro que se iban a vacunar a un 83, en mayo de 2021. Estas variaciones hablan mucho del tiempo que hemos vivido, somos muy sensibles a lo que ha ido pasando alrededor sobre el covid y esto acabó afectando nuestra propensión a vacunarnos».
Para comprender este último punto, señalado por este sociólogo español, hay que recordar que la tercera ola de la enfermedad en el país, la más agresiva que se recuerda a excepción de la primera, arrojó sus peores registros a finales de enero de 2021, justo cuando los españoles veían por televisión cómo el proceso de vacunación comenzaba a tomar velocidad en las residencias de ancianos de todo el territorio nacional.
No obstante, y contrariamente a lo que podría pensarse, a tenor de los datos que manejó la Fecyt, los ciudadanos no eran mayoritariamente militantes de la vacunación contra el covid-19: «ni todos eran entusiastas, ni todos eran críticos. Hay una gama de grises, en la que se movió la mayoría de la población española durante el proceso», remarca Cabrera.
Los hitos
Para que la propia población siguiera el proceso de vacunación, el Gobierno se sirvió además de una herramienta comunicativa: los hitos.
El Ejecutivo estableció una serie de marcas a superar en el proceso con su fecha respectiva. De esta manera, se consiguió centrar el foco en la superación de esos objetivos, que los españoles no se desengancharan del proceso y que estuvieran pendientes de cuándo les iba a tocar, por su edad.
Fueron seis y comenzaron con la meta de tener al 80 por ciento de los mayores de 80 años vacunados para marzo, está establecida por la Unión Europea, y que no se pudo alcanzar por retrasos en las entregas de dosis.
A partir de ahí, el calendario de hitos fijado por el Gobierno de Madrid: más vacunados que contagiados para principios de abril, que se cumplió con retraso; o 5 millones de inoculados para el 3 de mayo, que se alcanzó, dado el aumento de los suministros de las farmacéuticas para esa época del año.
Siguieron produciéndose durante todo el verano hasta el último y más importante del 70 por ciento de la población vacunada, inicialmente previsto para mediados de agosto y, pospuesto posteriormente a finales de mes, dada la demora en las vacunaciones de muchos ciudadanos por las vacaciones.
Finalmente se alcanzó el 1 de septiembre. Sin embargo, la ansiada inmunidad de grupo que iba aparejada a esa cifra del 70 por ciento de inmunizados quedó obsoleta debido la llegada de la variante delta al país a principios de verano, más contagiosa y que requería un porcentaje mayor de vacunación.
Recientemente, la ministra de Sanidad española, Carolina Darias, recordaba orgullosa en una reunión en Bruselas del Consejo de Empleo, Política Social, Sanidad y Consumidores de la Unión Europea (EPSCO), que el país tiene a casi el 90 por ciento de la población mayor de 12 años inmunizada con la doble pauta y que las donaciones con el mecanismo Covax alcanzaron ya los 40 millones de dosis. En este proceso, hasta la fecha los mayores destinatarios fueron los países latinoamericanos, pero en este 2022 se comenzarán a enviar también a países de la llamada «vecindad sur de la Unión Europea» y del África subsahariana, según apuntaron recientemente desde el ministerio.
Con los datos que recopila la web ourworldindata.org, España solo es superada por Portugal entre los países de la Unión Europea, si se tiene en cuenta el porcentaje de población total vacunada, con un 80,6 por ciento de sus habitantes y ocupa el octavo lugar en el ránking mundial.
Por delante, tiene la campaña de administración de la tercera dosis, que ya ha comenzado y la vacunación infantil, la de los menores de 12 años, que arrancó el 15 de diciembre. Dos retos para 2022, en los que España aspira a seguir siendo una de las primeras de la clase, a la hora de cumplir con la vacunación contra la covid-19.
diciembre 28/2021 (Sputnik) – Tomado de la Selección Temática sobre Medicina de Prensa Latina. Copyright 2019. Agencia Informativa Latinoamericana Prensa Latina S.A.