Científicos de la Universidad católica de Lovaina (Bélgica) han descubierto que la integrina-beta 1  es una de las múltiples llaves que esconden las células y que utiliza el coronavirus para introducirse y propagarse por el cuerpo humano.

imagen real del coronavirus SARS-CoV-2 visto por fueraPara atravesar la membrana plasmática que recubre las células, el coronavirus utiliza las proteínas presentes en las células como «cerraduras» que logran abrir para introducirse, reproducirse e infectar al resto, comenzado así el proceso de infección vírica.

«La unión a la integrina beta-1 promueve la entrada del virus en la célula. Una vez dentro, la célula sirve de fábrica para construir nuevos virus y luego esos virus pueden propagarse para infectar otras células u otros individuos», explica David Alsteens, profesor del Instituto de Ciencia y Tecnología Biomolecular de la Universidad de Lovaina y líder de la investigación.

Para llegar a esta conclusión, los científicos emplearon la técnica microscopía de fuerza atómica, que consiste en fijar un solo virus en el extremo de una caña de pescar y lanzarlo sobre la superficie de células vivas y posteriormente ejercer una fuerza para separar el virus de la superficie en caso de que se adhiera, comenta el experto. Así, los científicos observaron que la integrina beta-1 funcionaba de receptor e interactuaba con el virus.

Desarrollo de nuevos tratamientos

Ahora el hallazgo, descubierto tras años de investigación abre la puerta al desarrollo de tratamientos que impidan que esta «cerradura» sea activada por el virus.

«Cada descubrimiento de una nueva llave abre nuevas posibilidades para contrarrestar el virus, por ejemplo, intentando bloquear esta nueva puerta y ver que moléculas pueden bloquearla», detalla Alsteens.

Queda, por tanto, ver las infinitas posibilidades de este descubrimiento que podría incluso ayudar a lograr tratamientos más precisos contra el cáncer, en concreto, las conocidas como terapias con virus oncolíticos.

Estos tratamientos consisten en la introducción de un virus genéticamente modificado directamente en el tumor del paciente, infectando las células cancerosas y dejando ilesas las sanas. En estos casos, la integrina-beta 1 serviría para facilitar la introducción de estos combatientes.

«Al descubrir una nueva puerta de entrada, en lugar de bloquear la entrada del virus, en este caso concreto, podríamos buscar adyuvantes que potencien la entrada del virus», sostiene este profesor.

abril 25/2021 (Diario Médico)

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