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Investigadores de la Universidad Nacional Autónoma de México ( UNAM), descubrieron que, derivados del árnica mexicana, planta con propiedades antiinflamatorias, tienen un alto efecto tóxico sobre las células del cáncer de colon.
Daniela Araiza, del Departamento de Biomacromoléculas, y Guillermo Delgado, del Departamento de Productos Naturales del Instituto de Química (IQ), trabajan con moléculas que son derivados de la Heterotheca inuloides para tratar el cuarto cáncer más frecuente en México y el mundo, y que a nivel global ocasiona cerca de 700 mil muertes al año.
“Tomando en cuenta que este mal puede ser promovido por la inflamación crónica del intestino, buscamos moléculas que eviten la inflamación. Estudiamos su efecto a nivel transduccional y metabólico sobre las células del adenocarcinoma rectal”, expuso Araiza.
Además, se busca que estas moléculas tengan como blanco específico las células tumorales, pues los actuales tratamientos a partir de cirugías, radiaciones y quimioterapia tienen efectos secundarios, debido a que matan tanto células sanas como cancerígenas, según la información de la UNAM recogida por DiCYT.
La doctora en Ciencias Biomédicas explicó que este padecimiento se caracteriza por el crecimiento descontrolado de células en cualquiera de las porciones del colon o en el recto. La acumulación puede empezar como un tumor benigno conocido como pólipo adenomatoso, y con el tiempo puede volverse canceroso.
De acuerdo con los institutos nacionales de Cancerología y de Salud Pública, 95 por ciento de estos cánceres comienzan en las glándulas productoras del moco que protege el interior del colon y del recto. Es lo que se conoce como adenocarcinoma.
“No se sabe con certeza qué lo provoca, pero está muy relacionado con el estilo de vida, con mutaciones genéticas o alteraciones en el metabolismo. Los errores genéticos y metabólicos promueven que proliferen estas células poco diferenciadas y se genere cáncer”, agregó Araiza.
Se presenta por igual en hombres y mujeres, principalmente mayores de 50 años; entre quienes tienen poca actividad física, una dieta baja en fibra y alta en grasas, carnes y carbohidratos procesados; así como en personas con sobrepeso u obesidad.
Otros factores de riesgo son padecer diabetes, consumir tabaco y alcohol, pues generan inflamación de los tejidos.
Algunos de los síntomas de esta enfermedad son: cambios en la defecación por varios días –diarreas, estreñimiento y heces más delgadas–, sangrado rectal, heces oscuras, cólicos o dolor abdominal, debilidad y cansancio, sensación persistente de necesidad de defecar, pérdida inexplicable de peso.
También se debe tener en cuenta si los pacientes presentan enfermedades inflamatorias del intestino –como la de Crohn o colitis ulcerativa crónica inespecífica (CUCI)-, si tienen algún familiar con cáncer colorrectal o pólipos colorrectales, entre otros.
Araiza indicó que las personas mayores de 50 años con sintomatología o antecedentes deben hacerse pruebas periódicas para detectar este padecimiento, como son: de sangre oculta en heces; inmunoquímica fecal por medio de anticuerpos o con análisis de ADN. También pueden practicarse colonoscopías, rectosigmoidoscopía o tomografías axiales computarizadas.
“Si los pacientes son diagnosticados en etapa temprana, el porcentaje de recuperación es muy alto. Es importante la atención oportuna porque si el tumor crece puede afectar otros tejidos, vasos sanguíneos y linfáticos; es lo que se conoce como metástasis”, concluyó la investigadora.