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Un antiguo proverbio chino afirma que si usas al oponente para derrotarlo, siempre serás poderoso. Si este adagio se aplica a una enfermedad como el paludismo, entonces pudiera decirse que para controlar la infección sería necesario conocer a los culpables: parásitos del género Plasmodium.
Esa es la propuesta de un reciente estudio, con el cual se busca evaluar los cambios experimentados por dicho microorganismo cuando es expuesto a diferentes compuestos inhibidores del paludismo. “La idea es determinar qué le sucede al parásito y ubicar el sitio exacto donde actúa una droga específica”, explicó la bióloga del Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas (Ivic) y coautora del trabajo, Liseth Garibaldi.
Alrededor de 30 antipalúdicos fueron donados recientemente al Laboratorio de Inmunoparasitología del Centro de Microbiología y Biología Celular del Ivic por la Fundación Medicines for Malaria Venture. En una primera etapa, se probarán 10 de esos fármacos, tanto en modelos murinos (ratones) como en cultivos celulares In vitro de la especie P. falciparum.
De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), P. falciparum es uno de los más peligrosos para el ser humano: prevalece en el continente africano y causa la mayoría de las defunciones en el mundo.
El segundo en la lista negra de la OMS es P. vivax, responsable del paludismoen gran parte de los países fuera del África subsahariana y es la especie prevalente en Venezuela. Aunque no es la más mortífera, “ha presentado resistencia a los medicamentos existentes, por lo que el paciente puede recibir el tratamiento pero no mejora o lo hace en un tiempo mayor”, aclaró Garibaldi.
El paludismo se contrae cuando mosquitos hembra infectados del género Anopheles, pican a la persona y le transmiten el parásito al torrente sanguíneo. Según la OMS, la intensidad de la enfermedad depende de cuatro factores: parásito, vector, huésped y ambiente.
“Conociendo mejor la biología del parásito es posible inhibir su crecimiento. En estos momentos estamos en la fase de precisar cuáles compuestos se pueden suministrar y en menor dosis”, indicó la estudiante de la Maestría en Microbiología del Ivic, Liseth Garibaldi.
El antipalúdico no solo debe mostrar la capacidad de impedir el desarrollo del parásito, sino que debe ser inocuo para el resto de las células. Es decir, de resultar efectivo contra la enfermedad, debe encontrarse la concentración justa a la cual elimina al parásito sin perjudicar al huésped (en este caso, al animal de laboratorio) y en qué momento del desarrollo del parásito comienza a afectarlo.
Después de investigar los efectos de ese grupo de compuestos sobre el comportamiento de P. falciparum, se obtendrá una imagen amplificada del proceso empleando las técnicas de microscopía de fluorescencia y microscopía electrónica convencional.
Los estudios se llevarán a cabo en el Laboratorio de Inmunoparasitología y en la Unidad de Microscopía Electrónica del Centro de Química del Ivic, a la cual está adscrita Garibaldi; para ello, se utilizará un microscopio electrónico de transmisión con fines biológicos. “Con esa caracterización podremos observar qué está haciendo la droga y dónde exactamente está actuando”, aseguró.
Garibaldi explicó que el parásito causante del paludismo tiene un ciclo de vida bastante complejo. De hecho, en los últimos años se ha descubierto que las medicinas indicadas para controlar la enfermedad ya no funcionan como antes. “Por razones evolutivas, ha seleccionado cepas resistentes asociadas a mutaciones que, en algunos casos, le confiere al parásito la capacidad de sintetizar y exportar compuestos importantes por rutas alternativas”, informó la experta.
Las formas parasitarias que inyecta el mosquito cuando pica al hombre se denominan esporozoítos; estos viajan hacia el hígado y se transforman en merozoítos, es decir, las formas del parásito que infectan los glóbulos rojos y en los cuales se producen los síntomas, como fiebre, dolor de cabeza, escalofríos y vómitos.
Es en el glóbulo rojo donde los merozoítos se alojan, diferencian y crean las condiciones para sobrevivir. La bióloga del Ivic, Liseth Garibaldi, precisó que esas formas parasitarias modifican al glóbulo rojo para adaptarlo a sus necesidades.
¿De qué manera lo hacen? Induciendo la incorporación y exportación de compuestos, a pesar de que el glóbulo rojo carece de tráfico intracelular y extracelular. Adicionalmente, lo deforman; deja de tener la apariencia de un saco liso de hemoglobina para convertirse en un bulto irregular y vasto.
“Cómo ingresa en el glóbulo rojo y se desarrolla en él, qué le hace falta para crecer, qué incorpora o exporta y por qué; si ingresa un compuesto saber qué tiene de especial, utilizar esa ruta para incorporar algún análogo tóxico y ver qué ocurre con el parásito; toda esta información es útil para combatirlo”, afirmó.
En el glóbulo rojo también se desarrollan formas sexuales del parásito con igual relevancia clínica. “Si un mosquito no infectado pica a alguien que sí lo está, se reactiva el ciclo reproductivo del parásito dentro del insecto, representando una nueva oportunidad para contagiar a otras personas”, aseguró Garibaldi.
La meta del proyecto del Ivic es, en definitiva, hallar nuevos compuestos con actividad antimalárica que sean más eficientes al momento de reducir la propagación de la infección, disminuir la resistencia a drogas, evitar que los parásitos generen resistencia y mejorar la calidad de vida del paciente.
Únicamente en el 2015, se registraron 214 millones de casos de paludismo en el mundo, de los cuales 438 000 tuvieron un final trágico. Cualquier indicio de debilidad en P. falciparum que permita bajar esas cifras de la OMS, serán de gran ayuda en las batallas venideras contra el paludismo.
diciembre 17/2016 (noticiasdelaciencia.com)