ago
31
Un estudio realizado en los Estados Unidos muestra que los enfermos que abandonan el hábito después de un infarto presentan un nivel de recuperación intermedio en lo que respecta a dolor torácico, salud mental y calidad de vida.
Un estudio acaba de demostrar que dejar de fumar después de un ataque al corazón tiene beneficios inmediatos, incluyendo menos dolor en el pecho, mejor calidad de la vida cotidiana y mejor salud mental. Muchos de estos progresos se hacen evidentes tan sólo un mes después de abandonar el tabaco y son más pronunciados después de un año, según una investigación de la Escuela de Medicina de la Universidad de Washington en St. Louis, Estados Unidos.
«Incluso en las personas que fumaban y tuvieron un ataque al corazón, vemos mejoras bastante rápidas en medidas importantes de la salud y la calidad de vida cuando dejan de fumar después de sus ataques al corazón, en comparación con las personas que continúan fumando», afirma la profesora asistente de Medicina Sharon Cresci, autora principal del trabajo, que se publica en Circulation: Cardiovascular Quality and Outcomes.
Hace tiempo que se sabe que dejar de fumar después de un ataque al corazón reduce el riesgo de que se produzca otro ataque ataque y el riesgo de muerte en general, pero se sabía poco acerca de otros beneficios que podrían tener un efecto más inmediato en la vida cotidiana de la y proporcionar una motivación adicional para dejar el hábito.
Los investigadores analizaron los datos de cerca de 4 000 enfermos que participan en varios ensayos grandes que analizan los ataques cardiacos y la recuperación. En el momento de los ataques cardiacos, los enfermos fueron clasificados como personas que nunca habían fumado, exfumadores que dejaron el tabaco antes de los ataques al corazón o fumadores activos. Entre los fumadores activos, el 46 % abandonó el hábito en el primer año después de sus ataques al corazón.
«Obviamente, los enfermos que nunca habían fumado evolucionaron mejor después de sus ataques al corazón –señala Cresci–; los que habían dejado de fumar antes de los ataques al corazón se hallaban en un estado semejante al de quienes nunca habían fumado, y los enfermos que habían dejado de fumar después de los ataques al corazón presentaban un nivel intermedio de recuperación, pero se hallaban notablemente mejor que los fumadores activos, a los que les fue peor en la cantidad de dolor en el pecho que experimentan y en sus respuestas a los cuestionarios que evalúan la salud mental y calidad de vida».
Las mejoras en la salud siguieron siendo significativas incluso cuando los científicos controlaron otros factores que inciden en la salud mental y la calidad de vida, como depresión prexistente, otros trastornos médicos y factores socioeconómicos. Uno de los indicadores más importantes de cómo le va a un enfermo después de un ataque al corazón es la frecuencia y el grado de angina –dolor o pesadez en el pecho que puede irradiarse hacia el brazo izquierdo y el cuello–. A veces incluye náuseas y dificultad para respirar.
Cuando se mantiene durante un periodo de tiempo, la angina de pecho puede indicar que una persona está teniendo un ataque al corazón. Además, episodios breves, incluso intermitentes, durante un paseo o cuando se suben escaleras, pueden ser alarmantes, reduciendo la calidad de vida y afectando a la salud mental.
«La angina de pecho puede ser muy debilitante para los enfermos –apunta Cresci, cardiólogo del ‘Barnes-Jewish Hospital’, en Saint Louis, Estados Unidos–. Los episodios de angina de pecho son alarmantes, especialmente cuando los enfermos acaban de tener un ataque al corazón. Los síntomas son una señal de que el corazón no está recibiendo suficiente oxígeno, lo que afecta la calidad de vida cotidiana de la gente».
Cresci subraya que la atención estándar para los fumadores que han tenido ataques cardiacos incluye ofrecer apoyo para dejar de fumar. Cresci, también profesor asistente de Genética, está realizando estudios mirando los factores genéticos que podrían hacer que sea más fácil para algunas personas dejar de fumar. Un estudio investiga si la genética puede predecir qué pacientes pueden beneficiarse más de tipos específicos de estrategias para dejar de fumar, como el reemplazo de la nicotina o el asesoramiento.