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El primer estudio observacional sobre pacientes con COVID-19 grave en China señala qué características pueden predecir un peor pronóstico.
La edad, tener sepsis y problemas de coagulación sanguínea en el ingreso hospitalario son factores de riesgo que se asocian a mayor mortalidad por el nuevo coronavirus SARS-CoV-2 causante de la enfermedad COVID-19. Así concluye un estudio observacional que acaba de publicarse en The Lancet, realizado con datos de 191 pacientes con COVID-19 en dos hospitales en Wuhan, China.
Junto a la edad avanzada, tener una puntuación alta en la escala SOFA, con la que se evalúan diversos sistemas del paciente en cuidados intensivos, y presentar unas cifras en a prueba del dímero (para evaluar la coagulación sanguínea) superior a 1 μg/L son los factores que podrían ayudar a los médicos a identificar a los pacientes con mal pronóstico en una etapa temprana.
En total, han estudiado a 191 pacientes, 137 fueron dados de alta y 54 murieron ingresados. Son los adultos (de 18 años o más) con COVID-19 confirmado por laboratorio ingresados en los hospitales Jinyintan y de Neumología de Wuhan, entre el 29 de diciembre de 2019 y el 31 de enero de 2020. Estos son los dos centros designados para transferir pacientes con COVID-19 grave de Wuhan hasta el 1 de febrero de 2020.
De media, los pacientes tenían 56 años, la mayoría eran hombres (62 %, 119 pacientes) y alrededor de la mitad tenían afecciones crónicas subyacentes (48 %, 91 pacientes), siendo la más común la hipertensión arterial (30 %, 58 pacientes) y diabetes (19 %, 36 pacientes). En comparación con los supervivientes, los pacientes que murieron tenían más probabilidades de ser mayores (edad media de 69 años frente a 52).
Desde el inicio de la enfermedad, la mediana del tiempo hasta el alta fue de 22 días, y el tiempo de media hasta la muerte, de 18,5 días.
El virus se eliminó a los de 20 días de media en los supervivientes (de 8 a 37 días), mientras que en los 54 que no sobrevivieron se detectó hasta su último día de vida.
“La diseminación viral extendida observada en nuestro estudio tiene implicaciones importantes para guiar las decisiones sobre precauciones de aislamiento y tratamiento antiviral en pacientes con infección confirmada por COVID-19”, explica uno de los autores del estudio, Bin Cao, del Hospital dela Amistad China-Japón, en China.
“Sin embargo, debemos tener claro que el tiempo de eliminación del virus no debe confundirse con otras pautas de autoaislamiento para quienes hayan podido estar expuestas al COVID-19 pero que no tienen síntomas, ya que esta guía se basa en el tiempo de incubación del virus”.
El especialista recomienda que antes de que los pacientes sean dados de alta del hospital, debe confirmarse mediante pruebas que han eliminado el virus. Añade que “en la gripe grave, retrasar el tratamiento viral prolonga el tiempo hasta que se elimina el virus, y, en conjunto, estos factores ponen a los pacientes infectados en riesgo de fallecer”. Del mismo modo, en el COVID-19, el tratamiento antiviral eficaz “puede mejorar los resultados, aunque en nuestro estudio no observamos que se acorte la duración de la eliminación del virus tras el tratamiento antiviral”.
Otro coautor principal del trabajo, Zhibo Liu, del Hospital Jinyintan añade a los factores de riesgo que más influyen en la mortalidad, edad avanzada, signos de sepsis al ingreso, enfermedades subyacentes como hipertensión y diabetes, “el uso prolongado de ventilación no invasiva”.
Los peores resultados que se observan en las personas mayores pueden deberse, en parte, “al debilitamiento del sistema inmune relacionado con la edad y al aumento de la inflamación, que podría promover la replicación viral”, causando daños permanentes en el corazón y el cerebro, entre otros órganos.
La mediana de duración de la fiebre fue de unos 12 días en los supervivientes, una cifra similar a los que fallecieron. Pero la tos puede durar mucho tiempo: el 45 % de los superviventes aún tenían tos al alta. En estos pacientes, la disnea cesaría después de unos 13 días, pero duraría hasta la muerte en el resto.
La frecuencia de complicaciones como insuficiencia respiratoria (98 % entre los fallecidos, frente a 36 % en los superviventes), sepsis (100 % frente a 42 %) e infecciones secundarias (50 % frente a 1 %) también fueron mayores en los fallecidos.
Además, el recuento de linfocitos fue más bajo en la enfermedad grave, mientras que los niveles interleucina 6 (biomarcador para la inflamación y la enfermedad crónica) fueron más elevados y registraron un aumento de las concentraciones de troponina I de alta sensibilidad (marcador de ataque cardíaco) más frecuente.
Los autores señalan como limitación del estudio, el tamaño de la muestra, y que la falta de antivirales efectivos, la adherencia inadecuada a la terapia de soporte estándar y las altas dosis de corticosteroides, así como la transferencia de algunos pacientes al hospital tarde en su enfermedad, también podrían haber contribuido a los malos resultados en algunos pacientes.