La esclerosis múltiple suele manifestarse entre los 20 y los 40 años, aunque estima que en el 2-5% de los pacientes, los síntomas comienzan antes de los 16, según datos de la Sociedad Española de Neurología (SEN), que estima que en España padecen esta enfermedad unas 46 000 personas y se detectan cada año 1800 casos.

La alteración de la sensibilidad (45%), alteración motora (40%) y trastornos visuales (20%) suelen ser los primeros síntomas de esta enfermedad, que también induce alteraciones urinarias, hormigueos, pérdida de fuerza y alteraciones cognitivas. Aunque se trata de una enfermedad crónica, progresiva y para la que no hay curación, desde que apareció el primer fármaco contra la esclerosis múltiple, hace 20 años, la calidad de vida y el pronóstico estos pacientes han cambiado drásticamente, hasta el punto que hoy por hoy la enfermedad no suele modificar tanto como antes la expectativa de vida de los pacientes.

El año pasado se aprobó el primer fármaco oral para el tratamiento de esta enfermedad, que reduce el número de brotes en más de un 50%; además, se aprobaron en Europa dos nuevos tratamientos sintomáticos: uno de ellos reduce en un 30% la espasticidad en los pacientes y el otro mejora la marcha en un 30%. “Pero además, a corto plazo, estarán disponibles nuevas terapias orales y, a medio plazo, anticuerpos monoclonales, con una mejor relación beneficio/riesgo, y que están mostrando una gran eficacia lo que permitirá un tratamiento individualizado, una mayor eficacia y una mayor tolerabilidad”, asegura la Dra. Celia Oreja-Guevara, coordinadora del Grupo de Estudio de Enfermedades Desmielinizantes de la SEN. “Así y todo, todavía no podemos frenar la discapacidad que genera esta enfermedad cuando los pacientes entran en la fase secundaria progresiva, ni existe ningún tipo de tratamiento para la esclerosis múltiple primaria progresiva, por lo que es necesario seguir avanzando”, señala.

A pesar de que no todos los casos evolucionan de la misma forma, la mayoría se caracterizan por episodios de síntomas neurológicos, denominados brotes, seguidos de una remisión parcial o total, en alternancia con periodos de mejoría. Es lo que se conoce como esclerosis múltiple remitente recurrente (EMRR), la forma más común de la enfermedad, y que aglutina al 65 % de los pacientes de EM. En muchos casos, las formas EMRR adoptan un curso progresivo, pasando a denominarse esclerosis múltiple secundariamente progresiva (EMSP). Cuando, en el 10% de los casos y desde el inicio, la enfermedad adopta un curso progresivo sin apenas periodos de mejoría, se denomina esclerosis múltiple primaria progresiva (EMPP).

“La edad de inicio de la EMRR suele ser entre 25-29 años, y en muchos casos entre los 40-44 años pasa a formas EMSP, generando un mayor grado de discapacidad. Las formas primariamente progresivas tienen una edad de inicio más tardío, y son más discapacitantes”, explica la Dra. Oreja-Guevara. Un 10% de los pacientes sufre una forma benigna de la enfermedad en la que los síntomas apenas progresan después del episodio inicial, lo que les permite seguir con una vida prácticamente normal.

Respecto a las causas de la enfermedad, la comunidad científica baraja tres hipótesis. Por un lado, la higiene, ya que se ha demostrado que un menor contacto con agentes infecciosos favorece las enfermedades autoinmunes; por otro lado, la vitamina D, porque las personas de países en los que hay más sol y, por tanto, más vitamina D, tienen menos posibilidades de desarrollar esclerosis múltiple; y, finalmente, la genética. La EM no es una enfermedad hereditaria, pero existen variaciones genéticas que aumentan el riesgo de contraerla.
mayo 29/2012 (JANO.es)

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