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Investigadores españoles detectan por primera vez en mujeres embarazadas cómo durante la gestación se modifica la anatomía del sistema cerebral del placer y del refuerzo, básicos para la conducta maternal en los mamíferos. Los resultados pueden ayudar a entender mejor las patologías posparto.
En los humanos, la conducta maternal está mediada por sistemas primitivos e instintivos que compartimos con el resto de mamíferos placentarios, con modificaciones en el cerebro que se inician durante el embarazo. Así lo indica un estudio liderado por Susana Carmona, investigadora del Servicio de Medicina Experimental del Hospital Gregorio Marañón y del Centro de Investigación Biomédica en Red de Salud Mental (CIBERSAM), que cuenta con la participación de la Universidad Autónoma de Barcelona.
Las mujeres participaron en una resonancia magnética antes y después del embarazo de su primer hijo
En esta investigación, publicada en la revista Psychoneuroendocrinology, los investigadores han determinado que el embarazo modifica el sistema cerebral del placer y refuerzo en la madre, un sistema básico para la conducta maternal en el reino animal ya que permite que se sienta atraída por los estímulos procedentes de la cría e inicie una serie de conductas dirigidas a promover su supervivencia.
Según Carmona, “hasta la fecha se desconocía si en humanos el embarazo modificaba la anatomía o la función del sistema instintivo y primitivo del cerebro encargado de la motivación, el refuerzo y el placer. En otros mamíferos placentarios, este sistema se ha relacionado con el cuidado maternal”.
Por ejemplo, las ratas con lesiones en esta área no muestran ciertos aspectos de la conducta maternal, como recoger a sus crías y agruparlas en el nido. “Hemos demostrado que los cambios en este circuito hacen que el bebé se convierta en el estímulo más relevante, llamativo y placentero para la madre, que como consecuencia modificará su conducta para estar en contacto constante con él, cuidarle y protegerle”, añade.
Las mujeres participaron en una resonancia magnética antes y después del embarazo de su primer hijo. Para controlar otras variables no relacionadas con la gestación y la maternidad, también se escaneó a mujeres que no tenían hijos ni habían pensado tenerlos en un futuro próximo. La muestra final consistió en 25 mujeres que fueron madres y 20 mujeres control sin hijos.
Activación ante imágenes de sus bebés
En este estudio se han analizado datos de neuroimagen estructural y funcional de madres primerizas antes y después del embarazo. Primero examinaron si existían cambios volumétricos en el área cerebral encargada de la motivación y el placer (núcleo accumbens) y si esas modificaciones se asociaban con la activación de esta región ante estímulos visuales de sus bebés.
“Encontramos disminuciones volumétricas en el núcleo accumbens en las mujeres tras su primer embarazo y, cuánto más disminuía el volumen de esta estructura, más se activaba esta área en el cerebro de la madre cuando veía estímulos relacionados con su bebé”, afirma la investigadora.
“Si caracterizamos bien cómo cambia el cerebro durante el embarazo podremos entender mejor que ocurre a nivel cerebral en las patologías posparto”
Estos datos indican que en humanos la conducta maternal está condicionada por sistemas básicos e instintivos que compartimos con otros mamíferos más basales, como los roedores.
“Si caracterizamos bien cómo cambia el cerebro durante el embarazo podremos entender mejor qué ocurre en el cerebro durante las patologías posparto, que ponen en riesgo no solo la salud de la madre sino también la del recién nacido”, asegura Carmona.
La experta ya había desarrollado investigaciones previas en las que se detectaba que el embarazo modifica el cerebro de la madre de manera duradera. Tras el periodo de gestación, este órgano presentaba un menor volumen de sustancia gris en regiones encargadas del pensamiento social y la teoría de la mente. Asimismo, observaron que los cambios se asociaban con el vínculo maternal: cuanto más cambia el cerebro, mejor era esta conexión materno-filial.