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¿Aceptaría un reparto donde a usted le dieran una golosina y a otra persona cuatro? ¿Y si fuera al revés?
Un equipo de científicos se lo ha planteado a más de 1 600 niños de siete países de entre cuatro y quince años, y han encontrado una respuesta negativa unánime ante las desigualdades y el abuso de poder. Algunos incluso protestaban aunque salieran ganando.
El estudio liderado por Peter Blake y Katherine McAuliffe demuestra que los niños manifiestan más pronto el rechazo hacia el abuso y las injusticias sobre sí mismos que una actitud generosa hacia los demás
El concepto de justicia desempeña un papel fundamental en las relaciones humanas y es una de las bases del funcionamiento de cualquier sociedad. Aunque ya se sabía que este principio ético se empieza a formar durante la niñez, ahora un equipo internacional de científicos lo ha querido comprobar con un experimento real.
Los investigadores han seleccionado 866 parejas de niños de entre 4 y 15 años en distintos países (Canadá, India, México, Perú, Senegal, Uganda y Estados Unidos), a los que asignaron aleatoriamente pequeños dulces cuya distribución podía ser igualitaria (1-1) o desigual (4-1 o 1-4). Uno de los participantes era el encargado de decidir si aceptaba el reparto; en caso contrario, ambos participantes se quedarían sin nada.
Los niños preferían quedarse sin nada antes de que su pareja obtuviese más dulces que ellos, expresando así su rechazo a la desigualdad
Este tipo de juegos, muy utilizados en ciencias económicas, se utiliza para demostrar que, racionalmente, siempre se debería aceptar la distribución, porque se obtienen ganancias, aunque sean mínimas. No obstante, los seres humanos funcionan más por lo emocional y tienden a rechazar las injusticias y el abuso de poder.
Así lo confirmaron los resultados, que se publican en la revista Nature
Los niños prefirieron, en general, quedarse sin nada antes que su pareja obtuviese más dulces que ellos, expresando así un rechazo a la desigualdad.
“Queríamos observar el comportamiento de los niños cuando se encontrasen en una situación de desigualdad, lo cual implicaba examinar las dos caras de la moneda: cuando uno recibía más que el otro y cuando recibía más”, explica
Peter Blake, investigador en la Universidad de Boston, Estados Unidos y coautor del estudio.
«El hecho de que los niños de todos estos países rechazasen las golosinas cuando recibían menos que su pareja hace de este comportamiento –oponerse a la desigualdad– parezca una característica intrínseca de los seres humanos”, opina Blake, aunque añade: “No obstante, no podemos asegurar que esta sea una tendencia innata. Es posible que alrededor de los cuatro años de edad los niños hayan aprendido cómo responder así ante situaciones de inequidad”.
Influencia social y cultural
El rechazo y la protesta ante los repartos injustos se manifestaban en todos los participantes, pero los más mayores (preadolescentes) de tres países se mostraron más generosos, lo que sugería una influencia de criterios culturales y sociales. En concreto, los niños de Canadá, Estados Unidos y Uganda fueron los que se mostraron reacios a recibir más que su pareja.
En las sociedades occidentales se suelen establecer normas orientadas a la igualdad, por lo que es posible que los niños que viven en estas comunidades se enfrenten a presiones sociales para interiorizar y aplicar estos valores, según apuntan los investigadores.
Los niños de Canadá, Estados Unidos y Uganda rechazaron repartos injustos, aunque salieran ganando
El caso de Uganda se podría explicar por la interacción diaria de los niños con profesores occidentales en las escuelas, aunque también podrían existir otros factores que influyan en ese comportamiento más generoso.
Los resultados, por tanto, apuntan a que las tendencias o elecciones pueden seguir procesos psicológicos diferentes, y que la cultura tendría una influencia bastante importante en la formación de las ideas de justicia y generosidad.
Los investigadores reconocen la necesidad de llevar a cabo más estudios en el futuro, incluyendo una muestra mayor con miembros de sociedades forrajeras, horticultoras o pastoriles en las que la idea de justicia puede variar con respecto a las comunidades analizadas. Incluir a personas procedentes de estos entornos ayudaría a identificar las circunstancias a partir de las cuales emergen los distintos tipos de aversión a la desigualdad.
“Por ejemplo, en algunas poblaciones pequeñas los adultos rechazan recibir una recompensa en función de las normas sociales que rigen su comunidad. Estudiar a este tipo de grupos nos permitirá entender cómo los niños se adaptan a las normas locales y actúan en consecuencia”, concluye Blake.
Fuente: Blake P., McAuliffe K. et al. “The ontogeny of fairness in seven societies” Nature, 18 de noviembre de 2015. DOI: 10.1038/nature15703