oct
19
Investigadores publicaron esta conclusión basada en el análisis de nueve estudios clínicos que muestran la evolución de 6 577 pacientes infectados con el SARS-CoV-2 en cinco países.
La probabilidad de que una persona obesa desarrolle la forma grave de COVID-19 es alta independiente de su edad, su sexo, su etnia y de la existencia de comorbilidades tales como la diabetes, la hipertensión o enfermedades cardíacas o pulmonares, según afirmaron investigadores brasileños en un artículo publicado en la revista Obesity Research & Clinical Practice.
Se trata de un artículo de revisión sistemática de la literatura científica mediante metaanálisis con datos correspondientes a nueve estudios clínicos, que juntos informan acerca de la evolución de 6 577 pacientes infectados con el SARS-CoV-2 en cinco países. Los autores arribaron a la conclusión de que la obesidad en sí misma constituye un factor que favorece la progresión rápida de la enfermedad y aumenta significativamente el riesgo de internaciones en Unidades de Terapia Intensiva (UTI) y de muertes. Esta investigación contó con el apoyo de la FAPESP – Fundación de Apoyo a la Investigación Científica del Estado de São Paulo.
“Varios factores contribuyen para el agravamiento de la infección en el organismo obeso. Uno de ellos es su limitada capacidad de producir interferones [un tipo de proteínas secretadas por las células de defensa que son esenciales para inhibir la replicación viral] y anticuerpos. Asimismo, el tejido adiposo funciona como un reservorio del virus, manteniéndolo durante más tiempo en el organismo”, explica Silvia Sales-Peres, docente de la Universidad de São Paulo (USP) en la localidad de Bauru y coordinadora del estudio.
Y la carga viral potencialmente mayor no constituye, de acuerdo con la investigadora, el único problema de los pacientes con índice de masa corporal (IMC) elevado. Estudios recientes indican que la inflamación crónica de bajo grado, típica de la obesidad, causada por el aumento excesivo de las células adiposas, hace que la tempestad de citoquinas inflamatorias desencadenada por el SARS-CoV-2 sea aún más perjudicial para los pulmones.
Una escala de riesgo
El IMC, reconocido como el patrón internacional para el diagnóstico de desnutrición y obesidad, se calcula dividiendo el peso (en kilos) del paciente por el cuadrado de su altura (en metros). En general, para los adultos, los resultados a partir de 25 se interpretan como sobrepeso, que es el caso de casi el 60 % de los brasileños, según datos del Ministerio de Salud. Valores de IMC iguales o mayores que 30 se clasifican como obesidad, cosa que se observa en aproximadamente el 20 % de la población del país. Los porcentajes se midieron a través del sistema de vigilancia de factores de riesgo y protección contra enfermedades crónicas mediante una encuesta telefónica (Vigitel).
“La mayor susceptibilidad al nuevo coronavirus no aparece azarosamente cuando se llega a un determinado número en la tabla del IMC. Las personas con sobrepeso, de por sí, pueden padecer una alteración en la producción de anticuerpos y algún grado de inflamación crónica, lo que favorece la progresión de la enfermedad. Nuestro análisis mostró también que el riesgo asociado a la obesidad se vuelve aún mayor en los casos de individuos fumadores o que padecen comorbilidades tales como diabetes, hipertensión o enfermedades pulmonares”, comenta Sales-Peres.
De acuerdo con la investigadora, estudios como este son importante tanto para alertar a los pacientes acerca de la necesidad de protegerse contra el virus como para ayudar a los servicios públicos de salud a prepararse para la potencial demanda de cuidados intensivos.
“Cuando iniciamos la investigación, en el mes de abril, aún no estaba tan claro que la obesidad sería considerada como un factor de riesgo importante para el COVID-19”, comenta.
En la revisión sistemática de la literatura se incluyeron estudios publicados hasta el día 27 de abril en las siguientes bases de datos: Medline, Embase, Web of Science, BVS/Lilacs, SciELO, Scopus y Google Scholar. De los más de 30 trabajos ubicados mediante búsquedas de palabras claves, nueve cumplieron los criterios de inclusión y se tuvieron en cuenta en el metaanálisis. Este es el tipo de estudios que confieren el más alto nivel de evidencia científica para orientar la práctica clínica.
“Los datos del Vigitel del año 2018 indican un crecimiento del 30 % para la prevalencia del sobrepeso en la población brasileña con relación a 2006. Si se tienen en cuenta únicamente a las personas con edades entre 18 y 24 años, el aumento fue del 55,7 %. Por eso el debate sobre los riesgos correlacionados de la obesidad y el COVID-19 pasó a tener gran importancia”, dice Sales-Peres.
La investigadora pone de relieve la necesidad de implementar políticas públicas sanitarias destinadas a promover un abordaje integrado e intersectorial de la obesidad, con carácter regulatorio y fiscal. “Debe existir una movilización transformadora tendiente a incentivar la realización de actividades físicas al aire libre y hábitos alimentarios sanos desde la infancia, coordinada en los distintos niveles de gobierno, que haga posible la planificación, la financiación y la implementación de estrategias integradas para la promoción de la salud y la prevención de la obesidad en nuestra población”, afirma.