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Ya sea por el zika o la gripe porcina, en un mundo globalizado y conectado las alarmas internacionales suenan de inmediato con cada brote de una enfermedad potencialmente peligrosa. La encargada de activar esa alarma es la Organización Mundial de la Salud (OMS), que hoy cumple 70 años.
Entre otras cosas, la organización apoya a los países afectados con equipos de ayuda, establece estándares para los análisis de laboratorio y tratamientos, recomienda medicamentos, elabora estadísticas y desarrolla estrategias para evitar la propagación de la enfermedad en cuestión.
En sus siete décadas de historia, esta organización ha dado muchos titulares, buenos y malos. El 7 de abril los 194 países miembro del organismo celebrarán el aniversario redondo, aunque ya rinden honor cada año a esa fecha conmemorando el Día Mundial de la Salud.
Para este aniversario, la OMS ha tenido una idea que podría acabar al mismo tiempo con sus problemas crónicos de financiación y las críticas por su supuesta cercanía a los grandes donantes, que cuestionan su independencia: la creación de una fundación de la OMS.
‘Allí podría fluir el dinero, que luego sería gastado con total independencia de los donantes’, señala Bernhard Schwartländer, jefe de gabinete del secretario general de la organización, Tedros Adhanom Ghebreyesus. La fundación podría también intentar conseguir el patrocinio de algunos millonarios.
La idea será debatida en el encuentro anual de la OMS en mayo.
Las críticas sobre falta de independencia han arreciado. ‘Lo consideramos muy problemático. Estados, fundaciones y la industria farmacéutica persiguen sus propios objetivos y manipulan lo que se debe hacer o no por la salud mundial’, señala Jörg Schaaber de la campaña Buko Pharma, que monitorea la actividad de la industria farmacéutica alemana en países subdesarrollados.
‘Tenemos una normativa muy estricta en lo que se refiere a la relación con el sector privado’, se defiende Schwartländer. Las farmacéuticas no tienen influencia alguna en las recomendaciones de medicamentos de la OMS.
La Fundación Gates es la segunda mayor donante de la OMS, después del Gobierno estadounidense. Con esa fundación existen acuerdos estratégicos en sectores de salud en los que se persiguen los mismos objetivos pero la fundación no puede determinar cómo se gastan exactamente los medios donados.
La OMS se enfrenta a un problema de base: las contribuciones a la OMS de los países miembro apenas aumentan desde hace años. Y muchos gobiernos solo hacen aportaciones adicionales vinculadas a objetivos, para determinadas campañas o países. ‘Sencillamente necesitamos más dinero para poder dar lo que la gente espera de nosotros’, señala Schwartländer.
La OMS vio golpeada su imagen debido a su reacción a la crisis del ébola en África occidental en 2014 y 2015. La misma organización reconoció una reacción demasiado tardía, después de que el virus se propagara de forma descontrolada por Guinea, Liberia y Sierra Leona. Al menos 11 000 personas perdieron la vida. Sin embargo, desde entonces mejoró sus capacidades para la intervención rápida en emergencias.
Pero al echar la vista atrás a sus 70 años de historia también hay motivos de celebración, sobre todo gracias a sus programas de vacunación: por ejemplo, la erradicación de la viruela, uno de los patógenos más peligrosos para los hombres. También la polio está casi vencida, sin olvidar que la OMS ha evitado miles de millones de diarreas con campañas de higiene y cientos de millones de casos de paludismo con sus repartos de redes antimosquitos.
También ha fijado estándares para la limpieza del agua, para su potabilidad y mucho más, además de las normas que obligó a cumplir a 180 países tras su convención sobre el tabaco de 2003.
Dio la alarma por la difusión de la diabetes, la obesidad o la depresión e hizo que los gobiernos gastaran más en prevención, porque ningún país puede asumir solo los enormes costes derivados de las enfermedades. ‘La salud no puede suponer solo tratar enfermedades’, señala Schwartländer.
Para el Día Mundial de la salud la OMS pide «a los líderes mundiales que se comprometan a adoptar medidas concretas para promover la salud de todas las personas.
La cobertura sanitaria universal (CSU) se logra cuando existe una firme determinación política. Ello significa garantizar que todas las personas, en cualquier lugar, puedan tener acceso a servicios de salud esenciales y de calidad sin tener que pasar apuros económicos.
Los países que invierten en la CSU realizan una importante inversión en su capital humano. En los últimos decenios, la CSU ha surgido como una estrategia clave para avanzar hacia la consecución de otros objetivos relacionados con la salud y de desarrollo más amplios.»
abril 6/2018 (dpa)