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Un ensayo clínico realizado en Brasil sugiere que este tratamiento puede aportar beneficios si se aplica durante los primeros diez días de síntomas.
Datos de un estudio brasileño realizado con 104 portadores de COVID-19 indican que la terapia con plasma sanguíneo de convalecientes de la enfermedad constituye una alternativa segura y puede aportar beneficios, fundamentalmente cuando se la aplica durante los diez primeros días de síntomas.
Este estudio contó con el apoyo de la FAPESP y estuvo a cargo de investigadores de los hospitales Israelita Albert Einstein y Sírio-Libanês, en colaboración con un grupo del Instituto de Ciencias Biomédicas de la Universidad de São Paulo (ICB-USP). Y sus resultados se dieron a conocer en la plataforma medRxiv, en un artículo aún sin revisión por pares.
“Desde el punto de vista de la seguridad, demostramos que se trata de un procedimiento de bajo riesgo, equivalente al de cualquier transfusión sanguínea. En lo concerniente a sus beneficios, observamos que evolucionaron mejor los pacientes a quienes se los trató más precozmente. Con todo, como fue un estudio de brazo único (sin un grupo del control tratado con placebo), nuestra capacidad para evaluar su eficacia es limitada”, explica el hematólogo José Mauro Kutner, docente del Instituto Israelita de Ensino e Pesquisa Albert Einstein y uno de los autores del artículo.
Según el investigador, el ensayo clínico se diseñó en marzo de 2020, cuando poco se sabía aún sobre la COVID-19 y la seguridad de esta terapia, desarrollada en 1891 para el tratamiento de la difteria y aplicada experimentalmente en brotes de infecciones respiratorias tales como el de la gripe H1N1 (2009-2010), el del síndrome respiratorio agudo grave, causado por el SARS-CoV-1 (2003), y el síndrome respiratorio de Oriente Medio, causada por el MERS-CoV (2012).
Este método consiste en transfundirles a los enfermos un componente de la sangre rico en anticuerpos contra el patógeno que pretende combatirse, proveniente de donantes que ya se recuperaron de la infección. La idea es que los anticuerpos donados ayuden a reducir la carga viral en el organismo, evitando que el cuadro se agrave. En Brasil se lo ha autorizado únicamente para uso compasivo o en el ámbito de la investigación clínica.
Por tratarse de un estudio de brazo único, todos los participantes se sometieron al tratamiento, pero con distintas cantidades y en diferentes etapas de la enfermedad. Al final, los investigadores compararon la evolución del cuadro en los subgrupos. Fueron incluidos únicamente voluntarios con más de 18 años y que exhibían un compromiso respiratorio importante: algunos ya se encontraban en unidades de terapia intensiva (UTI), y los demás se aprestaban a internarse.
“Tal como era de esperarse, los pacientes de edades más avanzadas, los obesos y los portadores de comorbilidades evolucionaron peor, pero esto no tiene relación con el tratamiento. Lo que nos llamó la atención fue que los voluntarios que no tenían anticuerpos propios contra el SARS-CoV-2 (o los tenían en bajas cantidades) antes de aplicárseles la transfusión de plasma se vieron más beneficiados con la terapia que aquellos que ya contaban con anticuerpos propios. Este hallazgo parece ser inédito en la literatura científica”, comenta Kutner.
Contrariando las expectativas de los científicos, los participantes que recibieron plasma con concentraciones más altas de anticuerpos neutralizantes, un tipo específico de estos, capaz de bloquear la infección de las células, no necesariamente evolucionaron mejor que los demás. A juicio de Kutner, este resultado probablemente obedece al hecho de que se les aplicaron a los 104 pacientes dosis superiores a la cantidad mínima de anticuerpos neutralizantes recomendada en los estudios europeos y por la FDA (Food and Drug Administration, que es la agencia de vigilancia sanitaria de Estados Unidos), que es de uno cada 160 (1:160), es decir que, después de diluir el plasma 160 veces, aún debe ser posible hallar al menos un anticuerpo neutralizante en el suero.
“El principal hallazgo indica que los voluntarios tratados tempranamente, durante los diez primeros días tras el comienzo de los síntomas, evolucionaron mejor que aquellos que recibieron el plasma luego de ese lapso”, comenta Kutner.
Los datos brasileños van al encuentro de los estudios internacionales ya dados a conocer. El más reciente salió publicado en el New England Journal of Medicine, y estuvo a cargo de científicos de la Fundación Infant, de Argentina. Según ese artículo, para ser eficaz, esta terapia debe aplicarse dentro de las 72 horas posteriores al comienzo de los síntomas, y el plasma debe contener una alta concentración de anticuerpos neutralizantes. De cumplirse estas condiciones, según afirman sus autores, el tratamiento puede hacer disminuir la necesidad de oxígeno a la mitad. La investigación argentina abarcó a 160 pacientes de 65 años o más, divididos aleatoriamente en dos grupos, uno de ellos de control.
El virus y su neutralización
El análisis previo del plasma transfundido a los pacientes del Einstein y del Sírio-Libanês se realizó en el ICB-USP, bajo la coordinación del profesor Edison Luiz Durigon. El grupo de investigadores aplicó una técnica conocida con el nombre de neutralización del virus (VNT), que comprende el cultivo del SARS-CoV-2 in vitro y, por tal motivo, requiere de una estructura de laboratorio de nivel 3 de bioseguridad (NB3), cuya labor queda a cargo de un equipo altamente capacitado.
Tal como explica el investigador, los anticuerpos neutralizantes son aquellos que se unen a la parte más superficial de la proteína spike, la que utiliza el SARS-CoV-2 para conectarse con el receptor de las células humanas y promover la infección. A esta área de la proteína se la conoce con el nombre de RBD (las siglas en inglés de dominio de unión con el receptor).
“La VNT no es una técnica trivial y su empleo se restringe aún a los grandes centros de investigación. Con todo, han venido surgiendo métodos más sencillos para analizar el plasma, lo cual puede facilitar la aplicación de esta terapia”, comenta Durigon.
No obstante, el investigador pone de relieve que este tratamiento tiene costos significativos. Aparte de las pruebas estándar que se le aplican a cualquier donación de sangre, tales como las que apuntan a detectar la presencia de patógenos causantes de enfermedades transmisibles, se hace necesario evaluar la cantidad de anticuerpos neutralizantes, y se debe contar con una estructura de banco de sangre para almacenar el material.
“La aplicación de esta terapia es estrictamente hospitalaria y requiere de seguimiento médico. Por ende, no constituye una panacea, pero sí puede ayudar a algunos pacientes pertenecientes a los grupos de riesgo a combatir la infección tempranamente”, sostiene Durigon.
Actualmente, los investigadores del ICB-USP investigan si el plasma de enfermos convalecientes de la primera ola de la COVID-19 tiene capacidad como para neutralizar in vitro al nuevo linaje del coronavirus detectado en el Reino Unido, denominado B.1.1.7, al que se considera más transmisible que la cepa original china. Los resultados al respecto se darán a conocer en breve.