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Donde continúan las tareas de limpieza y se mezclan los indicios imposibles de disimular de un pasado arruinado con una incertidumbre en torno al futuro.
La planta está en ruinas. Luego de la explosión del reactor nú mero 4 en la madrugada del 26 de abril de 1986 fueron desactivados gradualmente los otros reactores y el complejo no ha producido un voltio de electricidad desde el año 2 000. A escasos cientos de metros, cientos de obreros trabajan en la construcción de una notable estructura con forma de arco que será el primer paso con miras al retiro de toneladas del material radioactivo que todavía queda en el lugar.
El proyecto de limpieza, que tiene un costo de 2 000 millones de euros (2 300 millones de dólares), es financiado por donaciones internacionales y por el Banco Europeo para la Reconstrucción y el Desarrollo, está enfrascado en una carrera contra el tiempo.
Tras la explosión y el incendio que despidió una nube radiactiva sobre buena parte del norte de Europa, se construyó un «sarcófago» sobre el reactor, una estructura de acero y cemento que tenía por fin evitar la fuga radiactiva.
Fue un trabajo hecho de apuro, completado en solo cinco meses. La estructura debía durar solo 30 años y está seriamente deteriorada.
Cuando se complete la construcción de la nueva estructura tubular, que tendrá el equivalente a 30 pisos, será trasladada mediante rieles y cubrirá el reactor y el sarcófago. Posteriormente, máquinas robóticas desmantelarán el sarcófago y destruirán el reactor. También recogerán el material para transportarlo a un depósito cercano. Se espera que ese proceso comience en el 2017.
«El arco está terminado: 108 metros (354 pies) de altura, 250 metros de ancho y 150 meteros de largo. Será algo seguro, que durara 100 años y le dará a Ucrania la posibilidad de desmantelar el reactor número 4 y de hacer que el lugar vuelva a ser seguro para siempre», afirmó David Driscoll, director de seguridad del consorcio francés Novarka que está construyendo la estructura.
Si uno se aleja un poco del lugar, se diluye el sonido de vehículos pesados y el repiqueteo de las herramientas de construcción y un silencio total envuelve la ciudad fantasma de Pripyat.
Localizada a cuatro kilómetros (2,5 millas), Pripyat fue construida para alojar a los trabajadores de la planta. Inaugurada en 1970, representaba el ideal soviético: cuadras de edificios en torre, con una gran plaza central frente a la cual había un gran hotel y se encontraba el Palacio Energetik de la Cultura. Las 50 000 personas que vivieron allí fueron evacuadas a los apurones después de la explosión. Hoy, los únicos sonidos humanos son los de turistas que visitan la zona en grupos y se maravillan ante los siniestros escombros, incluida una rueda de la fortuna que debía comenzar a funcionar pocos días después de la explosión.
Luego del desastre, las autoridades crearon una Zona de Alienación alrededor de la planta, un área de 2 600 kilómetros cuadrados (1 000 millas cuadradas) en la que nadie podía vivir. Pero, mal que mal, la vida continúa en el pueblo de Chernobyl, donde los trabajadores de la planta pasan temporadas. Generalmente están dos semanas y después tienen dos semanas libres para evitar una exposición prolongada a las sustancias que penetraron la tierra.
Unos pocos cientos de personas que fueron evacuadas regresaron. El apego a sus viviendas pudo más que el temor a la radiación.
Si bien la desolación en la zona de Chernobyl es visible, el sufrimiento de las personas afectadas por el accidente es casi imperceptible. Unas 600 000 personas fueron reclutadas para combatir el incendio –trabajando a veces un minuto para luego salir corriendo y evitar la radiación–, manejar camiones contaminados o abocarse a otras tareas de limpieza.
Treinta años después esta gente sigue sufriendo problemas de salud. Un informa del ministerio de salud ucraniano dice que solo el 5 % de ellos puede ser considerado realmente sano.
Es difícil, sin embargo, tener una idea cabal de la magnitud real de los trastornos de salud asociados en el desastre de Chernobyl. Un informe del Foro de Chernobyl en el que participó la Agencia de Energía Atómica en el 2005 dijo que hubo probablemente unas 4 000 muertes asociadas con la radiación. La agencia de las Naciones Unidas abocada a temas de la salud dijo que más de 9 000 personas podrían morir por la radiación y algunas organizaciones, incluidas Greenpeace, estimaron que la cifra de muertos podría ser diez veces esa cifra.
Los traumas psicológicos persisten luego de tres décadas.
«Muchos de los que intervinieron, especialmente en los primero meses y días, recibieron dosis de radiación incompatibles con la vida», expresó a la Associated Press Oleksander Zhyzhchenko, quien colaboró en las tareas de limpieza. «La gente que vivía en Pripyat tiene una palabra para describir esta tragedia: Guerra».
abril 24/ 2016 (PL) Tomado del Boletín de Prensa Latina Copyright 2016. Agencia Informativa Latinoamericana Prensa Latina S.A.