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Las últimas cifras sobre el paludismo publicadas por la Organización Mundial de la Salud (OMS) con motivo del \»Día Mundial del Paludismo\» constatan que hay una disminución de la enfermedad en el mundo.
El Instituto de Salud Global de Barcelona, ISGLOBAL, que a través de su Centro de Investigación en Salud Internacional (CRESIB) es uno de los referentes en la lucha contra el paludismo, valora muy positivamente estos datos aunque advierte que esta enfermedad es todavía una emergencia mundial, que cada año provoca 800 000 muertos y 225 millones de casos. En este sentido, consideran imprescindible mantener los recursos económicos y la voluntad política en la lucha contra esta enfermedad.
El actual contexto de crisis económica no debería repercutir en la salud de los países pobres. Si se interrumpe el flujo de recursos hacia la lucha contra esta dolencia podrían perderse parte de los avances obtenidos. El esfuerzo por parte de los gobiernos de países endémicos y de países donantes, de organismos internacionales y de iniciativas privadas ha logrado disminuir la morbilidad y la mortalidad del paludismo de forma significativa.
Once países africanos con altas tasas de incidencia han rebajado en un 50% los casos de paludismo en los últimos 10 años. Pese a ello, esta enfermedad es un grave problema de salud global: una quinta parte de la población mundial -1200 millones de personas- vive en áreas de alto riesgo de transmisión. El paludismo causa la muerte a un niño cada 45 segundos, pese a que se trata de una enfermedad prevenible y tratable. El 90% de las muertes se concentra en África y afecta especialmente a niños menores de 5 años y mujeres embarazadas.
La erradicación del paludismo ya está contemplada como un objetivo a largo plazo por parte de la OMS y de la comunidad científica. Pero para conseguirla resultan imprescindibles políticas decididas y nuevas herramientas que no solo se centren en la disminución de la morbimortalidad, tal y como ya se hace actualmente, sino también en interrumpir la transmisión.
De manera más inmediata, todavía hay mucho por hacer, como mejorar el acceso a la prevención, a diagnósticos adecuados y a tratamientos efectivos. Además, en el campo de la investigación hay que desarrollar medicamentos más eficaces, accesibles y que no provoquen resistencias, es preciso un mejor conocimiento del parásito, del vector y de las respuestas del huésped, nuevos insecticidas, un mayor conocimiento sobre cómo mejorar el desempeño de los sistemas de salud, mecanismos de vigilancia y respuesta epidemiológicas más refinados y, eventualmente, una vacuna.
Contar con una vacuna que prevenga la enfermedad entre niños africanos, aunque solo sea de manera parcial, constituiría un paso de gigante en la lucha contra el paludismo. En este sentido, los avances para registrarla continúan y podrían culminar en un periodo de tres años. Aún así, seguirán siendo necesarios todos los esfuerzos para crear en el futuro nuevas generaciones de vacunas para combatir la enfermedad.
abril 21/2011 (JANO)
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