ago
30
Un estudio del Incliva, que se publica en Journal of Gerontology, realizado en animales de experimentación ha determinado que el ejercicio físico diario reduce la fragilidad en la edad adulta. Discapacidad y dependencia serían las grandes consecuencias de llevar un estilo de vida sedentario.
La fragilidad es un síndrome geriátrico de gran relevancia que afecta aproximadamente al 15 % de los mayores de 65 años, y se caracteriza por la vulnerabilidad que hace que en un sujeto aumente el riesgo de eventos adversos, como la discapacidad, la mala calidad de vida, la institucionalización o la mortalidad, etc. cuando se encuentra expuesto a situaciones de estrés.
En este contexto, un estudio realizado por el Grupo de Investigación en Envejecimiento y Ejercicio Físico del Instituto de Investigación Sanitaria del Hospital Clínico Universitario de Valencia (Incliva) y la Universidad de Valencia (UV), ha confirmado, en animales de experimentación, que el ejercicio físico y la vida activa retrasan de forma muy significativa la aparición de este síndrome vinculado a la edad.
El estudio, publicado en Journal of Gerontology, ha comparado en ratones el estilo de vida sedentario frente a un estilo de vida activa y su impacto en términos de fragilidad.
María del Carmen Gómez-Cabrera, miembro del Grupo del Incliva y profesora titular del Departamento de Fisiología de la UV, ha explicado que «un aspecto muy importante en la investigación en fragilidad es el desarrollo de estrategias de intervención para su prevención y tratamiento. Y la mayor parte de las que se trasladan a la práctica clínica, deben ser inicialmente probadas en animales de experimentación para garantizar su seguridad y eficacia. Otra estrategia muy útil en la investigación consistiría en el desarrollo de modelos animales en los que se retrase o acelere la fragilidad. Poder establecer un test de fragilidad en animales era, por tanto, fundamental para estudiar el impacto de posibles intervenciones en este síndrome geriátrico».
Aquellos que hacen ejercicio de forma voluntaria coordinan mejor, tienen una mayor fuerza muscular y mantienen una mejor condición aeróbica
En este contexto, el estudio ha desarrollado un test de fragilidad en animales, Valencia Score, basado en el método más utilizado en la práctica clínica para conocer el grado de esta afección: el criterio de Fried. Éste establece la fragilidad como la presencia de varios criterios en pacientes: debilidad, fatiga crónica, inactividad, pérdida de peso y disminución de la velocidad de marcha.
El test de fragilidad reproduce las determinaciones que Linda Fried estableció en el diagnóstico de la fragilidad en humanos pero adaptándolas a un modelo murino. «Tal y como se hace en humanos, hemos podido medir la pérdida de peso (controlando el peso de los animales a lo largo de toda su vida), la fatiga y la lentitud de la marcha (mediante una prueba en tapiz rodante), la debilidad muscular (mediante un dinamómetro específico para medir fuerza de agarre en ratones) y la inactividad física (mediante un test de coordinación motora). Al comparar estas determinaciones se distinguen dos grupos, uno con un estilo de vida sedentario frente a otro con un estilo de vida activa (ejercicio físico voluntario)», ha señalado Gómez-Cabrera.
Los resultados muestran que el ejercicio físico a lo largo de toda una vida retrasa la fragilidad. Para la investigadora, esto «se hace evidente en las pruebas funcionales que se desarrollan en los animales: aquellos que hacen ejercicio de forma voluntaria coordinan mejor, tienen una mayor fuerza muscular y mantienen una mejor condición aeróbica a lo largo de su vida cuando se comparan con los sedentarios». En contraposición, la fragilidad anticipa discapacidad y dependencia, por lo que esta discapacidad sería realmente la que compromete el gasto sanitario y empeora la calidad de vida del anciano mucho más que la enfermedad. «El haber identificado una intervención para revertir la fragilidad tiene una importancia clínica muy significativa», ha afirmado la autora del estudio.
Personalizar el ejercicio físico es la principal finalidad en base al grado de fragilidad. «En nuestro grupo pensamos que el ejercicio actúa como un fármaco, por lo que deber ser individualizado y adaptado a las características del paciente. Estamos elaborando una batería de protocolos en función de la valoración geriátrica de los pacientes con la intención de maximizar sus efectos positivos. Por otra parte, tenemos resultados muy prometedores en relación al efecto de la sobreexpresión de enzimas antioxidantes y la prevención de la fragilidad» ha concluido Gómez-Cabrera.
agosto 30/ 2017 (Diario Médico)
http://www.diariomedico.com/2017/08/24/area-profesional/entorno/el-ejercicio-fisico-retrasa-significativamente-la-aparicion-de-la-fragilidad