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María Salgado, del IrsiCaixa, indaga en los elementos que hicieron exitoso el único caso de curación del sida, para ello, estudia a pacientes de diferentes latitudes.
De momento, solo el trasplante hematopoyético ha logrado curar la infección por el virus de inmunodeficiencia humana (VIH). El caso de Timothy Brown, el paciente de Berlín, que recibió un injerto de células madre que tenían la mutación CCR5 Delta32, no ha podido reproducirse con éxito; aun así Brown es la prueba viviente de que es posible eliminar la infección. ¿Qué características tenía que permitieron su curación? O más exactamente, ¿qué otros factores asociados al trasplante, además de la mutación de las células, influyeron en ese éxito? Sobre esta premisa parte la investigación de IciStem, un consorcio internacional que recluta a pacientes con el VIH que sufren un cáncer hematológico para estudiar el efecto del trasplante de médula ósea, en todos los niveles: virológico, inmunológico y clínico.
Los datos de un estudio sobre seis pacientes de los 23 que integran por ahora ese proyecto de investigación se presentaron en el último congreso de la Sociedad Internacional de Sida (IAS), en París, de la mano de María Salgado. Esta bióloga salmantina ha merecido el premio Dominique Dormont entregado en la reunión científica, que reconoce el trabajo de los investigadores menores de 40 años. Salgado pertenece al grupo de Javier Martínez-Picado, en el Instituto de Investigación del Sida IrsiCaixa, impulsado conjuntamente por la Obra Social «la Caixa» y el Departamento de Salud de la Generalitat de Cataluña.
En cinco de los seis individuos estudiados se ha observado una reducción del reservorio viral hasta niveles aparentemente indetectables. «Solo con el trasplante hematopoyético, aunque las células no tengan la mutación CCR5 delta32, vemos que se produce un gran impacto en el virus. Siempre en presencia de la terapia antirretroviral», puntualiza Salgado.
Entre las posibles causas, estudian el hecho de que el trasplante conlleve una depleción previa de las células hematopoyéticas del paciente; la reacción del sistema inmune del receptor frente al injerto, y que la reconstitución de las células donadas respecto a las del receptor se haga tan rápidamente que limita la reinfección por el virus de las nuevas células.
Hasta que no se suspenda el tratamiento en estos enfermos trasplantados, como se hizo con los pacientes de Boston -en los que el virus rebrotó entre los tres y cinco meses tras detenerse la terapia-, no puede asegurarse que se haya erradicado el virus, pero con las técnicas disponibles no han encontrado reservorios ni en sangre ni en tejidos. No obstante, recuerda Salgado, «nuestro objetivo no es retirar la terapia, sino recopilar datos para determinar qué causa ese descenso del reservorio viral y así poder mimetizar esos factores en nuevas estrategias farmacológicas alternativas al trasplante».
Como parte lógica del proyecto, los investigadores desarrollan técnicas que mejoren la detección de los reservorios, el principal obstáculo en la eliminación del virus del sida. «Recientemente, describimos en PLoS One una técnica de detección del virus en tejido linfático intestinal; buscamos lo menos invasivo, y en ese sentido estamos trabajando en técnicas para biopsiar el ganglio linfático sin necesidad de extraer el nódulo como tal, mediante la denominada biopsia de aguja fina. En general, lo que perseguimos es ampliar las muestras y realizar análisis dentro de tejidos que no son los de rutina (tejido linfático de intestino, nódulo linfático, líquido cefalorraquídeo, médula ósea)».
Al margen del trasplante de médula ósea, Salgado menciona otras estrategias que se investigan en pos de la erradicación del VIH, como la conocida shock and kill, por la que unos fármacos actúan como reactivadores de la latencia del virus oculto en el reservorio para poder eliminarlo. «Es una línea en la que se está trabajando mucho, pero a día de hoy no se ha visto una reducción del reservorio a gran escala». Más incipiente, comenta, es la investigación en los inmunomoduladores que se asocian a la molécula PD-1, y que ya se están empleando en el cáncer, para reavivar al sistema inmune frente al virus.
El interés de Salgado por esos factores que podrían conducir a la curación viene de largo. De hecho, su tesis, realizada en el Hospital Carlos III de Madrid, se centró en los pacientes no progresores y después estuvo trabajando unos años en el laboratorio de Robert Siliciano y Joel Blankson, en la Universidad Johns Hopkins, donde por primera vez se mostró que, también con el tratamiento, el VIH lograba atrincherarse en el organismo.
A pesar de la dificultad, esta joven investigadora es optimista: «Hace poco veía un documental sobre Freddie Mercury y me sorprendía recordar cómo en veinte años se ha avanzado tanto con el tratamiento. Es difícil, pero se está investigando mucho en el campo de la curación, y yo tengo esperanza de que se logrará».
septiembre 11/2017 (diariomedico.com)