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Casi 700 millones de personas en el mundo son obesas; entre ellas, uno de cada 5 españoles adultos, lo que supone una notable carga asistencial y económica para nuestro sistema sanitario. El desconocimiento de su etiología exacta dificulta un abordaje terapéutico eficaz. Por otra parte, las dietas hipocalóricas, el ejercicio físico y los programas para modificar la conducta no consiguen el mantenimiento de la pérdida de peso a largo plazo más que en un pequeño número de pacientes. Es por ello que se han intentado asociar otras modalidades terapéuticas, entre las que destacan el tratamiento farmacológico y la cirugía bariátrica.
Actualmente, las opciones farmacológicas para el tratamiento de la obesidad tienen, en unos casos, una eficacia limitada; en otros, un perfil de seguridad que limita su uso en determinados subgrupos de pacientes y, por último, pero no menos importante, un precio elevado. No obstante, dado que la pérdida de tan solo un 5-10 % del peso ya reduce los factores de riesgo asociados, es importante considerar estas opciones terapéuticas dentro de un programa integral encaminado a conseguir al menos esa reducción ponderal y mantenerla.
En nuestro medio, el arsenal terapéutico farmacológico para el tratamiento de la obesidad consta de:
Orlistat: inhibidor de lipasas gástrica y pancreática. En ensayos clínicos aleatorizados, los pacientes tratados con orlistat (120 mg tres veces al día), perdieron 3,4 kg en un año (3,1 % del peso inicial) y los realizados con menor dosis (60 mg) evidenciaron pérdidas de 2,5 kg con respecto al placebo. Aunque el estudio XENDOS, realizado en 3 305 obesos con prediabetes tratados durante 4 años, demostró que orlistat disminuye el riesgo de desarrollo de diabetes en un 37,3 % comparado con placebo; sus efectos secundarios (diarrea, incontinencia fecal, malabsorción), su discreto efecto sobre el peso (<5 %) y su precio hacen que su uso sea muy minoritario.
Liraglutida: es un agonista del receptor del GLP–1 de acción prolongada lo que permite su administración subcutánea en una dosis única diaria. El desarrollo clínico del fármaco fue inicialmente para el tratamiento de la diabetes mellitus tipo 2 asociada a obesidad. Su efecto positivo sobre el peso, llevó a orientar el uso de la presentación de 3 mg para el tratamiento de la obesidad (4 estudios SCALE) con buenos resultados (pérdidas > 5 % del peso inicial), así como beneficios adicionales en la reducción del riesgo de padecer diabetes, HTA, perfil lipídico o SAHOS, mantenidos más de tres años. Sus principales efectos secundarios fueron a nivel gastrointestinal: náuseas, vómitos y diarreas que suelen ser transitorios.
Naltrexona / bupropión: la combinación de naltrexona, 32 mg (empleada en el tratamiento de la dependencia de alcohol y mórficos) y bupropión, 360 mg (inhibidor de la recaptación de norepinefrina y dopamina con efecto antidepresivo empleado para el tratamiento del tabaquismo) para el tratamiento de la obesidad se basa en su efecto anorexígeno central comprobado en cuatro ensayos clínicos (programa COR) con pérdidas de peso entre el 5-8 % en un año, o superiores si se asociaban a terapia de modificación de la conducta. Las reacciones adversas más frecuentes son: náuseas, estreñimiento, vómitos, sensación de mareo y boca seca que suelen desaparecer progresivamente. No obstante, su uso presenta múltiples contraindicaciones y limitaciones que condicionan mucho su utilización.
En los últimos años, se han realizado pruebas con múltiples fármacos y combinaciones, dirigidos frente a diversas vías patogénicas involucradas en la génesis y el mantenimiento de la obesidad con un triple propósito: 1) inducir y mantener una pérdida de peso significativa, 2) presentar un perfil de riesgo beneficio positivo y 3) tener un precio asequible. Entre ellos destacan: la lorcaserina, la asociación fentermina/topitamato, los análogos de la amilina (pramlintide, davalintide), de la leptina (metreleptina), otros agonistas del GLP-1 (exenatide, dulaglitide, semaglutide), antagonistas del neuropéptido Y (velneperit) o del receptor endocannainoide tipo 1, inhibidores de la lipasa (cetilistat) o los más recientes, relacionados con análogos de la ghrelina.
Muchos de estos fármacos actúan como señales de saciedad o antagonizan a señales orexígenas o potencian la utilización o disminuyen la absorción de las grasas, lo que abre la posibilidad de distintas combinaciones de fármacos que, esperamos, desembocarán en un tratamiento personalizado de la obesidad.