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Una de las estrategias que se investiga para conseguir una vacuna contra el sida se basa en el empleo de anticuerpos ampliamente neutralizantes contra el virus de inmunodeficiencia humana (VIH). Como indica su nombre, estos anticuerpos pueden neutralizar a diferentes cepas circulantes del virus, algo esencial frente a un virus tan cambiante como el VIH.
Los anticuerpos ampliamente neutralizantes no son una quimera. De hecho, se estima que un 20 % de los pacientes con VIH son capaces de generarlos a la larga, si bien en la mayoría de los casos suelen aparecer cuando los enfermos se encuentran en una situación crónica, sin que su presencia tenga un impacto relevante frente a la infección. En cambio, en un mínimo grupo de personas infectadas esos anticuerpos permiten controlar al virus, hasta el punto de que quienes los presentan no necesitan tomar terapia antirretroviral para mantener a raya la viremia.
El estudio de esos controladores está aportando pistas para poder desarrollar una inmunización preventiva o terapéutica. La revista Cell Reports acaba de publicar una de esas investigaciones, donde se identifica a un grupo pequeño dentro de los individuos “controladores neutralizadores”, en los que se ha caracterizado una red de interacciones celulares y genéticas.
Como comenta el primer autor de este trabajo, Enrique Martín-Gayo, investigador del Hospital Universitario de La Princesa y de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM), esta pequeña población de pacientes constituye una especie de modelo in vivo sobre cómo inducir de forma natural una respuesta humoral efectiva contra el virus.
El inmunólogo Martín-Gayo inició esta investigación en el Instituto Ragon, del Hospital General de Massachusetts (MGH) y la Universidad de Harvard, y la culminó en La Princesa y la UAM, donde dirige su propio grupo de investigación en terapias celulares y células dendríticas.
Identificamos redes de coordinación entre varios tipos celulares del sistema inmunitario que están dialogando entre sí para generar una respuesta muy concreta, que se asocia a este tipo de anticuerpos, refiere el científico en alusión a la firma celular y de expresión génica específica de estos individuos. Están involucrados sobre todo tres tipos celulares: linfocitos T CD4, células dendríticas y monocitos. Esa interacción multicelular permite una mejor diferenciación en las células T CD4 foliculares, que se sabe son necesarias para la generación de anticuerpos.
La población de controladores estudiada pertenece a una cohorte del Instituto Ragon. Son individuos que nunca recibieron tratamiento antirretroviral y mantienen una viremia por debajo de las 2 000 copias en plasma durante más de diez años. El grupo de Martín-Gayo continuará esta línea de investigación con otra cohorte española, de la Red de Investigación del Sida (RIS) de las RETICS del ISCIII.
Colaboramos con la RIS para continuar elucidando otros mecanismos de control. En concreto, también colaboración con Harvard preparamos estudios de candidatas vacunales en modelos de ratones humanizados in vivo. Toda esta información que hemos obtenido ayudará a desarrollar potenciales adyuvantes o señales que podemos alterar para hacer estudios de vacunas más dirigidos que los que se ha hecho esta ahora.
El estudio se ha basado en una estrategia de biología de sistemas, apunta Martín-Gayo. Así, analizaron la respuesta inmunitaria de manera multicelular y coordinada. No nos hemos quedado en la observación de una única pieza del puzle, sino de los diversos tipos celulares que actúan coordinadamente para alcanzar este fenotipo. En concreto, han empleado citometría de flujo multiparamétrica, tecnología de secuenciación del transcriptoma (RNA) y caracterización fenotípica y funcional en estudios in vitro.
febrero 22/2020 (Diario Médico)