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Un estudio reveló que la contaminación del tráfico daña la salud de la corteza frontal. Establecen la relación entre particulas de metales y enfermedades neurodegenerativas, como el alzhéimer.
Los desechos tóxicos de la contaminación del tráfico representaron hasta el momento una de las mayores amenazas para la salud respiratoria. Y la propia ciencia se encargó de revelar que el problema es aún más profundo, ya que el alcance del daño podría llegar hasta el cerebro.
Un estudio de la Universidad de Lancaster, Inglaterra, identificó que pequeñas partículas de metal desprendidas de los gases de los tubos de escape de los autos puede trasladarse por las vías nasales y llegar hasta el cerebro.
Las complicaciones de tal afección podrían incrementar el riesgo de desarrollo de enfermedades graves, como, por ejemplo, el alzhéimer.
«Este nuevo descubrimiento fue clave para el estudio de la contaminación y la salud del ser humano. Gracias al análisis pudo determinarse que existe un factor de riesgo medioambiental claro ante el alzhéimer», explicó Barbara Maher, la directora del estudio.
La enfermedad de Alzheimer es la primera causa de demencia en el mundo.
– Nuevo campo de estudio
Hasta la actualidad, la comunidad científica identificaba la contaminación ambiental con enfermedades pulmonares y cardíacas. La investigación de la Universidad de Lancaster, publicada en el Proceedings of the National Academy of Science (PNAS)», abrió un nuevo panorama.
Para el estudio, se registraron los casos de 37 personas, 29 de ellas, de entre 3 y 85 años, habían vivido y fallecido en la Ciudad de México DF, una de las zonas más afectadas por la polución. Los ocho restante eran residentes de Manchester que fallecieron por enfermedades neurodegenerativas.
La ciencia había detectado hace tiempo que las nanopartículas de hierro afectaban al cerebro, pero se estimaba que éstas provenían del mineral que el propio organismo humano desarrollaba.
En el estudio de Maher y compañía se detectaron partículas de un mineral habitualmente externo, la magnetita. Ese mineral también puede desarrollarse dentro del cuerpo pero en cantidades mínimas y con una forma dentada. En cambio, las particulas de magnetita encontradas en el tejido cerebral de los individuos mexicanos analizados no solo se manifestaban con grandes cantidades, sino que eran lisas y redondas.
«Esa forma solo puede darse gracias a las altas temperaturas de un motor o los sistemas de freno de un vehículo. Aparecen junto con otros metales, como el platino, que surgen de los convertidores catalíticos», detalló la especialista Maher.
«Es un hallazgo que plantea toda una nueva área de investigación para entender si las partículas de magnetita están causando o acelerando enfermedades neurodegenerativas», añadió.
Tanto los pacientes de Manchester como los mexicanos registraron muy altos niveles de magnetita.
La mayoría de las partículas de contaminación del tráfico pueden quedar atrapadas en la nariz, entrar en los pulmones o hasta en la corriente sanguínea. El problema de las nanopartículas de magnetita es que, al ser tan diminutas, pueden acceder al sistema nervioso e instalarse en la corteza frontal del cerebro.
«El estudio evidencia que la magnetita puede entrar al cerebro, pero todavía no hay un vínculo confirmado y definido con la enfermedad de Alzheimer. Eso habrá que estudiarlo con nuevas investigaciones», detalló Claire Walton, de la organización Alzheimer’s Society.
noviembre 20/2016 (proyecto-salud.com.ar)