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La prevalencia de la enfermedad renal crónica (ERC) ha crecido durante la última década un 20 % en nuestro país. Es una consecuencia de que la diabetes, la hipertensión arterial y la obesidad hayan llegado a guarismos propios de una pandemia. No en vano a estas tres enfermedades obedecen prácticamente la mitad de los casos de la enfermedad renal. Se trata de una enfermedad progresiva y asintomática hasta que alcanza estadios avanzados. Pero en los últimos años los nefrólogos están prestando atención a varios estudios que concluyen que la enfermedad renal crónica y la ateromatosis van de la mano, y demandan una actitud proactiva con los enfermos de riesgo.
No tenemos claro si es antes la gallina o el huevo, pero lo cierto es que tienen una progresión pareja, comenta gráficamente Mercedes Salgueira, jefa del Servicio de Nefrología del Hospital Universitario Virgen Macarena, de Sevilla, y miembro de la junta directiva de la Sociedad Española de Nefrología (S.E.N.), que ha dirigido un curso sobre las novedades de la ERC durante el último congreso nacional de esta sociedad científica, que se ha celebrado en La Coruña.
El estudio Nefrona, que durante cuatro años siguió a más de 3 000 enfermos, demostró ya esa asociación. La mayoría de los enfermos se mueren como consecuencia de un evento cardiovascular o, dicho de otra manera, los enfermos tienen más posibilidades de morir por causa cardiovascular que de necesitar un tratamiento sustitutivo, como diálisis o trasplante, significa Salgueira.
Buscar posibles candidatos
Teniendo en cuenta esa vinculación y que la enfermedad renal crónica es una dolencia silente, desde la S.E.N. conminan a los médicos a tomar la iniciativa y buscarla en los enfermos de riesgo para evitar su evolución y los factores que pueden precipitar su agravamiento. Las personas con patología cardiovascular, diabéticas, hipertensas, obesas o con antecedentes familiares de enfermedad renal crónica son los principales candidatos. Se trata de algo sencillo porque se detecta con el filtrado glomerular y la presencia de proteinuria, que se observa con un análisis elemental de orina, explica la responsable de Nefrología del hospital sevillano. Otras recomendaciones son realizar un seguimiento y enviar al enfermo al nefrólogo en función de los protocolos de derivación existentes.
Una de las novedades que ha suscitado importantes expectativas tiene que ver con nuevas categorías farmacológicas, concretamente con los nuevos fármacos antidiabéticos orales: los inhibidores del cotransportador de sodio-glucosa tipo 2 (SGLT2) y los análogos del péptido similar al glucagón-1 (GLP-1).
Los estudios realizados hasta el momento muestran que tienen beneficios más allá de su objetivo inicial y ejercen una acción protectora frente a la nefropatía, sobre todo la de origen diabético: Se ha visto que los enfermos tienen un deterioro más lento de la función renal y menos proteinuria. Sin embargo, ya hay investigaciones en marcha para determinar si resultan efectivos también en la enfermedad renal de otra etiología.
Desgaste proteico
Por otra parte, se ha observado que los enfermos con la enfermedad renal crónica sufren un desgaste proteico y energético que aumenta conforme avanza la enfermedad.
Los enfermos pierden aminoácidos y proteínas, y pueden llegar incluso a una situación de desnutrición e hipercatabolismo. Y esto se asocia con un mayor riesgo de enfermedad cardiovascular, de infecciones, pérdida de masa corporal, fuerza muscular y, en general, peor pronóstico, añade Mercedes Salgueira.
Para el tratamiento, no existe una panacea, pero sí pueden ponerse en práctica distintas estrategias, como la administración de suplementos dietéticos, estimulantes del apetito y el tratamiento con bicarbonato para incrementar la eficiencia de la diálisis, además del ejercicio moderado: Se ha visto, por ejemplo, que andar 30 minutos tres veces por semana ayuda.
A tenor de los datos de la S.E.N., en los últimos diez años se ha incrementado en un 10 % el número de enfermos que requieren diálisis o trasplante para sustituir su función renal. Así, de los siete millones de enfermos afectados en España, algo más de 60 000 están en tratamiento renal sustitutivo, siendo las personas mayores y las diabéticas los segmentos de población con mayor prevalencia de la enfermedad renal crónica.
Fracaso renal agudo en el enfermo oncológico
El impacto del cáncer en la enfermedad renal crónica (ERC) y viceversa es una realidad que no está sujeta a controversia. El cáncer puede afectar al riñón bien como lesiones glomerulares o como consecuencia de los efectos tóxicos de la medicación o radiación, con procesos agudos, tales como microangiopatía trombótica, insuficiencia renal aguda o nefropatías intersticiales. Y también crónicos: empeoramiento de la ERC tras la nefrectomía por cáncer renal, fibrosis intersticial o trastornos hidroelectrolíticos. Asimismo, los enfermos sujetos a tratamiento renal sustitutivo con diálisis y trasplante renal son de alto riesgo para la aparición del cáncer debido a la situación de inmunosupresión.
En las personas con cáncer, la ER es la complicación más importante junto con las infecciones. El 25 % de los enfermos sufren un fracaso renal agudo en algún momento del tratamiento y la presencia de la enfermedad renal crónica oscila entre el 5 y el 40 %.
Son algunos datos relevantes facilitados por Manuel Macía, jefe del Servicio de Nefrología en el Hospital Nuestra Señora de la Candelaria de Tenerife y vicepresidente de la Sociedad Española de Nefrología (S.E.N.), que ha celebrado su congreso nacional en La Coruña.
Macía ha considerado necesario que los oncólogos y los especialistas que dirigen el tratamiento estén alerta porque la enfermedad renal puede empeorar el pronóstico: Es esencial detectar quiénes sufren enfermedad renal y la causa. Y si es el tratamiento, cambiarlo. Una estrategia recomendada es la apertura de consultas de onconefrología, que ya existen en algunos hospitales dirigidas por nefrólogos. En términos generales, los enfermos con cáncer requieren una buena hidratación, buen control de la tensión arterial, conocer su grado de función renal y la presencia o no de proteinuria.
En el lado opuesto, se ha demostrado que la enfermedad renal predispone a un mayor riesgo de cáncer, no solo renal sino también de cáncer hematológico, colon o mama. Un órgano se debilita y suceden más fenómenos inflamatorios, que facilitan la aparición del cáncer, explica Macía.
Las cifras que se barajan indican que en los enfermos que reciben diálisis aumenta el riesgo de cáncer renal entre el 10 y el 20 % y en los enfermos trasplantados, el cáncer de piel aumenta aproximadamente el 20 %. Hay que ser proactivos para evitar que aparezca. El grupo Prometeo ha hecho una serie de recomendaciones para los trasplantados renales que siempre se deben tener en cuenta.
octubre 23/2019 (Diario Médico)