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“Las ovejas son una especie altamente social, superinteligentes, y son animales muy poco agresivos, por eso considerábamos que cumplían con requisitos mínimos para trabajar con niños en terapia, fue así como se nos ocurrió incluirlas en el trabajo terapéutico”, relata María José Ubilla, veterinaria, etóloga y coordinadora del Centro de Terapia Asistidas con Animales (CTAA) de la Universidad de Chile, ubicado en Mundo Granja de Campus Sur, instancia dedicada a abordar la dimensión física y cognitiva de personas con diversos tipos de discapacidad.
Bajo esa premisa, y tras darse cuenta que para algunos niños era más complejo relacionarse con perros o caballos, las integrantes del equipo del Centro impulsaron una tesis de pregrado, a cargo de la estudiante y hoy veterinaria Rocío Rivera, en la que estudiaron y realizaron un programa de socialización y preparación de ovejas -y también de conejos-, el que dio resultados positivos y gracias al cual en la actualidad están aplicando la metodología del trabajo con estos animales de granja.
“Cuando empezamos con la terapia de caballos y perros, siempre vimos que había niños que le costaban el acercamiento a estos animales. Algunos niños presentaban miedo a los perros por experiencias que habían tenido, y para muchos otros acercarse al caballo, que era un animal tan imponente el que, a pesar de que estuviera preparado y muy dócil, era un poco complejo para comenzar la terapia directamente con ellos”, agregó a Katherina Arancibia, kinesióloga y directora del CTAA.
El programa de adiestramiento, duró tres meses y el 80 por ciento de los animales entrenados logró cumplir los objetivos. Como agregó Ubilla, “los animales aprenden de la habituación, del condicionamiento clásico y del condicionamiento operante”, en medias jornadas por día en el que fueron incrementando los niveles de interacción con los entrenadores y la dificultad de las destrezas.
El impacto de esta terapia
El año 2016 el equipo del CTAA se adjudicó un Fondo Valentín Letelier de la Vicerrectoría de Extensión y Comunicaciones, titulado “Intervenciones con caballos, perros y ovejas, en la salud mental y física de niños que asisten a la Escuela Los Lirios de Coanil, Quinta Normal”, en el que desarrollaron esta experiencia, la cual tiene como precuela el trabajo realizado en el colegio Nueva Creación de Puente Alto, y el inicio de una nueva etapa de la mano de la Fundación Descúbreme.
Como recuerda Katherina Arancibia, con el inicio de la participación de las ovejas en las sesiones terapéuticas, “nos dimos cuenta que para los niños era mucho más fácil el ceder y el empezar a soltar sus aprensiones, porque además hay que considerar que la mayoría de los niños con los que hemos trabajado con las ovejas habían tenido muy pocas experiencias de vida con los animales”, en donde incluso algunos solo “conocían los pollos del supermercado”.
Uno de los casos que presentó resultados más evidente, como relata la directora del Centro, fue un niño de tres años con autismo, quien “tenía muy poco contacto con el medio, no generaba contacto visual con nadie, menos de tacto, y cuando empezamos a acercarlo con las ovejas este pequeño poco a poco comenzó a relacionarse, a buscarlas y generar un vínculo”.
Fue así como, a través de la oveja, “nosotros pudimos entrar a su mundo y de esta manera generar una conexión con su entorno, con los terapeutas, con el equipo, y poder facilitar en él una mayor interacción social, y eso lo vimos en tres sesiones”.
En definitiva, como concluyó Katherina Arancibia, “una de las ventajas que tienen los animales para trabajar en la discapacidad- ya sea el perro, la oveja, o el caballo-, es que no generan juicio ni prejuicio, y ese factor hace que los niños generen una conexión con cada uno de los terapeutas y los animales . Eso nos permite a nosotros intervenir como terapeutas, para ir trabajando objetivos específicos a través de cada uno de nuestros pacientes para poder favorecerlos».
junio 6/2018 (dicyt.com)