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En Europa, la edad media de diagnóstico de sida es de 38 años para los hombres y 34 años para las mujeres, al tiempo que cerca del 30 % de unos y otras superan los 50 años de edad. Esto supone que cada paciente puede precisar tratamiento a lo largo de 3 o 4 décadas. Dicho tratamiento, en virtud de los avances terapéuticos, logra reducir la carga viral a niveles indetectables. Sin embargo, vivir todo ese tiempo, que les acerca o iguala a la esperanza de vida de la población general, plantea el reto de envejecer saludablemente, a pesar de la infección.
Según los expertos reunidos en el encuentro celebrado en la Asociación de la Prensa de Madrid, la vida expuesta al virus y los medicamentos utilizados para tratarlo pueden aumentar el proceso normal de envejecimiento. Concretamente, se calcula que en el año 2030, el 84 % de los pacientes seropositivos convivirán con diferentes comorbilidades. Con lo que se plantea un horizonte asistencial complejo en la Unión Europea, donde hay 2,3 millones de personas con VIH, de un total de 36,9 millones en todo el mundo.
Ante esa situación presente y futura, el doctor Ignacio Bernardino, especialista del área de Medicina Interna de la Unidad VIH del Hospital Universitario de La Paz de Madrid, consideró necesario anticiparse a dichas comorbilidades, en espera de que llegue una cura definitiva para la infección por VIH. Mientras tanto, consideró imprescindible intervenir a edades más tempranas y cambiar el modelo de atención sanitaria, pasando del de agudos al de crónicos. De forma que se puedan cumplir los objetivos 90-90-90 de la OMS, en cuanto a lograr un 90 % de diagnósticos, un 90 % de tratamientos precisos y 90 % de virus indetectable en el conjunto de los pacientes.
El doctor Bernardino repasó las posibles comorbilidades que acechan al paciente con VIH. Empezó por las enfermedades cardiovasculares donde la persona seropositiva tiene mayor probabilidad de padecer hipetensión, angina de pecho, infarto de miocardio e insuficiencia arterial periférica. En relación al riñón, el doctor explicó que el 5 % de las personas con VIH tienen la función renal disminuida, frente al 1 % de la población general. En cuanto al hígado, el especialista informó que el 30 % de las personas con VIH tienen también hepatitis C. En su conjunto los pacientes seropositivos tienen 8 veces más posibilidades de padecer enfermedades hepáticas graves que el resto de los ciudadanos. De igual forma, el paciente con VIH multiplica por 2 su riesgo de padecer un cáncer no definitorio de sida, con un 12 % de probabilidad sobre el 6 % de la población general. Riesgos que aumentan en relación a cánceres de origen virológico o debido al tabaquismo. Igualmente, según Bernardino, existen trastornos neurodegenerativos derivados del VIH, y conocidos como HAND, con presencia en el 52-59 % de las personas infectadas. Cuadros mentales en los que habría que incluir los trastornos depresivos graves, que afectan al 26 % de los pacientes, sobre el 7 % de la población común. Un escenario pluripatológico que se completa con una mayor propensión a las fracturas óseas, cifrada en un 50 % más de riesgo.
Por su parte, el coordinador de la Unidad de Enfermedades Infecciosas del Hospital Clínico Universitario de Santiago de Compostela, el doctor Antonio Antela, relacionó las comorbilidades del VIH con la destruccion del tejido linfoide del intestino y el fenómeno que denominó traslocación bacteriana. Un problema que da carácter inflamatorio permanente a la enfermedad.
Completó las intervenciones el responsable de VIH en Gilead, Gregorio Díaz, quien destacó el compromiso de la industria farmacéutica por lograr un día la erradicación del sida con la mínima toxicidad. En ese camino, destacó los medicamentos backbone, o espinazo o columna vertebral de las terapias, por los grandes avances que suponen.
junio 14/2017 (immedicohospitalario.es)