El aumento de la vida media del paciente seropositivo ha propiciado la aparición de enfermedades habituales en edades avanzadas: osteoporosis, riesgo cardiovascular, problemas renales… que se acentúan por el tratamiento antirretroviral.

Madrid ha acogido la jornada VIH es: ir más allá de la indetectabilidad, organizada por Gilead Sciences, en la que han participado diferentes especialistas y representantes de ONG que trabajan con pacientes con VIH. Según los profesionales sanitarios, uno de los principales retos a los que se están empezando a enfrentar médicos y pacientes, y que se incrementará en los próximos años, es el de las comorbilidades propias del paulatino envejecimiento de la población VIH positiva.

«Nuestros pacientes, afortunadamente, se están haciendo mayores. Su vida media roza los 50 años y cada vez es más frecuente encontrar en ellos enfermedades crónicas propias de edades avanzadas: hipertensión arterial, hipercolesterolemia, osteoporosis, enfermedades renales, problemas neurocognitivos…», aseguró Fernando Lozano, responsable de la Unidad Clínica de Enfermedades Infecciosas y Microbiología del Hospital Universitario Nuestra Señora de Valme, de Sevilla.

«Además, su reloj biológico se pone en marcha antes que en las personas que no están infectadas», añadió Rosa Polo, coordinadora del Grupo Español de Alteraciones Metabólicas (GEAM). Estas comorbilidades, cada vez más frecuentes, no solo traen consigo una muerte prematura; también problemas de polifarmacia y, en consecuencia, de interacciones entre fármacos que, según Lozano, aún son difíciles de abordar.

Carga viral indetectable
«En las consultas cada vez se mira menos la carga viral, porque damos por hecho que el tratamiento va a permitir que los niveles sean prácticamente indetectables. Ahora es más frecuente atender esas comorbilidades, con las que hay que tener especial cuidado», apuntó José Sanz Moreno, de la Unidad de Enfermedades Infecciosas del Hospital Universitario Príncipe de Asturias de Alcalá de Henares.

El paciente seropositivo tiene un riesgo cuatro veces mayor de sufrir enfermedad renal; un 50 por ciento más de posibilidades de presentar fracturas por debilidad ósea; y hasta dos veces más probabilidad de sufrir enfermedad cardiovascular, entre otras cuestiones. En el aumento de estos riesgos están implicados el virus y el tratamiento antirretroviral, «que no está libre de toxicidad», asegura Sanz Moreno. Pero también otros factores como las infecciones por virus de la hepatitis C y de la hepatitis B; el tabaquismo, mucho más perjudicial en estos pacientes; o las depresiones.

Esta situación ha generado diferentes retos entre los especialistas, entre los que destaca el trabajo conjunto con los sanitarios de atención primaria (médicos y enfermeros) y con la experiencia del farmacéutico para evitar esas interacciones negativas provocadas por el aumento en la ingesta de nuevos tratamientos; afianzar los conocimientos sobre estas comorbilidades de todos aquellos que acompañan al paciente en el tránsito de su dolencia: familiares, amigos, ONG…

Fomentar la detección precoz de problemas de este tipo debe ser prioritario, al igual que llevar a cabo acciones preventivas: evitar el consumo de tabaco y de otras sustancias perjudiciales; llevar hábitos de vida saludables, como aumentar los niveles de ejercicio físico, o alimentarse con una dieta mediterránea equilibrada; o tomar el sol de forma moderada para mejorar los niveles de vitamina D y las funciones renales.
noviembre 27/2016 (diariomedico.com)

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