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La Organización Mundial de la Salud (OMS) juzga “probable” que un animal sirviera de intermediario en la transmisión del SARS-CoV-2, lo que confirma el papel de estos como reservorios de virus capaces de infectar al hombre. ¿Qué especies transmiten los virus? ¿De dónde podrían venir las próximas pandemias?
Según la Organización Mundial de Sanidad Animal (OIE), el 60 % de las enfermedades infecciosas humanas son zoonóticas, es decir, se encuentran en primer lugar en otro animal.
Este porcentaje sube incluso a 75 % para las enfermedades infecciosas nuevas, según un estudio británico publicado en 2001, considerado una referencia en el tema.
Entre los agentes patógenos responsables de estas enfermedades, uno de cada seis sería un virus, un tercio una bacteria y otro tercio parásitos. El 10 % son hongos microscópicos, indica este estudio.
Los murciélagos desempeñan un papel de reservorio para un gran número de virus que afectan a los seres humanos. Los albergan sin enfermarse ellos mismos.
Algunos son conocidos desde hace mucho tiempo, como el virus de la rabia, pero muchos surgieron en estos últimos años, como el Ébola, el coronavirus del SRAS, el SARS-CoV-2 y el virus Nipah, que apareció en Asia en 1998.
Los murciélagos “han sido siempre buenos reservorios para muchos virus, pero antes teníamos muy poco contacto” con estas especies, explica a la AFP Eric Favre, profesor de enfermedades infecciosas veterinarias en la Universidad de Liverpool (Reino Unido) y en el International Livestock Research Institute (Kenia).
La reducción de selvas tropicales por el avance de las ciudades y las superficies cultivadas, combinada con los efectos del cambio climático, acercan estos animales a zonas habitadas y los empujan a “interactuar cada vez más con las poblaciones humanas”, afirma.
Otra familia de mamíferos, los mustélidos (tejones, hurones, visones, comadrejas…), es a menudo señalada como responsable de zoonosis virales, y en particular de aquellas provocadas por coronavirus.
La civeta o gato de algalia ha sido señalada como el hospedador intermediario del Síndrome Respiratorio Agudo Severo (SRAS), que dejó 774 muertos en el mundo en 2002-2003. Si bien el coronavirus del SRAS fue hallado en algunas civetas, no está confirmado que este pequeño carnívoro cercano a la mangosta fuera quien transmitió el virus a los humanos.
La contaminación con SARS-CoV-2 de criaderos de visones ha mostrado que esta especie podía ser infectada por seres humanos portadores. Pero el caso inverso no ha sido probado.
Al principio de la epidemia de la COVID-19, este animal amenazado de extinción fue señalado por investigadores chinos como el “posible hospedador intermediario”, vista la cercanía de las secuencias genéticas del SARS-CoV-2 y un coronavirus que infecta al pangolín.
Si bien este mamífero es el hospedador natural de muchos virus, su papel en la transmisión del SARS-CoV-2 no ha sido establecido.
El estudio publicado recientemente por expertos de la OMS y de China no permitió tampoco aclarar este punto.
“Entre los virus que proceden de estos dos mamíferos (murciélago y pangolín) identificados hasta ahora, ninguno se parece suficientemente al SARS-CoV-2 para ser considerado su ancestro directo”, según los expertos.
“Después de un año, seguimos con las mismas preguntas”, lamenta Serge Morand, ecólogo de salud del Centro Nacional de Investigación Científica (CNRS) de Francia, subrayando que una proximidad genética tampoco bastaría como demostración.
“Son necesarias también hipótesis ecológicas, que nos expliquen cómo un pangolín pudo entrar en contacto con un murciélago: no fue desde luego en un mercado”, dice.
“Desde un punto de vista histórico, nuestra carga viral procede esencialmente de animales de granja”, subraya Serge Morand.
El virus del sarampión, hoy totalmente humano, surgió de la adaptación de un virus en la Edad Media que afectaba a los bovinos.
