¿Ser más alto, más grande y más cabezón implica mayor riesgo de cáncer? Esto es lo que han sugerido dos estudios recientes, que confirman otros anteriores.
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En el último número de Neuro-Oncology, el equipo de Even Hovig Fyllingen, de la Universidad de Ciencias y Tecnología de Noruega, afirma que para algunos tumores cerebrales el tamaño importa: un cerebro grande significa más células y por tanto más divisiones celulares que pueden torcerse y originar mutaciones.
“Diversos estudios han demostrado que el tamaño de diferentes órganos es un factor importante en el desarrollo del cáncer”, explica Fyllingen. “Por ejemplo, las mujeres con senos más grandes tienen mayor riesgo de cáncer de mama. Queríamos comprobar si la relación se daba en los tumores cerebrales”. Para ello acudieron al Estudio de Salud de Nord-Trøndelag (HUNT) y compararon sus datos con los de los operados de gliomas de alto grado entre 2007 y 2015 en el Hospital St. Olavs.
Vieron un sesgo masculino -más casos en varones-, pues el cerebro de los hombres es algo mayor que el de las mujeres. “No significa que sean más inteligentes, pero se necesitan más células cerebrales para controlar un cuerpo más grande. Sin embargo, comprobaron que las mujeres con cerebros más grandes tienen mayor riesgo de esos tumores.
Un resultado paralelo ha encontrado Leonard Nunney, biólogo evolutivo de la Universidad de California en Riverside, en las personas altas. Según publicó en octubre pasado en Proceedings of the Royal Society B, tras examinar datos de cuatro proyectos de vigilancia a gran escala en 23 categorías de cáncer, concluyó que el riesgo general, y salvo en tumores de páncreas, esófago, estómago y boca, aumenta en un 10 por ciento por cada 10 centímetros de aumento en la altura.
El razonamiento es similar: más altura significa más células y más riesgo de mutaciones. Los cánceres de piel, como el melanoma, muestran una relación inesperadamente fuerte con la altura. “Puede deberse a que el nivel de la hormona de crecimiento IGF-1 es mayor en adultos más altos”. Y la IGF-1 también se ha relacionado con mayor tasa de división celular, efecto pronunciado en las células de la piel. Es sabido que las personas con enanismo tienen una mutación en su receptor de la hormona del crecimiento que les protegería del cáncer. La mayor altura en promedio de los hombres explicaría por qué padecen más tumores y viven menos años que las féminas. Podría deberse también a la mayor ingesta energética de los más voluminosos, ligada a cierto aumento de tumores.
El fenómeno ocurre también en los animales: los perros más pequeños tienen menos cáncer que las razas más grandes, si bien, y según la contraintuitiva paradoja de Richard Peto (la probabilidad de tener cáncer no es proporcional al número total de células de un mamífero ni a su longevidad), muchos animales grandes también desarrollan barreras adicionales contra el cáncer, lo que debería tranquilizar a los jugadores de baloncesto: la altura puede elevar ligeramente el riesgo, pero hay otras decenas de factores mucho peores.
febrero 6/2019 (diariomedico.com)