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Ya sea como sérum, en pastilla o a granel, el negocio de la vitamina C o ácido ascórbico va viento en popa. La publicidad promete una dosis extra de salud, pero los expertos son algo escépticos al respecto. Su historia como producto milagroso es tan larga como fascinante y comenzó con el explorador y marinero británico James Cook (1728-1779) y la enfermedad del escorbuto.
En teoría la vitamina C es un producto natural que contienen los limones y las naranjas, los kiwis, el pimiento o el brócoli. Como compuesto químico el ácido ascórbico y sus variaciones tienen un efecto similar al biológico. Los ácidos forman parte de numerosos procesos de metabolismo. Protegen, por ejemplo, las células del cuerpo capturando radicales de oxígeno. Ayuda además a asimilar mejor durante la digestión el hierro que contienen los alimentos.
Pero regresando al explorador Cook, uno de los grandes en la historia de la navegacion, el 26 de agosto de 1768, es decir hace 250 años, partió con el ‘Endeavour’ en su primera vuelta al mundo, una misión exitosa de la que regresó en 1771. Siguieron otros dos viajes en 1772 y 1776.
El viaje del capitán tenía como objetivo descubrir una prevención o protección ante el escorbuto, una enfermedad que sufrían los marineros tras pasar meses en el mar y que tenía como síntomas atrofia muscular, sangrado de encías, inflamación de las articulaciones y debilidad del tejido conjuntivo. Muchas personas morían por la debilidad de los músculos del corazón. Entonces no sabían que la vitamina C era esencial para vivir.
El escorbuto era en la época de Cook un tema de especial relevancia, además de ser hasta fines del siglo XVIII una de las causas de muerte más frecuentes en el mar.
El médico escocés James Lind encontró una cura efectiva con zumo de limón en 1747 durante una serie de pruebas, pero al parecer no los difundió con determinación. Estuvo tratando el escorbuto entre 1753 y 1772 y aunque recopiló consejos tras un debate de más de un siglo sobre la enfermedad, finalmente no planteó ninguna posible solución.
Cuando Cook estaba en alta mar, empleó por orden del Almirantazgo diferentes alimentos para estudiar su efecto sobre el escorbuto. Entre otros chucrut y zumo de limón y naranja cocidos, así como extracto de malta, que se emplea para la cerveza.
Cook y el médico en su barco William Perry consideraron entones que el extracto de malta era lo mejor para combatir el escorbuto. Tan solo a fines del siglo XVIII los médicos marinos Robert Robertson y Gilbert consiguieron averiguar lo que realmente era bueno: el zumo de limón. A partir de 1795 fue obligatorio llevar a bordo las plantas de cítricos.
Tuvieron que pasar más de 100 años para que, en el marco de la evolución de la investigación sobre las vitaminas se denominase al componente decisivo. El húngaro Albert Szent-Györgyi y su colega británico Norman Hawaorth fueron los primeros en descubrir cómo ácido ascórbico prevenía el escorbuto. Ese mismo año, el químico suizo Tadeus Reichstein descubrió el proceso de síntesis de la glucosa.
Y de ahí consiguió también descubrir cómo producir químicamente la vitamina. Vendió su patente a fines de 1933 a la farmacéutica suiza Hoffmann-La Roche. Era el inicio de una estrategia de mercado exitosa, crear la demanda para un producto que no es necesario desde el punto de vista médico. Y al convertir en un producto de superventas el ácido ascórbico, se consiguió que del miedo al escorbuto naciese la esperanza de una vida mejor.
En la actualidad no hay ningún alimento procesado que no cuente con el componente E 300 tras el cual se esconde el ácido ascórbico. No importa si es una salchicha, pan, yogur o incluso el chucrut. Este antioxidante contribuye a la duración del producto y a que no pierda color. También hay alimentos que son enriquecidos con ello y actualmente el día a día es casi inimaginable sin vitamina C sintética.
Además, los compuestos de vitaminas son un éxito de ventas. Aun cuando muchos expertos lo consideren inútil y aboguen por una alimentación con poca carne, mucha fruta y verdura. Los médicos recomienda que una dosis diaria de vitamina C debería ser de al menos 110 miligramos en los hombres y de 95 miligramos en las mujeres. Y para ello es suficiente medio pimiento o una mandarina.
Desde que Cook comenzara hace 250 años a buscar un método contra el escorbuto han pasado muchas cosas. Ahora se sabe que tan solo 10 miligramos de vitamina C al día pueden prevenir el escorbuto. Pero pese a todo, los científicos no han descifrado todavía cómo funciona la exactamente la sustancia en el cuerpo, así que prosigue la aventura de la investigación.
septiembre 3/2018 (dpa)