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Siete sociedades firman las recomendación de ingesta hídrica.
Los aportes hídricos son diferentes en función de la edad, el sexo, la situación fisiológica y la indicación terapéutica. Por eso, la Sociedad Española de Nutrición Comunitaria (SENC) ha coordinado el documento de consenso Pautas de hidratación en la asistencia sanitaria integral, que se presentó en Madrid.
Según Javier Aranceta, presidente de la SENC, el consenso ayudará a cumplir la función asistencial y determina las recomendaciones del equilibrio hídrico. «Una deshidratación del 1-2 % produce una pérdida del rendimiento cognitivo, cefaleas, sensación de cansancio, reduce la capacidad de concentración y eleva la frecuencia cardiaca».
En su detección hay consideraciones ambulatorias de la deshidratación que puede observar el facultativo en el paciente, como la turgencia de la piel, el color de las mucosas y de la orina, la consistencia de las heces y el peso corporal. No obstante, lo más importante es concienciar a la población de la necesidad de hidratarse correctamente según sus condiciones. Por ello, en adultos se aconsejan 2,5 litros diarios, y elevar la ingesta 0,3 litros durante la gestación y de 0,5 a 0,7 litros en lactancia, ya que «el 90 % del contenido de la leche materna es agua», dice Aranceta.
Consejos específicos
Desde AP se pueden dictar recomendaciones específicas, como ocurre en enfermedades como la insuficiencia cardiaca, la renal crónica y la ascitis, en las que se aconseja una ingesta hídrica disminuida y en las que hay que atender a los aportes de sodio. Lo mismo ocurriría si es necesario prescribir una mayor toma en enfermedades como xerostomía, enfermedad inflamatoria intestinal, estados febriles, diarreas o vómitos.
En la población mayor el agua corporal se reduce en torno al 20 %, lo que les hace más vulnerables a la pérdida de líquidos, a la reposición insuficiente, o a un aumento de necesidades por el consumo de fármacos, el ambiente caluroso o las enfermedades crónicas.
Alberto López Rocha, presidente de la Sociedad Española de Médicos de Residencias (Semer), aconseja individualizar la ingesta de líquidos en este grupo. «No se debe esperar a tener sed. Hay que crear hábitos de ingesta de líquidos, sobre todo en ayunas». Considerar el agua como si se tratara de un medicamento y hacerla más atractiva con el añadido de edulcorantes o espesantes también puede ayudar a mejorar la hidratación. «Esta debe ser gradual a lo largo del día y del año, incluso en invierno».
Alberto Tejedor, de la Sociedad Española de Nefrología (SEN), anima a atender a la sed como el mecanismo que mejor asegura la hidratación adecuada entre los límites de ingesta máxima y mínima de agua. «Para eliminar un litro de agua un riñón normal requiere 1,5 gramos de sal. Por tanto, en una dieta normal con 10 gramos de sal se pueden eliminar hasta siete litros de agua, lo cual hace difícil la sobrehidratación», afirma. Sin embargo, un riñón con una función alterada puede requerir más cantidad de sal para la eliminación de la orina. Además, cuanto mayor es la ingesta sólida, mayor es la capacidad para deshacerse de una sobrecarga de agua. «Pero si no se bebe suficiente, la sal arrastra el agua del cuerpo y se produce una deshidratación». En esta línea, Tejedor y López aconsejan precaución al eliminar la sal de la dieta de los hipertensos, ya que habría que limitar la cantidad de agua.
En su elaboración también han participado la Asociación Española de Ciencias del Deporte, la Sociedad Española de Ginecología y Obstetricia, Semer, la Sociedad Española de Médicos de Atención Primaria, la SEN y la Sociedad Española de Pediatría Extrahospitalaria y Atención Primaria, con la colaboración de Solán de Cabras.
junio 29/2013 (Diario Médico)
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