El genoma humano consta de 20 400 genes, de los cuales 850, aproximadamente, se han relacionado con cáncer.
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Algunos de ellos no son específicos de un único tipo tumoral sino que aparecen en una gran variedad de cánceres. Entra en juego aquí el metabolismo lipídico que es“absolutamente necesario para todas las células y para todo tipo de tumores”, señala Juan Carlos Lacal, del Laboratorio de Oncología Traslacional del Servicio de Oncología Médica del Hospital de Fuenlabrada, y uno de los coordinadores del simposio internacional sobre ‘Oncología personalizada de precisión’, que se ha celebrado la semana pasada en la Fundación Ramón Areces, de Madrid, pero quien, no obstante, indica que si se diseñan estrategias dirigidas para funciones comunes entre células sanas y tumorales, se añade toxicidad.
La forma de reducirla es enfocarse en las alteraciones metabólicas más en células tumorales que en las normales. De esta forma, cuando se interfiere con un fármaco, a veces, las células normales responden de manera reversible parando la progresión y evitando la toxicidad.
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Este es el punto de partida de vías, aún en fase ensayos preclínicos o clínicos, que se dirigen hacia la ruta metabólica. Según Lacal, la Agencia de Alimentos y Fármacos (FDA) de los Estados Unidos estadounidense ha aprobado 2600 ensayos clínicos en cáncer en los que aparece la palabra metabolismo y en la Universidad de Texas, en Estados Unidos, existe una base de datos que registra todas las alteraciones genéticas relacionadas con el metabolismo de células cancerosas.
Pero, paradójicamente, el investigador aclara que “moléculas que se dirigen contra el metabolismo tumoral, los fármacos antimetabolitos, son algunos de las primeras drogas que se emplearon en el tratamiento del cáncer como el 5-FU”, aprobados hace más de 70 años por la FDA, puesto que la relación entre metabolismo y cáncer existe desde muchos años.
“La clave radicará en encontrar sustancias específicas, algunas ya se están revelando, o combinaciones de moléculas para las que la célula tumoral, pero no la normal, se hace dependiente de una mutación relacionada con metabolismo. Al interferir en este proceso, la célula cancerosa entra en un caos metabólico y muere por apoptosis, mientras que la normal frena su crecimiento y cuando se retira la terapia vuelve a crecer, porque no produce efecto citotóxico”.
marzo 27/2019 (diariomedico.com)