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El entrenamiento musical intenso genera cambios en áreas sensitivo-motoras y mejoras en la discriminación auditiva y en la sincronización motora, según un estudio del Idibell.Desde la segunda mitad del siglo XX, equipos de neurocientíficos de todo el mundo han intentado comprender la capacidad que tiene nuestro cerebro para adaptarse a las experiencias vividas y al entorno. En la última década, varios estudios han investigado los cambios que pueden causar ciertos entrenamientos, como la práctica musical, sobre el cerebro.
El entrenamiento musical intenso genera cambios en áreas sensitivo-motoras y mejoras en la discriminación auditiva y en la sincronización motora. Además, las últimas investigaciones apuntan a que cuanto más joven se empiece la formación musical, mayores son estos cambios estructurales y funcionales en el cerebro.
El estudio que el grupo de la Unidad de Cognición y Plasticidad Cerebral de Barcelona, asociada a la Universidad de Barcelona y al Instituto de Investigación Biomédica de Bellvitge (Idibell) publica en la «revista NeuroImage«, contribuye a aumentar el conocimiento sobre plasticidad cerebral en músicos.
Se reclutó un grupo de 36 pianistas de alto rendimiento, entre los que había 21 que empezaron su formación musical antes de los 7 años, y 15 que comenzaron a los 7 años o después de esa edad, y otro grupo de 17 estudiantes universitarios sin formación musical.
El objetivo era mirar las posibles diferencias que podía haber en la anatomía cerebral de estos dos grupos, así como las diferencias entre los pianistas que empezaron a tocar el piano antes y después de los 7 años de edad. Se utilizó la resonancia magnética estructural, que permite obtener medidas sobre el volumen de materia gris de todo el cerebro, así como calcular y visualizar las áreas en las que existen diferencias entre los grupos.
Además, 28 de los pianistas completaron una tarea de interpretación de escalas musicales en el piano, para obtener una medida objetiva de su habilidad y su precisión temporal cuando tocan el piano.
Comparando con los no-músicos se encontró que los pianistas presentaban más materia gris en áreas relacionadas con el aprendizaje -como el hipocampo-, con el control y procesamiento sensorio-motor -el putamen y tálamo-, con el sistema de recompensa y el procesamiento emocional -la amígdala-, así como con el procesamiento auditivo y del lenguaje -la corteza temporal superior izquierda-; pero mostraban menos materia gris en áreas de control sensorio-motor -el giro poscentral-, de procesamiento de estímulos musicales -la corteza temporal superior derecha- y que se han relacionado con la lectura de partituras, como el giro supramarginal.
Además, entre los pianistas se vio que el putamen derecho se correlacionaba significativamente con la edad de inicio del entrenamiento musical, es decir, que cuanto más tarde hubieran empezado a tocar el piano, más volumen de materia gris presentaban en el putamen derecho.
El putamen es una estructura profunda del cerebro cuya función principal es el control motor y la automatización de movimientos. El volumen de materia gris en este núcleo se ha relacionado previamente con la habilidad para tocar el piano en la misma dirección que en el presente estudio: cuanta más habilidad para tocar el piano (más automatización), menos materia gris se encuentra. Una de las interpretaciones de este resultado es que los pianistas que han empezado más jóvenes han podido realizar un proceso de optimización de un circuito muy usado en estos músicos. Ésta podría ser también la razón por la que en la comparación entre músicos y no-músicos se encontró menos materia gris en algunas áreas cerebrales relacionadas con la ejecución musical.
Respecto a la tarea de interpretación de escalas, aquellos pianistas que habían empezado su entrenamiento musical antes de los 7 años de edad tocaban con mayor regularidad que los que habían empezado después de los 7 años, pese a que en la actualidad todos los pianistas del estudio practicaban la misma cantidad de horas y habían alcanzado el mismo nivel de profesionalidad.
Como conclusión, el estudio observó que una muestra muy homogénea de músicos (pianistas de alto rendimiento, sin diferencias en la cantidad de horas de práctica a lo largo de su vida o en la actualidad) presentaba incrementos y decrementos en el volumen de materia gris en diferentes regiones del cerebro comparados con participantes sin formación musical. Además, pese a tener el mismo nivel, haber acumulado la misma cantidad de horas tocando el piano a lo largo de su vida y practicar el mismo número de horas en la actualidad, los pianistas que empezaron su entrenamiento musical antes de los 7 años mostraban mayor eficiencia cerebral y en la ejecución musical (observable como un menor volumen en el putamen derecho y una mayor regularidad al tocar escalas en el piano).
Estos hallazgos pueden ser de gran interés a nivel educativo, de cara, por ejemplo, a integrar más horas de formación musical en la educación reglada, o para utilizar la música como herramienta de estimulación temprana (durante la infancia).
febrero 5/2016 (Diario Médico)