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La investigación de terapias que modulan la flora intestinal se adentra en las patologías del envejecimiento.
Diversas investigaciones han comprobado que las dietas con cantidades apropiadas de compuestos antioxidantes mejoran los sistemas reguladores -inmunológico, nervioso y endocrino- y, por tanto, podrían incidir en la longevidad y, sobre todo, en la salud. ¿Los probióticos, que son alimentos funcionales, podrían hacer lo mismo? Mónica de la Fuente del Rey, catedrática de Fisiología de la Universidad Complutense de Madrid, ha respondido a esta cuestión durante una mesa redonda sobre microbiota y envejecimiento celebrada durante el 58 Congreso de la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología, que ha reunido a cerca de 1.100 especialistas en Sevilla, bajo el lema El futuro es hoy.
Los efectos de los probióticos son específicos de una cepa bacteriana concreta; en consecuencia, no se pueden extrapolar ni siquiera a cepas de la misma especie, y además dependen de la dosis y de la posología, según ha relatado la experta.
Hay que tener en cuenta que hay pocos estudios científicos que aborden el efecto de los probióticos en el envejecimiento. «Lo poco que sabemos se desprende de una revisión de 2015 que habla del efecto beneficioso de los probióticos en la composición de la microbiota, de que también puede controlar los síntomas de enfermedades típicas de la vejez -disminuye la duración de infecciones, previene la diarrea asociada a antibióticos y mejora el estreñimiento-, y puede mejorar de una manera preventiva la salud porque incide sobre el sistema nervioso e inmunitario y, por lo tanto, puede aumentar la longevidad, al menos es lo que se ha visto en gusanos y ratones», afirma De la Fuente.
Propiedad ansiolítica
Asimismo, se ha visto en adultos que tienen capacidad ansiolítica para disminuir la percepción del dolor y capacidad antidepresiva controlando el estrés psicológico. En personas mayores sólo hay dos trabajos en los que se observa el potencial para mejorar tanto la memoria como las conexiones sinápticas.
En opinión de Juan Miguel Rodríguez Gómez, también de la Universidad Complutense de Madrid, «en los últimos quince años ha habido una proliferación de productos probióticos que ha generado confusión y escepticismo. Mucha cantidad en poco tiempo y sin ensayos clínicos». Por ello, reclama la elaboración de guías que establezcan el nivel de evidencia en ensayos clínicos que estén bien diseñados y cuál es la posología correcta. «Posiblemente haya una implicación de la Agencia de Medicamentos en el futuro», augura.
También ha abordado otras alternativas para modificar la microbiota, aparte de la dieta, los antimicrobianos y los probióticos, prebióticos y simbióticos. Se trata del trasplante fecal y de la microbiota sintética, que plantean problemas de seguridad, normativos y de estandarización, entre otros.
junio 15/2016 (Diario Médico)