La mayoría de estudios sobre el potencial en enfermedades como el cáncer o la demencia son observacionales. La reducción de la mortalidad debida a complicaciones de la cirrosis es una de las aportaciones con más futuro. Dos ensayos en sepsis y EPOC se interrumpieron porque se apreciaron más riesgos que beneficios.

La investigación sobre los efectos pleiotrópicos de las estatinas parece no tener fin. El gráfico muestra las distintas vías moleculares -agrupadas por ámbitos de acción- en las que estos fármacos pueden ejercer, en mayor o menor medida, acciones beneficiosas para la prevención y el tratamiento de diversas enfermedades.

Las estatinas desatan pasiones extremas: para sus defensores más fervientes son el remedio de todos los males; para sus detractores, unos medicamentos que se prescriben en exceso y cuyas bondades se han exagerado. En el término medio se sitúan quienes resaltan sus efectos probados en prevención cardiovascular y sus beneficios por demostrar en enfermedades tan diversas como la demencia, el cáncer, la sepsis o la EPOC.

Según datos de la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios (Aemps), el consumo de estatinas ha crecido un 442 por ciento en España durante la última década. La conclusión más fácil es que existe una sobreprescripción, pero la realidad es más compleja. Muchos cardiólogos llevan años denunciando que el verdadero problema con las estatinas es la inframedicación de individuos de alto riesgo. Para complicar aún más el panorama, el aumento de los estudios que avalan el carácter pleiotrópico de las estatinas podría fomentar una mayor extensión de su consumo. O tal vez no; al menos, de momento.

Un repaso del conocimiento actual de los efectos extralipídicos de estos medicamentos lleva a Pilar Mazón, del Servicio de Cardiología del Hospital Clínico Universitario de Santiago de Compostela, a concluir que «aún no hay datos definitivos que justifiquen la ampliación de las indicaciones terapéuticas de las estatinas más allá de la reducción del colesterol».

Poder antitumoral
Una de las líneas de investigación más interesantes es la relacionada con el cáncer. Se ha visto que la inhibición de la HMG-CoA reductasa que producen las estatinas reduce la prenilación -adición covalente de residuos prenílicos o multiprenílicos- de las proteínas G (Rho, Rac, Rab y Ras), importantes mediadores del crecimiento y la diferenciación celular. También ejercen acciones proapoptóticas, antiangiogénicas e inmunomoduladoras que pueden prevenir la progresión tumoral.

Datos procedentes de estudios observacionales y metanálisis han mostrado, tal y como refiere Mazón en una revisión publicada en Revista Española de Cardiología, «que estos fármacos parecen reducir el riesgo de presentar ciertos tipos de cáncer (prostático y digestivos) y también pueden mejorar su pronóstico en algunos casos». Además, «podrían mitigar los efectos adversos de la quimioterapia, concretamente los cardiotóxicos». Se están llevando a cabo ensayos clínicos aleatorizados «que investigan la acción de las estatinas en prevención primaria del cáncer, en prevención de recurrencias y en reducción de la mortalidad cuando se combinan con quimioterapia convencional».

Hoy por hoy, los ensayos clínicos disponibles sobre los efectos extralipídicos de las estatinas son limitados. «No hay estudios a largo plazo; son resultados difíciles de medir», tal y como expone Almudena Castro, presidenta de la Sección de Riesgo Vascular y Rehabilitación Cardiaca de la Sociedad Española de Cardiología, quien añade que los efectos pleiotrópicos se centran, fundamentalmente, en la reducción de la inflamación y la modulación de la inmunidad.

Estudios retrospectivos
Javier Ampuero, de la Unidad de Aparato Digestivo del Hospital Universitario Virgen del Rocío, de Sevilla, confirma que casi «todo obedece, de momento, a estudios retrospectivos». En su especialidad, una de las mayores expectativas gira en torno a la prevención del carcinoma hepatocelular. «Los primeros estudios se realizaron en Asia, donde hay muchos registros con más de 100 000 individuos». En ellos se vio, primero en infectados por el virus de la hepatitis B (VHB), y posteriormente también en sujetos con VHC, que «las estatinas estaban relacionadas con una menor incidencia de hepatocarcinoma y que influía la cantidad acumulada de estos fármacos, de forma que los pacientes que los habían tomado durante más años presentaban un riesgo menor».

Los registros asiáticos despertaron el interés en occidente, donde se empezó «a trabajar a nivel básico para ver las vías moleculares implicadas en esa acción preventiva». Aún no está del todo clara la vía predominante y en el ámbito clínico «se ha propuesto la evaluación prospectiva, pero este tipo de estudios resultan muy complicados».

Hay un aspecto de la enfermedad hepática en el que la posibilidad de usar estatinas está más cerca de la práctica clínica habitual: las complicaciones de la cirrosis. El equipo de Jaume Bosch, catedrático de Medicina de la Universidad de Barcelona-Hospital Clínico, publica en el último número de Gastroenterology un estudio que demuestra que añadir simvastatina a la terapia estándar para la prevención de la hemorragia por varices esofágicas no evita nuevas hemorragias, pero sí incrementa la supervivencia en pacientes con cirrosis. Todo apunta hacia un «efecto protector del hígado frente a agentes externos».

El investigador señala que se trata de un ensayo controlado, aleatorio y doble ciego realizado con 156 pacientes con cirrosis avanzada ingresados por hemorragia por varices. El grupo de Bosch ha realizado investigaciones básicas en las que ha podido apreciar que las estatinas disminuyen la hipertensión portal, mejoran la función hepática y podrían reducir la fibrosis.

Incertidumbre
Pero no todo han sido buenas noticias. En el caso del alzhéimer, el potencial de las estatinas está todavía muy lejos de demostrarse. Lo único que parece claro es que, al menos, su uso no incrementa el riesgo de demencia, tal y como inducían a pensar algunas investigaciones. En muchos estudios no queda claro si los beneficios apreciados se deben a las estatinas o a otros medicamentos que consumen los pacientes polimedicados.

Finalmente, en otros ámbitos su uso podría ser, incluso, contraproducente. Por ejemplo, frente a la sepsis. Su amplio espectro de acción antiinflamatoria, anticoagulante y profibrinolítica las hace muy atractivas en la prevención y tratamiento de este problema. Pero un ensayo clínico publicado en 2104 en el NEJM se interrumpió porque la administración de rosuvastatina no solo no mejoró el síndrome de distrés respiratorio agudo asociado a la sepsis, sino que podría haber contribuido a la disfunción hepática y renal. En el mismo número se publicó un ensayo de simvastatina para EPOC que también terminó antes de tiempo porque no se apreció ningún beneficio sobre las exacerbaciones. Hay margen para ampliar indicaciones, pero con cautela.
mayo 12/2016 (Diario Médico)

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