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Un estudio español que publica «Nature Reviews in Rheumatology» describe los mecanismos de la naturaleza crónica y progresiva de la gota en ausencia o insuficiencia del tratamiento.
La gota se debe a la formación y depósito de cristales de urato monosódico preferentemente en articulaciones, como consecuencia de la elevación del ácido úrico en la sangre y, hasta ahora, se desconocían sus mecanismos de formación y los lugares y motivos precisos en los que ocurren. Este desconocimiento se debía, en gran parte, a que los cristales se disuelven en el proceso de fijación de los tejidos, necesario para su tinción y examen por parte de los patólogos, por lo que no aparecen en las preparaciones histológicas.
Un estudio de Eliseo Pascual, catedrático emérito de Medicina de la Universidad Miguel Hernández (UMH) de Elche, y ex jefe de la Sección de Reumatología del Hospital General de Alicante, ha sentado las bases para entender cómo y dónde se forman dichos cristales. El trabajo, publicado en «Nature Reviews in Rheumatology», contribuye a una mejor comprensión de la naturaleza crónica y progresiva de la gota en ausencia o insuficiencia del tratamiento.
Según Pascual, el desarrollo ha sido posible gracias a tres descubrimientos que «proporcionan una información diferente y complementaria»: por un lado, la apreciación de bandas de fibras de colágeno de la superficie del cartílago articular con un depósito muy ordenado de cristales -un hallazgo realizado por el propio Pascual hace unos 20 años-; en segundo lugar, al hacerse preparaciones histológicas por el método empleado para las biopsias quirúrgicas (cortes tras congelación del tejido sin fijar), los cristales se conservan, lo que permite relacionarlos con los tejidos donde se forman y poder deducir con razonable precisión los mecanismos de formación. A todo ello, se le han sumado datos recientes sobre la localización de los cristales de urato obtenidos mediante ecografía de alta sensibilidad.
Gracias a esta labor de recopilación, para la que ha contado con la colaboración de Lia Addadi, experta en biomineralización del Departamento de Biología Estructural del Instituto Weizmann (Israel), y coautora del estudio, se ha comprobado que esencialmente los cristales se forman en la superficie del cartílago articular sobre fibras colágenas del cartílago que han sido alteradas por un proceso de artrosis muy precoz, «dando lugar a un depósito muy estructurado de filas de cristales sobre bandas ondulantes, lo cual indica que ese es un sitio primario de formación».
Los cristales se nuclean en sitios que presentan estructura complementaria al cristal que se crea, «complementariedad que disminuye la energía precisa para su formación y determina el sitio donde se nuclea». Asimismo, se forman en el interior de diferentes tendones como el de Aquiles, el rotuliano o los flexores de los dedos de la mano, así como en ligamentos, sitios donde al no producirse inflamación de suficiente magnitud (aunque sí de baja) pasan desapercibidos. De forma más tardía, se forman nódulos (o tofos) donde inicialmente se nuclean cristales de forma ordenada en los tejidos para luego crecer nuevos cristales sobre los anteriores.
Además de los tofos externos y palpables, Pascual indica que «también se forman interiormente y solo se perciben por técnicas de imagen». Los cristales aquí se generan sobre cristales previos en lo que se denominan formaciones esferulíticas, que adquieren un aspecto en abanico y que son frecuentes en diferentes cristalizaciones naturales y formaciones geológicas. De hecho, son estos tofos los que al crecer junto al hueso articular dan lugar a las erosiones que se aprecian en radiografías en gota de suficiente duración y que dañan la articulación.
Para Pascual, este trabajo «establece con bases morfológicas muy sólidas la naturaleza de la gota como enfermedad por depósito de cristales y permite entender cómo se van formando nuevos cristales si no se trata», recordando que «estas formaciones no habían recibido atención».
HACIA UNA MEJOR COMPRENSIÓN
Aunque estos hallazgos no influyen de forma directa sobre el tratamiento, contribuyen claramente a la comprensión de la enfermedad, a veces tomada como una enfermedad episódica y solamente presente durante los ataques de artritis gotosa y que es, en realidad, una consecuencia del depósito permanente y creciente en el tiempo y aparece en nuevos sitios si no se trata. Los depósitos de cristales en ausencia de síntomas producen inflamación local, lo que favorece la aterosclerosis y sus consecuencias como la enfermedad cardiovascular, que es más frecuente en pacientes gotosos. Además, hay informes recientes sobre mayor impotencia en estos pacientes, debida a aterosclerosis y la consiguiente disminución del flujo sanguíneo de los vasos que aportan sangre para la erección. Pascual ha concluido recordando: «de especial importancia para los posible pacientes es saber que tenemos técnicas diagnósticas muy precisas y tratamientos muy eficaces, lo que hace que la gota sea considerada como una enfermedad curable, ya que el depósito de cristales de urato se disuelve normalizando la uricemia».
diciembre 18/2015 (Diario Médico)