Pacientes crónicos y candidatos a terapia biológica conforman un nuevo grupo de riesgo. La forma diseminada de la infección puede ser más habitual en este tipo de enfermos.

El vínculo de la tuberculosis con la pobreza y el virus del sida sigue predominando de forma global, como se constata en los más de 10 millones de personas que desarrollaron tuberculosis en 2015, según el último informe de la Organización Mundial de la Salud (OMS). No obstante, en los países de nuestro entorno, el control del VIH y el acceso a la sanidad pública han dibujado un perfil diferente del paciente con tuberculosis activa: enfermos crónicos, sobre todo ancianos, y con diversas patologías inflamatorias que necesitan una terapia inmunológica.

Carlos Barros, del Servicio de Medicina Interna del Hospital de Móstoles, en Madrid, es testigo de ese cambio, que viene observando a lo largo de las tres décadas dedicado a la clínica de la patología infecciosa; en su unidad se han tratado un total de 1.700 casos de tuberculosis (TB). El especialista dirige el V Curso de Actualización en Antimicrobianos y Enfermedades Infecciosas, una actualización de tres meses en TB de la mano de los principales expertos en España.

Recuerda a DM que un tercio de la población ha estado en contacto con el bacilo; un estado inmunodeprimido favorece que la enfermedad dé la cara. Así acaece en trastornos crónicos como la diabetes, la enfermedad hepática y el alcoholismo. También sucede con pacientes que siguen un tratamiento inmunomodulador. A los bien conocidos enfermos con cáncer y un trasplante, se suman, más recientemente, la artritis reumatoide, espondilitis anquilopoyética, enfermedad de Crohn, colitis ulcerosa, artritis psoriásica y dermatitis atópica grave, entre otras. En esos casos la forma de la enfermedad suele ser diseminada, lo que puede contribuir al retraso diagnóstico. «Aparecen síntomas como fiebre, ascitis, serositis, que pueden hacer pensar que algo no va bien en la enfermedad de base, cuando en realidad se trata de la tuberculosis», comenta Barros.

De ahí la importancia, como ya insisten las guías clínicas de distintas sociedades científicas españolas e internacionales, de que en los pacientes candidatos a esos tratamientos se determine la presencia de infección tuberculosa latente con las dos pruebas disponibles: la cutánea de Mantoux y la detección en sangre de interferón gamma (IGRA).

En ello abunda Paloma Gijón, de la Unidad de Infecciosas en el Hospital Gregorio Marañón, en Madrid. En una investigación que ha llevado a cabo con enfermos reumatológicos candidatos a terapia biológica de su hospital, confirma que la concordancia entre ambas pruebas no es alta, un 76 por ciento. «Hay que hacer las dos pruebas; si una de ellas es positiva o bien si en las pruebas de imagen se aprecian huellas de una anterior infección, habrá que realizar el abordaje profiláctico».

‘Ultrapeligrosas’
La profilaxis enlaza con otro de los grandes desafíos que plantea la TB: las cepas multirresistentes (TB-MDR), que no responden al menos a isoniazida y rifampicina -dos pilares del tratamiento antituberculoso-, y las extremadamente resistentes (XDR-TB), para las que no son eficaces como mínimo la isoniazida, la rifampicina, las quinolonas y uno de los fármacos administrados por vía parenteral. Frente a las peligrosas XDR-TB, ya se han desarrollado nuevos tratamientos (bedaquilina, delamanid).

En España, a diferencia de los brotes en Sudáfrica y Europa del Este, estos casos son minoritarios y, en concreto, las cepas extremadamente resistentes resultan anecdóticas. No obstante, las mutaciones de resistencia surgen de interrupciones terapéuticas, algo frecuente en regímenes de entre seis y nueve meses con un tratamiento no exento de efectos secundarios.

«Para la TB multirresistente, se necesitan dos años de terapia. Por ello, son fundamentales los programas de tratamiento directamente observados (TDO), como el que tiene en marcha la Cruz Roja en la Comunidad de Madrid». Barros destaca que estos programas suponen uno de los principales avances en el abordaje de la TB y, si bien se concibieron por la OMSpara países con una deficiente cobertura sanitaria, tienen todo el sentido en nuestro medio, si se piensa en ese nuevo perfil de paciente crónico y anciano.
febrero 15/2017 (diariomedico.com)

febrero 16, 2017 | Lic. Heidy Ramírez Vázquez | Filed under: Problemas de Salud | Etiquetas: |

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