Una avalancha de estudios alerta del riesgo para la salud del bisfenol A y otras sustancias. Aún quedan aspectos por aclarar, como el umbral de exposición que se considera nocivo.

A estas alturas, casi nadie se atreve a negar que compuestos como el bisfenol A (BPA), los parabenos o los ftalatos ejercen un efecto negativo en la salud. La incertidumbre aparece cuando se trata de discernir el nivel de exposición a partir del cual comienzan a dañar el organismo y las enfermedades con las que se asocian estos y muchos otros disruptores endocrinos.

Un estudio publicado hace unos días da cuenta de la relación entre el bisfenol A y un mayor riesgo de asma infantil, pero solo cuando la exposición ha sido postnatal.

Estudios no faltan, pero no todos ellos resultan igual de clarificadores. Tomando como muestra solo el BPA, en los últimos meses se han publicado numerosos trabajos que lo relacionan con enfermedades de muy diversa índole. Uno de los más recientes, que aparece en Journal of Allergy and Clinical Immunology, da cuenta de una asociación entre la exposición al BPA y un mayor riesgo de asma infantil.

Tras descartar otros factores asociados al asma, los investigadores observaron que solo existía una asociación positiva entre el contacto postnatal con el disruptor endocrino y la enfermedad. En cambio, la relación entre la exposición prenatal y el riesgo de disnea y asma era inversa. Este resultado contrasta con el de un estudio anterior que constató que la exposición al BPA durante el segundo trimestre de gestación incrementaba el riesgo.

Desarrollo cerebral
Otro estudio reciente, publicado en la edición en línea de Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS) el 25 de febrero, ha mostrado en neuronas de ratón, rata y humanos que el BPA puede afectar al desarrollo cerebral al alterar la regulación génica. En enero, PLoS ONE recogía un estudio que explicaría, al menos en parte, el vínculo entre BPA y diabetes tipo 2. Ese mismo mes aparecía en Kidney International una investigación que vinculaba el BPA a un mayor riesgo de enfermedad cardiaca y renal en niños y adolescentes.

«Necesitamos urgentemente más investigación para obtener una imagen más completa», ha afirmado María Neira, directora de Salud Pública de la OMS.

La obesidad, la diabetes tipo 2 y los problemas de fertilidad también figuran entre las enfermedades recientemente asociadas al BPA. La pregunta que cabe plantear es hasta qué punto son sólidas las evidencias científicas que advierten sobre estos posibles riesgos del BPA y de otros disruptores endocrinos. Algunos informes recientes dan algunas pistas a este respecto.

Uno de ellos es el que han encargado el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (Pnuma) y la Organización Mundial de la Salud (OMS) a un grupo de expertos en la materia, denominado Estado de la ciencia de los disruptores endocrinos 2012. Con motivo de la publicación de este documento a finales de febrero, la directora de la OMS para la Salud Pública y el Medio Ambiente, María Neira, afirmó: «Necesitamos urgentemente más investigación para obtener una imagen más completa de los efectos sobre la salud y el medio ambiente de los disruptores endocrinos».

El BPA presente en la sangre de la población general es varias veces inferior a los niveles que causan toxicidad en animales, según un metanálisis presentado recientemente

Nuevas evidencias
En todo caso, aunque los autores del informe confirman que aún quedan muchas lagunas, también señalan que se han producido avances importantes desde la publicación del último documento de la OMS y el Pnuma sobre la cuestión, que data de 2002. Dicho texto concluía que «la evidencia de que la salud humana pueda verse afectada de forma adversa por la exposición a sustancias con actividad endocrina es débil».

En cambio, el informe de 2012 asegura que ya existen estudios que aportan «evidencia de efectos reproductivos adversos (infertilidad, cáncer, malformaciones) debidos a la exposición a disruptores endocrinos y también hay pruebas crecientes de los efectos de estas sustancias en la función tiroidea, la función cerebral, la obesidad y el metabolismo y la homeostasis de insulina y glucosa».

