Los pacientes con cáncer presentan un riesgo de tromboembolismo venoso (TEV) superior al de la población general y, en ocasiones, es la primera manifestación de una neoplasia oculta. La trombosis es la segunda causa de mortalidad en enfermos oncológicos -hasta un 10 % de estos fallece a consecuencia de una trombosis- y la morbilidad asociada al TEV afecta muy negativamente a su calidad de vida y, además, implica un aumento de los costes terapéuticos.
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Los mecanismos que conducen a la formación de trombos en el contexto de la enfermedad neoplásica no son bien conocidos, y la calidad de la evidencia disponible para muchos escenarios de la práctica clínica todavía es escasa. Para paliar estas carencias, la Sociedad Española de Trombosis y Hemostasia (SETH), la Sociedad Española de Oncología Médica (SEOM) y la Sociedad Española de Medicina Interna (SEMI) han elaborado un documento multidisciplinar de consenso en el que se aportan consejos útiles para situaciones que no figuran en las guías clínicas.
Sin embargo, lo fundamental es investigar más; “es preciso redoblar los esfuerzos de investigación en trombosis y cáncer desde una visión transversal, con las aportaciones de todas las especialidades médicas que tratan a los pacientes y con la investigación básica para desentrañar los mecanismos implicados y, lo que es más importante, los aspectos preventivos y terapéuticos con el objetivo de reducir la morbimortalidad”, reclama José Antonio Páramo, presidente de la Sociedad Española de Trombosis y Hemostasia (SETH).
Conocer el riesgo individual
Ramón Lecumberri, del Servicio de Hematología de la Clínica Universidad de Navarra y miembro del grupo de investigación de trombosis y cáncer de la SETH, explica que “muchos tumores inducen una hipercoagulabilidad que facilita esta complicación, y también influyen otros factores relacionados con los tratamientos -algunos fármacos antitumorales tienen un efecto protrombótico‐ y los propios de cada paciente -falta de movilidad por ingresos o cirugías‐ que incrementan el riesgo”.
La prevención es el arma más eficaz para luchar contra la trombosis, y para ello lo primero es conocer el riesgo individual. “Se han desarrollado escalas predictivas de riesgo, sobre todo para los enfermos con cáncer en tratamiento ambulatorio, aunque su utilidad práctica es limitada”.
Determinar mecanismos biológicos
Las opciones farmacológicas son las heparinas de bajo peso molecular, aunque “no está claro a qué pacientes ambulatorios se les debería administrar heparina sistemáticamente”, advierte Lecumberri, y los anticoagulantes orales de acción directa, cuya eficacia para disminuir la incidencia de trombosis se está estudiando. “En los pacientes con cáncer hospitalizados por un proceso agudo se recomienda profilaxis antitrombótica con heparina de bajo peso molecular, que ha demostrado una alta efectividad”, revela el hematólogo de la Clínica Universidad de Navarra
Los expertos confían en que conocer más a fondo los mecanismos biológicos implicados en la asociación del cáncer y trombosis ayudarán a identificar nuevas dianas terapéuticas y a reducir las complicaciones trombóticas, mejorar la eficacia y seguridad de los fármacos anticoagulantes y aumentar la calidad de vida de los pacientes.
febrero 11/2019 (diariomedico.com)