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El uso de mascarillas y el distanciamiento social son medidas cruciales para hacer frente a la segunda ola de la pandemia de coronavirus, tanto para frenar los contagios como para reducir la gravedad de la enfermedad.
Lo indica un estudio del Instituto de Recuperación y Curación de Carácter Científico (IRCCS) y el Hospital Sagrado Corazón Don Calabria de Negrar, publicado en la revista Clinical Microbiology and Infection y realizado sobre unas 400 personas infectadas con la COVID-19.
El uso riguroso de las mascarillas y el respeto del distanciamiento social, de hecho, reducen mil veces la carga viral del SarsCov2, según la investigación.
Se demostró que, al disminuir la exposición al contagio, la carga viral de los pacientes que llegan al servicio de urgencias se fue reduciendo de a poco hasta ser mil veces inferior respecto de marzo. Paralelamente, también la gravedad de la enfermedad se redujo.
El estudio confirma, por lo tanto, la importancia de contener la exposición al contagio: mantener baja la transmisión del virus, advierten los investigadores, es necesario también para reducir la carga viral con la que se puede entrar en contacto, disminuyendo así la probabilidad una enfermedad severa.
Esto podría hacer menos grave la segunda ola de la COVID-19, atenuando el impacto sobre los hospitales y los servicios de terapia intensiva.
El estudio se realizó sobre 373 casos entre el 1 de marzo y el 31 de mayo pasado.
«En cada caso, la carga viral se evaluó a través de un hisopado, por lo tanto, los pacientes fueron seguidos para registrar la gravedad de los síntomas y la evolución de la enfermedad», explicaron Dora Buonfrate y Chiara Piubelli, coordinadoras de la investigación.
Agregaron que «los datos recabados indican claramente que al disminuir la circulación del Sars-Cov-2 gracias a las medidas de contención, bajó al mismo tiempo en más de mil veces la carga viral comprobable en los pacientes».
En otros términos, los casos que llegaron a los hospitales en mayo, es decir en un período de baja exposición al contagio, habían estado en contacto con «dosis» virales más bajas y tenían menos Sars-Cov-2 circulando en su organismo, hasta mil veces menos respecto de pacientes hospitalizados en marzo.
Esto llevó a los pacientes de la tardía primavera boreal a desarrollar la COVID-19 en una forma menos grave, como aclaran Buonfrate y Piubelli.
«En mayo los pacientes tenían en promedio síntomas de la COVID-19 menos graves y una menor probabilidad de complicaciones. Al mismo tiempo, se había reducido el porcentaje de enfermos que necesitaron terapia intensiva», explicaron.
Además, señalaron que «mantener baja la circulación del virus y la exposición al contagio con el uso de mascarillas y el respeto de la distancia social puede tener un impacto no solo en la cantidad absoluta de casos sino también, indirectamente en su gravedad, contribuyendo a mantener los servicios destinados a enfermos de coronavirus y a los de terapia intensiva muy por debajo del umbral crítico de ocupación».
Los esfuerzos para respetar las normas contra el contagio, concluyeron las investigadoras, «son, por lo tanto, fundamentales, porque pueden contribuir realmente a administrar mejor la segunda ola que estamos viviendo, al reducir la presión sobre el sistema sanitario nacional».
octubre 22/2020 (ANSA).- Tomado de la Selección Temática sobre Medicina de Prensa Latina. Copyright 2019. Agencia Informativa Latinoamericana Prensa Latina S.A.