Internet ha modificado el mundo tanto, si no más, como la invención de la imprenta. Y las publicaciones científicas no han quedado incólumes a la digitalización del conocimiento.
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Poco antes del siglo actual ya empezaron los primeros movimientos para transformar la forma tradicional de publicar estudios científicos en revistas de suscripción. Las facilidades de edición y acceso que proporcionaba la red global fueron enseguida aprovechadas por iniciativas como las de Public Library of Science (PLoS) y BioMed Central, que iniciaron una intensa competición con los grandes grupos editoriales científicos: Reed Elsevier, Springer, Wiley-Blackwell, Taylor & Francis y Sage.
El acceso abierto (open access) a los trabajos científicos, sin registro, suscripción o pago, ha ido ganando terreno en las dos últimas décadas. Hoy supone algo más del 15 por ciento, frente al 37 de las revistas clásicas y al 45 del modelo híbrido (parte libre y parte de pago); quedaría un 3 por ciento de acceso libre aplazado (al cabo de seis o doce meses).
Desde hace algunos años se han ido también incrementando las protestas de universidades y centros de investigación por la carestía de las suscripciones a revistas científicas, con llamadas al boicot. Y cada vez se oyen más críticas hacia los grupos editoriales privados por cuanto se nutren en buena medida de trabajos financiados con fondos públicos. Si bien es cierto que han desempeñado un papel vital en la difusión del conocimiento científico, muchos cuestionan si siguen siendo necesarios en la era digital.
El panorama podría cambiar radicalmente si prospera el Plan S que lanzaron la semana pasada once países europeos apoyados indirectamente por la Comisión Europea. Consiste en que todo lo publicado con fondos públicos sea de libre acceso inmediato. La iniciativa, llamada cOAlition S, está impulsada por las principales organizaciones financiadoras de la ciencia.
A falta de concretar detalles y plazos, la propuesta ha levantado críticas de grandes medios como Nature y Science, para quienes el acceso abierto no garantiza revisiones fiables. Ante la jungla actual de revistas depredadoras, híbridas, abiertas, de suscripción, de preimpresión o repositorios (arXiv), no es fácil pronosticar el futuro de las publicaciones científicas. ¿Quién pagará el coste de las ediciones? ¿Quién velará por su calidad? ¿Cómo distinguir el grano de la paja? De estos debates, públicos y privados, debería surgir un modelo que haga más accesible la ciencia.
septiembre 19/2018 (diariomedico.com)