Si a pesar de los macrodatos genéticos es difícil acorralar trastornos algo complejos, algunos estudios se han atrevido a sondear rasgos tan difusos como la propensión al crimen, la potencia muscular o el rendimiento académico.
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Uno de los últimos en esta deriva hacia el determinismo genético lo publicó en octubre pasado en Scientific Reports un equipo de la Universidad Libre de Ámsterdam con datos de 220 000 participantes del proyecto UK Biobank. Identificaron en diferentes áreas cerebrales dos variantes genéticas para el sentido de la vida, y seis para la felicidad. “Vivimos en una sociedad donde cada uno espera prosperar y llevar una vida plena. Si logramos localizar las causas de las diferencias entre personas, podremos usar esa información para ayudar a la gente a ser más feliz o a encontrar un significado para su vida”.
Conceden, sin embargo, con obligada humildad que “también hemos visto que hay factores ambientales que son importantes para la felicidad”. Menos mal: si el código genético explicara qué hacemos aquí y hacia dónde vamos sobrarían la literatura, la filosofía, la religión y los bares.
enero 20/2019 (diariomedico.com)