Un equipo de la Universidad de Lund, en Suecia, ha analizado con una técnica preclínica qué ocurre con los pacientes de párkinson que reciben un trasplante de células productoras de dopamina y por qué se desarrollan efectos secundarios.

Investigadores de la Universidad de Lund, en Suecia, han utilizado una técnica preclínica completamente nueva y análisis de tejido de pacientes para mostrar exactamente qué ocurre cuando ciertos pacientes con enfermedad de Parkinson se recuperan como resultado de trasplantes de células nerviosas. También han identificado qué hace que muchos de los pacientes con trasplante desarrollen efectos secundarios graves en forma de movimientos involuntarios.

El tratamiento de la enfermedad de Parkinson ha mejorado en las últimas décadas, pero el problema de los efectos secundarios graves permanece, causados tanto por la medicación como por el trasplante de las células nerviosas. La enfermedad de Parkinson está asociada con un déficit de las células nerviosas que producen el neurotransmisor dopamina en el cerebro, por lo que un método de tratamiento de esta enfermedad es trasplantar células productoras de dopamina en la parte afectada del cerebro.

Después de un trasplante de este tipo, algunos pacientes se han recuperado completamente y otros han experimentado efectos secundarios, movimientos involuntarios conocidos como discinesias. La razón por la que los pacientes trasplantados desarrollan discinesias, que también es un efecto secundario común del tratamiento con medicamentos utilizando L-DOPA, se desconocía hasta ahora.

Desde hace varios años, el investigador Tomás Lund Björklund y sus colegas han estado trabajando para desarrollar una técnica completamente nueva con el fin de analizar cómo las células trasplantadas funcionan realmente cuando son trasplantados en un cerebro afectado por la enfermedad de Parkinson. Colocaron un receptor artificial en la superficie de las células trasplantadas y u medicamento especialmente diseñado activa el receptor, que controla la liberación de dopamina de las células.

Un mando a distancia
En los ensayos con animales han demostrado que este método se puede utilizar para controlar la actividad de las células productoras de dopamina trasplantadas en el cerebro. Cuando las células productoras de dopamina están activas, el animal está casi completamente recuperado.»Es como un mando a distancia para el cerebro. Con el uso de esta nueva técnica, podemos bloquear las células trasplantadas por completo o aumentar su actividad -destaca Tomas Björklund-. Ahora podemos controlar muy de cerca cuándo y cómo funcionan las células cuando se trasplantan en el área del cerebro afectada por la enfermedad».

Mediante el uso de esta nueva técnica, los investigadores han identificado la vía de señalización exacta de las células nerviosas que causan los movimientos involuntarios. La cadena de acontecimientos es la siguiente: cuando los investigadores activan las células productoras de dopamina a través de un receptor específico, 5-HT6, que es sensible al neurotransmisor serotonina, adenosín monofosfato cíclico aumenta dentro de las células trasplantadas, lo que lleva a una liberación anormal de dopamina de las células, que en última instancia causan discinesia entre los animales.

«Ahora hemos sido capaces de trazar exactamente qué hace eficaz como tratamiento al trasplante de células nerviosas. Hemos tenido acceso al material único del paciente a partir de un paciente sometido a este tipo de trasplante de células y hemos hallado una expresión muy elevada del receptor que causa los efectos secundarios. El descubrimiento es importante para que el tratamiento clínico futuro con transplante de células se realice con menos riesgo de efectos secundarios y mejorar el efecto del tratamiento», añade.

«Hay planes avanzados en muchas partes del mundo para llevar a cabo nuevos estudios clínicos con trasplantes de células nerviosas de fetos y células madre contra la enfermedad de Parkinson, lo que significa que ahora es más importante que nunca identificar los mecanismos subyacentes en el cerebro», concluye.
mayo 6/2016 (Diario Médico)

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