De ahí que los responsables del documento señalen la conveniencia de adoptar medidas para minimizar la exposición a estos compuestos. Entre otras razones, porque es posible que los nuevos datos que emerjan aporten perspectivas aún más negativas.

Pero no siempre se subestiman los efectos. Un metanálisis de 150 estudios de exposición al BPA presentado en la última reunión anual de la Asociación Americana para el Avance de la Ciencia incide en que el BPA presente en la sangre de la población general es varias veces inferior a los niveles que causan toxicidad en animales. Por lo tanto, se impondría la cautela en la extrapolación de los estudios en animales.

Esto indicaría que los niveles de BPA en muestras de sangre humana estarían, en general, muy por debajo de los requeridos para causar un efecto significativo en los receptores estrogénicos y producir efectos biológicos. Los autores del estudio advierten de la necesidad de emplear un lenguaje más exacto al informar sobre los hallazgos en este terreno.
En caso de duda, principio de precaución

A pesar de las incógnitas, la prudencia se va haciendo hueco en los órganos de decisión. Prueba de ello es la prohibición del bisfenol A en los biberones en la UE, que algunos países han extendido a todos los materiales en contacto con alimentos infantiles.

En el Curso de actualización en Pediatría 2012, Nicolás Olea, catedrático de la Universidad de Granada, aconsejó: «Mientras que nuevos trabajos epidemiológicos tratan de establecer asociaciones entre la exposición y sus consecuencias sobre la salud humana, no queda más que actuar con cautela, tratando de disminuir la exposición según las recomendaciones del principio de precaución».

Múltiples sustancias ubicuas en sociedades económicamente desarrolladas

Las fuentes de los disruptores endocrinos son muy diversas. Estos son algunos ejemplos.

DDT y sus metabolitos. Plaguicidas. Fueron prohibidos en 1972, pero siguen apareciendo en sangre y tejidos humanos.

Dieldrín. Plaguicida prohibido en Estados Unidos en 1974.

Clordecona. Plaguicida prohibido en Estados Unidos en 1977 Endosulfán y compuestos relacionados. Plaguicidas actualmente en uso.

Toxafeno. Plaguicida prohibido en Estados Unidos en 1982.

Alquilfenol polietoxilatos. Surfactantes industriales presentes en detergentes, componentes de plásticos con propiedades antioxidantes y/o maleables.

Ftalatos. Ablandadores del plástico en chupetes y mordedores. Plastificantes del PVC y cosméticos.

Bisfenol A. Precursores de resinas epoxi. Subproductos de plásticos tras digestión microbiana y degradación.

Butilhidroxianisol. Antioxidante.

PCB. Transformadores eléctricos, prohibidos en 1970.

Fenilfenol. Limpiadores, desinfectantes.

Bifenilos polibromados. Retardadores de la llama.

Perfluorados. Recubrimientos en sartenes y utensilios de cocina.

Parabenos. Cosmética.

Benzofenonas, canfenos y cinamatos. Filtros UV empleados en cosmética.
noviembre 9/2013 (Diario Médico)

Kathleen M. Donohue, Rachel L. Miller, Matthew S. Perzanowski, Allan C. Just, et al. Prenatal and postnatal bisphenol A exposure and asthma development among inner-city children. Journal of Allergy and Clinical Immunology vol. 131 (3), págs 736-742.e6.

Mohan Manikkam, Rebecca Tracey, Carlos Guerrero-Bosagna, Michael K. Skinner. Plastics Derived Endocrine Disruptors (BPA, DEHP and DBP) Induce Epigenetic Transgenerational Inheritance of Obesity, Reproductive Disease and Sperm Epimutations. PLOS ONE 2013.

noviembre 9, 2013 | Lic. Heidy Ramírez Vázquez | Filed under: Endocrinología | Etiquetas: , , , |

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