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Aún no existe suficiente evidencia para dictar recomendaciones fiables sobre la hidratación correcta de la población, cuyos niveles no son los adecuados, lo que tiene un impacto negativo en la salud, según se ha afirmado en el II Congreso Nacional de Hidratación (España).
La evidencia científica constata que, en general, la población está ligeramente deshidratada, una situación que afecta negativamente a la salud, produciendo un aumento del riesgo de la aparición de litiasis biliar, una mayor incidencia de cáncer y depresión, entre otros problemas de salud, además de un peor rendimiento al reducir la productividad y la atención, las aptitudes aritméticas, visuales y motoras. «Aún hay un escaso conocimiento sobre la hidratación.
Cada país tiene su aproximación a cuál puede ser la pauta de hidratación aunque, en general, se recomienda la ingesta de, por lo menos, dos litros de agua para la mujer, y dos y medio para el hombre», explicó Rosa María Ortega, catedrática de Nutrición y Bromatología de la Universidad Complutense de Madrid, a propósito de su intervención en el II Congreso Nacional de Hidratación, celebrado en Madrid. No obstante, las recomendaciones en hidratación no cuentan con la suficiente evidencia y aún hay mucho por investigar.
Según Ortega, hasta el momento las pautas más rigurosas son las del Institute of Medicine. Food and Nutrition Board, de Estados Unidos, y de la Agencia Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA). Esta última está elaborando un estándar para incluir el agua entre los nutrientes recomendados.
La ingesta adecuada de líquidos debe calcularse individualmente en función del peso, la edad, la temperatura, la alimentación y la actividad física
Ambas entidades parten de la base de que no pueden establecerse «recomendaciones generales como se hace con el resto de nutrientes. Las necesidades de agua son variables según el metabolismo, la función renal, la cantidad de sodio y de proteínas ingeridas en la dieta, la actividad física y la temperatura del ambiente. Por ello se pueden aconsejar ingestas adecuadas, establecidas según el consumo medio de personas aparentemente sanas», en ambiente fresco -temperatura por debajo de los 15 grados- y en actividad física baja. Si se aumenta la actividad o la temperatura, las necesidades se elevan de forma importante.
«Además se ha comprobado que la sensación de sed no es suficiente para garantizar la hidratación, puesto que cuando la sentimos ya hay una ligera deshidratación, especialmente en deportistas, niños y ancianos». Este mecanismo se debe a que en el envejecimiento la sensación de sed se pierde, mientras que en la niñez no se ha desarrollado totalmente el proceso. El deporte inhibe la sensación de sed, aunque en este grupo existe una gran conciencia sobre la necesidad de hidratarse correctamente.
En la población general el panorama cambia, según Ortega, ya que, pese a que ha aumentado la información, no se conoce con certeza cuánto se debe beber ni de qué forma. «Las personas no tienen conciencia de lo que deben beber exactamente, ya que los dos litros recomendados deberían ser la mínima ingesta, y habría que tener en cuenta las condicionantes mencionadas anteriormente.
Ortega ha concluido que el consumo adecuado debe conformarse del agua que contienen los alimentos, además del agua corriente, que supone el 80% del total consumido, y el que proviene de otros líquidos -infusiones, zumos…-, aprovechando la variedad de bebidas disponibles.
INFLUENCIA DE LOS ESTILOS DE VIDA EN EL RENDIMIENTO MENTAL
«Una reducción del 2% del peso corporal -ya sea debido a la privación de líquidos, al ejercicio o al calor externo- producen un detrimento del rendimiento psicomotor y cognitivo, afectando a la atención, la percepción, la memoria, el pensamiento y el lenguaje-«, explicó Pilar Riobó, del Servicio de Nutrición y Endocrinología, de la Fundación Jiménez Díaz, de Madrid.
Riobó ha repasado la influencia de la dieta y el estilo de vida en el rendimiento mental, y ha señalado que mientras que la restricción calórica parece mejorar la memoria en población anciana, los ácidos grasos omega-3 han mostrado su importancia en el desarrollo infantil y adolescente, al tiempo que una baja ingesta de pescado en mayores se asocia con un mayor riesgo de Alzheimer (EA), y un alto consumo con un declive cognitivo más lento. La ingesta moderada de cafeína se asocia con un riesgo más bajo de EA, ya que reduce la producción de los péptidos beta-amiloides y la fosforilación de TAU.
«Se trata de un antagonista de los receptores de adenosina. De hecho, las nuevas dianas en EA se están centrando en el sistema adenosinérgico». Por otro lado, la deficiencia de vitamina B12 se ha relacionado con enfermedad psiquiátrica, neurológica, gastrointestinal y hematológica, lo que sumado a niveles bajos de B6 y folatos produce una acumulación de homocisteína, relacionada con un alto riesgo de ictus, EA, demencia vascular, y deficiencias en el sistema nervioso central.
diciembre 6/2011 (Diario Médico)