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Un proyecto cooperativo español, el primero de investigación colaborativa en red sobre trastornos de personalidad, analizará a una muestra cercana al millar de pacientes con trastornos impulsivos-agresivos de la personalidad con el objetivo de determinar los factores biológicos que determinan su origen.
«La confirmación neurobiológica de la personalidad agresiva podría acompañarse de la investigación de nuevas dianas terapéuticas para estas conductas y mejorar el pronóstico de los enfermos y de sus familias», ha señalado a DM José Luis Carrasco, catedrático de Psiquiatría y jefe de la Unidad de Trastorno de la Personalidad del Servicio de Psiquiatría del Hospital Clínico de Madrid y coordinador del citado proyecto, financiado por el Instituto Carlos III y encuadrado dentro de las actuaciones del Ciber de Salud Mental (Cibersam).
Regulación neuroquímica
Según los datos del psiquiatra, más del 80 % de las conductas agresivas graves podrían estar causadas por alteraciones en los mecanismos de control de los impulsos, anomalías que impiden el normal funcionamiento cerebral. Así, el camino es buscar factores biológicos que aporten luz a situaciones patológicas caracterizadas por momentos de frustración y de emoción intensa: violencia juvenil, doméstica, social y autolesiones, entre otras.
Por ejemplo, investigaciones previas del grupo de Carrasco han evidenciado, en estudios de neuroquímica y neuroimagen, anomalías cerebrales en estas personas: alteraciones en la regulación neuroquímica del eje hipotálamo-hipofisario-adrenal y de la amígdala cerebral e incluso déficit de activación de las áreas prefrontales y existencia de lesiones microestructurales de la sustancia blanca.
La neuroimagen, según la experiencia del equipo de Carrasco, revela una hipersensibilidad de la amígdala cerebral, que se corresponde con zonas emocionales.
Vaina de la mielina
«Actualmente, el estudio de las áreas prefrontales ha empezado a arrojar datos muy interesantes relacionados con un bajo funcionamiento de áreas prefrontales, concretamente orbitofrontrales, las zonas de conexión del sistema límbico con el prefrontal y en las que se controla la emoción».
Otras investigaciones con técnicas de magnetoencefalografía y de resonancia magnética han constatado bajo funcionamiento en áreas orbitofrontales, así como microlesiones en la sustancia blanca en áreas prefrontales. «El deterioro se encuentra en la vaina de mielina, algo muy compatible con la teoría de la inflamación porque ésta al final es un proceso tóxico. Un hecho importante es que se desconoce si estas lesiones son permanentes o revierten con el tratamiento o con la maduración personal».
Igualmente, se ha estudiado el papel de la hiperactivación de elementos inflamatorios celulares. La presencia de este panorama biológico se ha comprobado en personalidades impulsivas-agresivas y coincide con los datos alcanzados por estudios de otros equipos. «El análisis neuroquímico indica una hipersensibilidad de receptores, es decir, la existencia de inflamación». Juan Carlos de Leza, del Departamento de Farmacología de la Facultad de Medicina de la Universidad Complutense de Madrid, trabaja en modelos experimentales de enfermedad mental. En ellos ha observado que todos los mecanismos que regulan la inflamación están alterados, hecho que empieza a reproducirse en patología mental humana: esquizofrenia, algunas psicosis y trastorno límite de la personalidad (TLP). «Falta por definir si lo que se observa en los pacientes con trastornos de personalidad es selectivo o no. Algunos datos indican que diversos factores bioquímicos sí son específicos de estos enfermos, pero es necesario compararlos con otros grupos patológicos».
Fármacos y genes
Así, el equipo de De Leza busca la identificación de algún biomarcador selectivo, como por ejemplo subtipos de receptores nicotínicos, que parecen estar alterados. El segundo paso será comprobar si el biomarcador se modifica con la evolución de la enfermedad o con tratamientos, actualmente muy limitados. «El objetivo final es apoyar a los clínicos con el desarrollo de fármacos específicos que actúen sobre factores concretos y que se unieran al actual cóctel terapéutico. Existen moléculas en desarrollo específicas contra subtipos agonistas de receptores nicotínicos. Los ensayos han sido in vitro y con resultados positivos en inflamación, al menos».
La genética de los trastornos de la personalidad agresiva ha demostrado la implicación de genes relacionados con el transportador de serotonina y con la regulación de la dopamina en la predisposición a estas conductas. «Fundamentalmente son tres grupos de genes: del receptor de serotonina, del receptor del CRH y los del receptor de dopamina», ha precisado Carrasco.
Cuatro líneas maestras colaborativas
Las cuatro líneas de investigación del proyecto que coordina José Luis Carrasco las desarrollarán grupos de hospitales españoles que en los últimos años se han dedicado a investigar conductas agresivas. Los factores neuroquímicos implicados en estos comportamientos se estudiarán de forma en el grupo del Hospital Clínico y el Departamento de Farmacología de la Universidad Complutense. Jacobo Albert, de la Universidad Autónoma de Madrid, Juan Arrazola y José Luis Carrasco, del Clínico de Madrid, analizarán imágenes de las anomalías del funcionamiento cerebral. Los equipos de Juan Carlos Pascual y de Marc Ferrer, de los hospitales San Pablo y Valle de Hebrón, respectivamente, de Barcelona, se ocuparán del componente genético. El diseño de un protocolo epidemiológico común para toda la muestra que se analizará y su relación con otros trastornos correrá a cargo de los grupos de Enrique García-Bernardo, del Gregorio Marañón, de Madrid, y de Vicente Rubio, del Hospital Provincial de Zaragoza.
julio 5/2012 (DiarioMédico)