El cerdo también desempeña a menudo el papel de hospedador intermediario para los virus gripales y el Nipah, por ejemplo.
Este animal, sensible a los virus humanos, también es propicio a las recombinaciones. Es probablemente lo que pasó durante la pandemia de H1N1 en 2009-2010, inicialmente calificada de “gripe porcina”, con un balance estimado de entre 152 000 y 57 5000 muertos. La cepa del virus habría surgido de un cerdo portador a la vez de la gripe aviar y la gripe humana.
El virus de la rabia transmitido por los perros y los zorros infectados, diferente al de los murciélagos, es por su lado responsable de la gran mayoría de las 59 000 muertes anuales provocadas por esta enfermedad.
Entre los mamíferos salvajes, los grandes monos han servido de hospedador intermediario para el (Virus de Inmunodeficiencia Humana) VIH (a partir del Virus de Inmunodeficiencia en Simios, o VIS) y para el Ébola, mientras que el dromedario parece ser “un gran hospedador reservorio del MERS-CoV y una fuente animal de infección en el hombre”, incluso si “el papel preciso que desempeñan esos animales en la transmisión del virus y el modo exacto de transmisión no se conocen”, señala la OMS.
Los roedores también son conocidos por ser los reservorios de muchos virus, entre ellos algunos responsables de epidemias en los seres humanos, como la fiebre hemorrágica de Lassa, endémica en varios países del oeste de África.
La gripe española de 1918-1919, la gripe “asiática” en 1957, la gripe “de Hong Kong” once años más tarde, la gripe H1N1 en 2009: todos los virus responsables de las grandes pandemias gripales tuvieron directa o indirectamente un origen aviar.
Otras dos cepas de gripe aviar, H5N1 entre 2003 y 2011, y luego H7N9 desde 2013, dieron lugar en Asia a contagios directos con las aves infectadas, o en casos muy raros de transmisión inter humana.
Las aves salvajes pueden constituir el punto de partida de esas epidemias, y las aves de criadero desempeñan muy a menudo un papel de “poblaciones amplificadoras”, observa Eric Favre, porque la densidad de los criaderos de aves “genéticamente muy similares”, los vuelve muy “receptivos” al virus.
Luego las mutaciones pueden favorecer su paso al ser humano, como en el caso del virus H5N8, presente en muchas granjas europeas desde hace algunos meses, y que fue detectado en Rusia en siete trabajadores de una planta de procesamiento de aves.
Aunque la palabra “zoonosis” se refiere a los animales vertebrados, los insectos como los mosquitos y los artrópodos como las garrapatas son vectores de numerosas enfermedades virales que afectan a los seres humanos.
La garrapata transmite sobre todo la fiebre hemorrágica de Crimea-Congo, mientras que los mosquitos transportan los virus responsables de la fiebre amarilla, chikungunya, dengue, zika e incluso el virus del Nilo occidental y la fiebre del valle del Rift.
En octubre de 2020, el grupo de expertos de la ONU sobre biodiversidad (IPBES) advirtió de que las pandemias “surgirían más a menudo, se expandirían más rápidamente y matarían a más gente”.
Primeramente, porque el reservorio es inmenso: según estimaciones publicadas en la revista Science en 2018, existirían 1,7 millones de virus desconocidos para los mamíferos y los pájaros, y entre 540 000 y 850 000 tendrían la “capacidad de infectar a seres humanos”.
Pero sobre todo porque la expansión de las actividades humanas y las interacciones cada vez mayores con la fauna salvaje aumentan el riesgo de que los virus capaces de infectar a personas hallen un hospedador.
“No sabemos cuándo, cómo ni dónde” surgirá la próxima pandemia, resume Serge Morand, para quien antes que nada habría que repensar urgentemente “nuestro vínculo con los animales salvajes y domésticos”.
marzo 30/2021 (AFP) – Tomado de la Selección Temática sobre Medicina de Prensa Latina. Copyright 2019. Agencia Informativa Latinoamericana Prensa Latina S.A.