ago
29
Un feocromocitoma es un tumor que se suele originar en las células cromafines de una glándula suprarrenal, por lo que causa una secreción excesiva de catecolaminas, hormonas potentes que provocan hipertensión y otros síntomas.
De acuerdo con Ashley B. Grossman, investigadora del Centro de Oxford para la diabetes, endocrinología y metabolismo, la mayoría de los tumores crecen en el interior de la corteza de las glándulas suprarrenales, aunque alrededor del 10 por ciento crecen en células cromafines situadas fuera de estas.
Los tumores pueden ser muy pequeños, sin embargo, incluso un feocromocitoma pequeño produce grandes cantidades de potentes catecolaminas; que son hormonas como la epinefrina (adrenalina), la norepinefrina y la dopamina, las cuales tienden a aumentar en gran medida la presión arterial y la frecuencia cardíaca.
Aparecen en hombres o en mujeres de cualquier edad, pero son más frecuentes entre los 20 y los 40 años. En ocasiones, se deben a una afección hereditaria inusual denominada neoplasia endocrina múltiple, que conlleva una tendencia a presentar tumores en las glándulas tiroidea, paratiroidea y suprarrenales.
También se desarrollan en presencia de la enfermedad de Von Hippel-Lindau y de la enfermedad de Von Recklinghausen, de igual forma podría ser consecuencia de una serie de enfermedades genéticas. Asimismo, es probable que casi el 50 por ciento de las personas con feocromocitomas tengan una enfermedad genética o hereditaria como las mencionadas.
Según Grossman, el síntoma principal es la hipertensión, pero se estima que una de cada mil personas con hipertensión tiene un feocromocitoma.
Otros síntomas incluyen: taquicardia, sudoración excesiva, aturdimiento al ponerse de pie, respiración rápida, piel fría y húmeda (sudorosa), dolores de cabeza intensos, dolor torácico y de estómago, náuseas y vómitos, trastornos de la visión, hormigueo en los dedos y estreñimiento.
En la mitad de las personas afectadas, estos van y vienen, algunas veces desencadenados por la presión sobre el tumor, masajes, fármacos; sobre todo, anestésicos y beta-bloqueantes, traumas emocionales y, en contadas ocasiones, la micción.
A pesar de ello, suele ser común tener estos síntomas como manifestaciones de un estado de ansiedad, sin que guarden relación con un trastorno glandular.
De acuerdo con la especialista, este padecimiento es difícil de detectar, porque casi en la mitad de los casos el único síntoma es la hipertensión persistente. Pero cuando esta hipertensión aparece en un paciente joven, es intermitente o viene acompañada de otros síntomas característicos del tumor, se procede a realizar determinados análisis.
Por ejemplo, se mide la concentración de ciertas catecolaminas o de sus subproductos en muestras de sangre o de orina. Si la concentración es elevada, la tomografía computarizada, la resonancia magnética nuclear u otra prueba de diagnóstico por la imagen permiten localizar el feocromocitoma.
También puede ser útil una prueba en que se inyectan sustancias radiactivas que tienen tendencia a acumularse en estos tumores. Posteriormente, se realiza una gammagrafía para determinar dónde se encuentran estas sustancias radiactivas. De igual forma, se pueden realizar pruebas genéticas, en especial si se sospecha de una enfermedad genética.
El mejor tratamiento, indica Grossman, es la extirpación del tumor, aunque la intervención quirúrgica se suele posponer hasta que se logra normalizar la secreción tumoral de catecolaminas mediante la administración de medicamentos.
Si el feocromocitoma es maligno y se ha extendido, la quimioterapia ya no es eficaz. Los fármacos quimioterápicos más nuevos, contribuyen a retrasar el crecimiento del tumor. También puede ser muy eficaz administrar un radioisótopo, que se dirige al tejido tumoral.
agosto 28/2020 (Europa Press) – Tomado de la Selección Temática sobre Medicina de Prensa Latina. Copyright 2019. Agencia Informativa Latinoamericana Prensa Latina S.A.