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Podría creerse que la mamoplastia de aumento es una operación reciente, fruto de la mentalidad actual de culto al cuerpo, pero no es así. Los primeros tratamientos para aumentar la talla de las mamas se realizaron en torno a 1880, aunque la mayoría con desastrosos resultados.
El paso del tiempo, los avances científicos y la modernización de las técnicas, han conseguido que sea algo que está a la orden del día y que ya se realiza en muchos centros. Gracias a la democratización de la cirugía estética, debido una mayor competencia, ha habido un descenso general en el precio del aumento de mamas. Lo que antes era opción solo para unos pocos, ahora casi cualquiera puede permitírselo.
Los inicios de los implantes son de lo más variados, desde bolas de cristal y vidrio, a cartílago, lana, poliéster, esponjas y bolsas de distintos materiales sintéticos. El primer injerto conocido fue una prótesis hecha con tejido adiposo de la propia paciente, de un tumor benigno extraído de su espalda. Las inyecciones de parafina de finales del siglo XIX fueron una mala idea, pero no menos fueron las de silicona de la década de 1950. Los problemas que derivaron de estas prácticas llevaron en muchos casos a la mastectomía como única solución viable.
Los primeros implantes de confianza no llegaron hasta los años 60, con Corning y Gerow, unas bolsas de silicona que ya no producían efectos adversos y eran duraderas en el tiempo. Si bien los materiales, la técnica y la cirugía mamaria han mejorado muchísimo en los últimos años, la idea en sí de las prótesis no difiere tanto de las actuales.
La ciencia sigue avanzando para facilitar que todo el mundo tenga el aspecto que desea y de la forma más sencilla. Así, han surgido nuevas técnicas en el aumento de mamas, como la lipoescultura, o rellenar con tejido graso de la paciente; esto ofrece un aspecto natural, ya que se adecua a los cambios de peso de la paciente. Una de las razones por las que no es muy utilizada es el riesgo de cáncer de mama, que aunque no está demostrado que exista, el temor se encuentra en el trasplante de células madre. Otra técnica consiste en las inyecciones de ácido hialurónico, que se hacen de forma ambulatoria y ofrecen un resultado muy real. Estas últimas son fórmulas todavía poco utilizadas y no dan un resultado permanente, pero la realidad es que ninguna intervención es para toda la vida, ya que incluso los implantes, aunque no se rompan, se aconseja cambiarlos cada 10 años aproximadamente.
mayo 28/2017 (noticiasdelaciencia.com)