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Un 30 % de las muertes por enfermedad cardiovascular tienen detrás un componente ambiental; este factor de riesgo ya supera al colesterol y sedentarismo.
La evidencia científica muestra con rotundidad que la contaminación del aire, agua y alimentos por compuestos tóxicos contribuyen al exceso de enfermedad cardiovascular. Por ello, el Congreso SEC21 de la Salud Cardiovascular, organizado por la Sociedad Española de Cardiología de manera híbrida (on-line y presencial) en Zaragoza y celebrado recientemente, ha puesto el foco en la urgencia de incorporar a la práctica clínica habitual una nueva subdisciplina, la Cardiología Ambiental, fundamental para afrontar los retos de un cambio climático que debe ser tenido en consideración para la prevención y el tratamiento de las enfermedades cardiovasculares.
La epidemióloga Ana Navas-Acién, profesora en la Facultad de salud Pública Mailman de la Universidad de Columbia, en Nueva York, impartio la conferencia inaugural del congreso con un título que bien podría ser una declaración de intenciones: Cardiología ambiental: una disciplina del s. XXI.
“Deberíamos plantearnos incorporar a la práctica clínica habitual esta nueva sub disciplina”, ha afirmado Navas-Acién, con motivo de la presentación del congreso en rueda de prensa. La especialista considera que las unidades de Cardiología ambiental abordarían la contaminación ambiental como otro elemento que puede contribuir en la enfermedad cardiovascular, al igual que el estilo de vida.
“Es el factor de riesgo desconocido”, ha advertido, y eso a pesar de que “un 30 %, de las muertes por enfermedad cardiovascular, según estima la Organización Mundial de la Salud, se producen por un componente ambiental: contaminación del aire, tabaco pasivo y compuestos tóxicos (en concreto, la influencia nociva del plomo tiene un fuerte respaldo de evidencia científica)”. Por ello, “las guías de práctica clínica deberían actualizarse e incluir las exposiciones ambientales como factores de riesgo para desarrollar estrategias de salud pública”.
Globalmente, la mitad de los 6,7 millones de muertes atribuibles a la contaminación del aire en 2019 fueron por motivos cardiovasculares, tal y como muestra el estudio Taking a Stand Against Air Pollution-The Impact on Cardiovascular Disease, realizado conjuntamente por la Federación Mundial de la Salud, el Colegio Americano de Cardiología, la Asociación Americana del Corazón y la Sociedad Europea de Cardiología. Tanto es su peso en la enfermedad cardiovascular que ya se considera el cuarto factor de riesgo causante de más mortalidad, solo por detrás de la hipertensión, el tabaquismo y la mala alimentación.
Ingresos por contaminación
Navas-Acién ha desgranado algunos de los datos que ilustran la nociva influencia de la polución en la salud. “Hay miles de estudios que muestran que los días de mayor contaminación del aire en las ciudades aumentan los ingresos por infartos, insuficiencia cardíaca y arritmias”. Pero ese efecto no se explica solamente en clave aguda, pues el goteo constante de la polución, exponerse diariamente a estos tóxicos también perjudica la salud cardiovascular a la larga.
Son varios los estudios epidemiológicos de grandes cohortes americanas (Strong Heart Study, MESA o NHANES) los que muestran cómo el plomo, el cadmio y el arsénico, junto con la contaminación del aire con partículas finas, incluso por debajo de los límites establecidos legalmente, son especialmente perjudiciales para el desarrollo de la enfermedad cardiovascular de origen aterosclerótico.
El despliegue de unidades específicas para abordar este factor de riesgo no parece algo inminente, mientras el cardiólogo puede tenerlo en cuenta, ha propuesto Navas-Acién. Un primer paso práctico, por ejemplo, sería preguntarse dónde vive el paciente (cerca de una autopista o de algún lugar especialmente contaminado) y considerarlo al darle el alta tras un infarto.
Otra medida, con más potencial intervencionista, sería utilizar la terapia quelante para disminuir la presencia de metales pesados en el organismo. No hay que olvidar que entre los compuestos químicos de mayor riesgo para la salud pública según, la OMS, están, además de la polución del aire, el amianto, el arsénico, el benceno, el cadmio, la dioxina, el fluoruro, el mercurio, los pesticidas y el plomo.
Terapia quelante, nuevo tratamiento de rutina
“Ya hay ensayos clínicos, como el TACT (Trial to Assess Chelation Therapy), financiado por los Institutos de Salud de Estados Unidos (NIH), que demuestran la efectividad de fármacos que eliminan metales pesados como el plomo y el cadmio, a través de la orina, para el tratamiento de la enfermedad cardiovascular de origen arterioesclerótico”.
Para el análisis se hizo un seguimiento durante 55 meses a 1 708 pacientes cardiovasculares de Estados Unidos y Canadá. Se administraron 55 222 infusiones, entre placebos y fármacos quelantes (EDTA). Se redujeron las muertes, los infartos y la revascularización coronaria. Los beneficios fueron “impactantes en pacientes diabéticos”, ha destacado.
El estudio se está replicando con un nuevo trabajo para confirmar los resultados obtenidos, de forma que la agencia del medicamento estadounidense (FDA) pueda dar luz verde a la terapia con quelantes como una herramienta más en la consulta del cardiólogo.
Medidas para la covid-19: efecto contradictorio
El uso de la mascarilla podría ayudar a reducir, aunque en moderada medida, el efecto de la contaminación. “En eso nos llevan ventaja los países asiáticos, pues allí antes de la pandemia ya utilizaban de forma generalizada la mascarilla tanto para prevenir infecciones respiratorias como por la contaminación ambiental”, comenta la epidemióloga. Europa y Estados Unidos la han incorporado como una barrera frente a la covid-19, al igual que la ventilación de los espacios cerrados. Sin embargo, esta última estrategia resultaría contraproducente de cara a evitar la exposición al aire contaminado. Los filtradores HEPA o una renovación del aire en los edificios ayudarían a compaginar la prevención de las infecciones y la del daño por la polución.
De igual forma, afianzar la prohibición de fumar en exteriores concurridos (terrazas) que llegó con la pandemia también ayudaría a evitar otro de los grandes tóxicos ambientales, el tabaquismo pasivo.
noviembre 15/2021 (Diario Médico)1