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«No podemos seguir usando el medio ambiente como una papelera en la que tiramos todo […] millones de toneladas de plástico que van al océano y terminan en nuestro estómago e intestino”. En torno a esta reflexión transcurrió recientemente el foro La covid-19: ¿qué hemos aprendido?, protagonizado por María Neira, directora de Salud Pública y Determinantes Ambientales y Sociales de la Salud en la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Se trata de uno de los títulos incluidos en el ciclo ‘Desafíos del siglo XXI’, organizado desde Actualidad Económica y El Mundo, con la colaboración de Fundación La Caixa. A lo largo del diálogo mantenido entre la experta de la OMS y el director adjunto de El Mundo, Martí Saballs, se ha abordado el impulso de transformaciones sociales y económicas frente a las nuevas pandemias que están por llegar, sobre una nueva forma de trabajar y sobre una recuperación verde y saludable.
“No hay planeta B, pero tampoco pulmón B. Los dos enferman a la vez cuando respiran aire tóxico”
Según Neira, todo lo que hagamos con el medio ambiente “va a tener mucho que ver con futuras pandemias”. De ahí que a la pregunta de Saballs acerca de qué hemos aprendido de SARS-CoV-2 y hacia dónde vamos, ella haya respondido: “Si no hemos aprendido el vínculo entre el medio ambiente y las futuras pandemias, tendremos que aprenderlo porque no hay discusión, lo que hacemos a los ecosistemas, nos lo devuelve”. Por ejemplo, prácticas como la deforestación “crean cambios por los que especies animales que no estaban en contacto con el hombre finalmente lo están”. Se modifican las condiciones ambientales y los virus, bacterias o vectores se adaptan a las nuevas circunstancias.
Por otro lado, la experta de la OMS recuerda que “de la biodiversidad salen muchos medicamentos que necesitamos”. Es decir, “tenemos que dejar de pelearnos con la naturaleza y entender que es nuestra mejor barrera contra las nuevas pandemias”. Permite elaborar nuevos fármacos y tener “nuestra salud más protegida”.
El cuidado de nuestro entorno es una cuestión de salud. “La contaminación del aire no solo afecta a los glaciares”, advierte Neira. Si no lo cuidamos, “no hay planeta B, pero tampoco pulmón B”. De hecho, «los dos enferman a la vez cuando respiran aire tóxico”.
Entonces, ¿qué podemos hacer, en qué punto estamos? Para empezar, interiorizar que “lo que hay que salvar es nuestra propia existencia”. Una vía posible, descartando la energía a base de combustibles fósiles. “Es una manera de atarnos”, ya que su extracción y tratamiento “generan humos y partículas que acaban en nuestros pulmones”.
Hay una evidencia incuestionable: el aire contaminado resta calidad y expectativa de vida y está matando. Se registran más de siete millones de muertes prematuras cada año ligadas a la calidad del aire.
Y ahora, con la covid-19, se ha visto que “en aquellas zonas donde la contaminación es muy elevada, los pulmones son mucho más vulnerables”. Además, la exposición durante años a la contaminación favorece el desarrollo de enfermedades crónicas que van a complicar la evolución de un paciente afectado por covid-19. El resultado será una clínica más severa.
“Los alimentos procesados son los más baratos y no son los más saludables, precisamente”
Para la directora de Salud Pública y Determinantes Ambientales y Sociales de la Salud de la OMS, la lucha contra la contaminación del aire aporta “beneficios en la salud enormes”. ¿Por qué? “Reducirá la vida sedentaria, las enfermedades crónicas y la dieta será más saludable”.
Cabe aclarar que una recuperación saludable y verde también es rentable. “Un dólar invertido en energía renovable da cuatro veces más empleo que un dólar invertido en combustible sólido”. No lo dice Neira, sino la Agencia Internacional de la Energía (AIE).
En el capítulo de alimentos más sostenibles, la experta quiso subrayar que cada año tiramos el 30 % de los alimentos que producimos a la basura. He aquí una de las transiciones que Neira considera necesarias. Hay que cambiar el sistema alimentario, “desde el uso de pesticidas hasta cómo se gestionan los residuos de los alimentos y la promoción de una dieta saludable”. Es cierto que todavía “los alimentos procesados son los más baratos y no son los más saludables, precisamente”. En algunos países, por ejemplo, un refresco de un litro cuesta menos que una botella de agua. “Tenemos que asegurarnos de que la alimentación saludable sea real”.
Otras dos transiciones clave para Neira son la energética y la urbana. “Es fundamental dejar de contaminar el aire que tenemos” y además, “tenemos que diseñar ciudades con espacios verdes, zonas para caminar, transporte público sostenible… Pensadas para los humanos, no para los coches”.
Aparte, Neira pone énfasis en la cobertura sanitaria universal. “La respuesta para los pacientes ha sido muy distinta si la había o si no la había”. Es vital esa “inversión y protección de la cobertura sanitaria”. Por otro lado, la ciencia y la investigación ha demostrado su gran papel en nuestra salud. “La vacuna no se ha desarrollado en un año, es el resultado de muchas horas de insomnio, años de laboratorio y de trabajo de personas que están en la sombra […] Hay que seguir fomentando la ciencia”.
Se trata de estar ‘vacunado’ también con inteligencia y sentido común. “Nuestra prevención primaria debe ser amplísima, volver a ese sentido común: parar la destrucción de la naturaleza que nos da de comer, respirar y de beber, invertir en ciudades donde los virus no se transmita (por la alta densidad) tan fácilmente y crear unas condiciones de vida que genere ambientes más saludables, mejores negocios, mejores economías y mucho más sostenibles”.
diciembre 10/2021 (Diario Médico)