El reflujo vésico-ureteral (VU) es una enfermedad frecuente, con una incidencia del 1 % en recién nacidos vivos y muy superior, hasta un 30-70 %, tras una infección urinaria febril. Actualmente el enfoque terapéutico del reflujo ha cambiado, adoptando una actitud más conservadora como consecuencia de la falta de evidencia de beneficio significativo del tratamiento quirúrgico frente al médico.

Se sabe que la evolución natural del reflujo es hacia la corrección espontánea a razón de un 10-15 % por año. El tratamiento médico y la observación de los niños es el procedimiento de elección frente al abordaje quirúrgico, que ha sido desplazado, incluso cuando se realiza por vía endoscópica, según Carlos Gutiérrez Segura, que ha dirigido un curso de Avances en Cirugía Pediátrica organizado por la Unidad de Urodinámica Pediátrica del Hospital Universitario Central de Asturias.

Válvulas de la uretra
Andrés Gómez Fraile, del Hospital 12 de Octubre, de Madrid, ha destacado los avances en el abordaje de la obstrucción funcional del tracto UI, el reflujo vésico-ureteral y la disfunción de suelo pélvico en el niño. A su juicio, durante años ha habido preponderancia de la cirugía, inicialmente abierta, y después por vía endoscópica, inyectando por cistoscopia una sustancia debajo del orificio ureteral que impide el reflujo de orina a los riñones evitando su deterioro. «Actualmente no está claro que esta opción aporte beneficio en todos los casos. La cirugía reduce el número de pielonefritis, pese a que no disminuye la progresión del daño renal». Por este motivo, se prefiere ahora el tratamiento médico y el seguimiento estrecho. Los profesionales también se han referido a las válvulas de uretra posterior, una enfermedad congénita poco frecuente con una incidencia de un caso por cada 5000-8000 gestaciones.

El diagnóstico suele realizarse con ecografía prenatal y los niños son intervenidos con tratamiento endoscópico al nacer para resecar las válvulas causantes de la obstrucción. «No obstante, a pesar de la resección valvular, los niños suelen quedar con vejigas muy deterioradas que causan disfunción vesical y secundariamente daño renal que en ocasiones conduce a la insuficiencia renal, lo que exige un seguimiento estrecho por nefrólogos y urólogos pediátricos así como la realización de estudios urodinámicos periódicos», según Gutiérrez.

Toxina botulínica
Sobre vejiga neurógena, han explicado el papel de la toxina botulínica frente a la realización de ampliaciones vesicales para conseguir que la vejiga funcione adecuadamente, utilizando intestino grueso o delgado en estas cistoplastias de aumento vesical. Actualmente, la utilización de toxina botulínica supone una alternativa con indicación en vejiga neurógena para disminuir la presión intravesical en niños con hiperactividad y baja acomodación vesical. Aunque habrá que ver la evolución a medio y largo plazo, los resultados iniciales son buenos», afirma Gutiérrez Segura.
mayo 10/2013 (Diario Médico.com)

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