La introducción de estructuras tridimensionales de neuronas, en lugar de neuronas aisladas, podría ser más útil en la enfermedad neurodegenerativa.

La inyección de unas estructuras con neuronas podría ser de utilidad en las enfermedades neurodegenerativas, como el mal de Parkinson, según demuestra un estudio en «Nature Communications» que se ha realizado con ratones.

Un grupo de científicos de las universidades de Rutgers y Stanford, apoyados por los Institutos Nacionales de Salud (NIH) estadounidenses, ha diseñado una nueva tecnología que consiste en una especie de estructura tridimensional o andamio sobre el que se colocan células de pluripotencialidad inducida o células iPS obtenidas de tejido adulto, a su vez diferenciadas en neuronas mediante la introducción de la proteína NeuroD1.

Estos andamios o islas en 3D cargadas de células sanas se inyectan en los cerebros de ratones que sufren un modelo de enfermedad neurológica. De esta forma, se imita la configuración de las neuronas en el cerebro, que están intercomunicadas, y los resultados son superiores a la administración de células solas, no agrupadas, como destaca Prabhas V. Moghe, autor principal del estudio y director de investigación de la escuela de Ingeniería y Ciencias de la Salud en la Universidad Rutgers.

Los andamios, de unos 100 micrómetros de grosor -más o menos el tamaño de un cabello humano-, se fabrican con fibras de polímero: cientos de neuronas se unen a estas fibras y se ramifican, conectándose entre ellas y enviando sus señales. «Tomamos un montón de estas islas y las inyectamos en el cerebro del ratón. Las neuronas sobrevivieron muy bien; de hecho, mejor que las neuronas aisladas inyectadas», explica Moghe.

El siguiente paso ahora es mejorar los biomateriales que conforman el andamio, lo que permitiría a los científicos aumentar el número de neuronas implantadas. «Cuantas más podamos introducir, mayor será el efecto terapéutico», dijo Moghe. De ahí que el espacio entre las fibras de polímero sea crítica: «Si la estructura es demasiado densa, las neuronas no podrán integrarse, y si está demasiado espaciada, la organización de la red también resultará pobre», observa el científico, que recuerda que la separación idónea debería permitir a las neuronas sentir la presencia cercana de otras células para establecer la comunicación.

Los investigadores están a la espera de los datos definitivos que se extraigan de los modelos murinos con enfermedad de Parkinson y calculan que, si todo avanza de forma positiva, en una o dos décadas se podría poner a prueba esta tecnología en seres humanos.
abril 14/2016 (Diario Médico)

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