La epiduroscopia diagnostica y trata las lumbalgias crónicas que no responden al tratamiento convencional ni son susceptibles de cirugía.La epiduroscopia es un proceso mínimamente invasivo de visualización del espacio epidural, se realiza de forma percutánea para el diagnóstico y tratamiento de pacientes con dolor lumbar crónico con o sin radiculopatía.

Más concretamente, se trata de una herramienta diagnóstica y terapéutica para pacientes con lumbalgia o radiculopatía que no responden a tratamiento convencional. Su manejo y resultados son muy positivos, ya que permite liberar la fibrosis y adherencias próximas a las raíces nerviosas, así como administrar diferentes fármacos directamente en las zonas afectas (corticoides, anestésicos locales….).

Según ha explicado a Diario Médico Manuel Gutiérrez, miembro de la Unidad del Dolor del Hospital General Universitario de Elche, adscrita al Servicio de Anestesiología, con este enfoque se consigue «por un lado, diagnosticar la posible causa del dolor», recordando que «una de las principales causas en pacientes intervenidos de columna es la formación de fibrosis peridural y ésta se diagnostica realizando una resonancia magnética de la zona, pero así solo se alcanza el resultado del 15 por ciento de pacientes».

Por otro lado, posibilita «actuar de forma directa y más precisa sobre la zona lesionada, consiguiendo en muchos casos una reducción muy importante y casi instantánea del dolor que padecen estos pacientes». La técnica se realiza accediendo al espacio epidural a través del hiato sacro por medio de un introductor, tras lo que se introduce el epiduroscopio que lleva incorporada una fibra óptica que posibilita el poder observar directamente el espacio epidural y sus estructuras adyacentes.

Todo el proceso se realiza bajo sedación, realizada por un especialista en Anestesiología, ya que es necesaria la colaboración del paciente durante todo el procedimiento. Entre sus ventajas destaca que evita o retrasa intervenciones quirúrgicas de espalda, así como el implante de neuroestimuladores en este tipo de pacientes.

Según Gutiérrez, con más de un año de experiencia en esta técnica, antes de su introducción a los pacientes se les intentaba repetir las diferentes técnicas que habían fracasado esperando cierta mejoría que normalmente era nula; en otras ocasiones, eran sometidos a nuevas intervenciones quirúrgicas de columna con pobres resultados, por lo que a muchos de ellos finalmente se les acababa implantando unos electrodos epidurales junto con un neuroestimulador para intentar combatir el dolor.

En su opinión, «el aprendizaje del manejo en sí es relativamente sencillo para los anestesiólogos porque tiene cierta similitud con el de un fibrobroncoscopio, que utilizan con frecuencia para realizar intubaciones traqueales»; la dificultad «reside en aprender a diferenciar las diferentes estructuras, fisiológicas o patológicas, que nos podemos encontrar en el espacio epidural (grasa, duramadre, ligamento amarillo…)».

La implantación en un hospital no presenta muchas dificultades ya que, además del epiduroscopio, solo precisa de un aparato de fluoroscopia y una torre de endoscopia, «instrumentos que se encuentran presentes en casi todos los bloques quirúrgicos».

Candidatos
El paciente candidato es aquel con síndrome de cirugía fallida de columna que no responde a la secuencia de tratamientos habituales (tratamiento farmacológico, epidurales, epidurolisis…).

En estos casos, su eficacia diagnóstica es indiscutible, ya que permite realizar diagnósticos diferenciales entre distintas etiologías que en muchas ocasiones pasan desapercibidas en los estudios convencionales, como la resonancia magnética y la tomografía computarizada: adherencias, fibrosis, aracnoiditis, radiculitis, tejido fibroinflamatorio, estenosis de canal, etc.

El especialista ha señalado que las principales contraindicaciones, tanto absolutas como relativas, al empleo de la técnica son «hernia extruida de gran tamaño o secuestrada, síndrome de cauda equina, radiculopatía compresiva, imposibilidad del paciente de colocarse en decúbito prono, enfermedad psiquiátrica o depresión mayor no controlada, proceso agudo no controlado, embarazo o lactancia, infección, coagulapatía congénita o tratamiento con antiagregantes o anticoagulantes y alergia a los anestésicos locales o al contraste».
enero 6/2016 (Diario Médico)

enero 7, 2016 | Lic. Heidy Ramírez Vázquez | Filed under: Anestesiología, Ortopedia y Traumatología | Etiquetas: , , |

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