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La mayoría de las enfermedades asociadas al tiroides afectan más a mujeres que a hombres, especialmente la disminución de su función.
En la población general las disfunciones tiroideas son frecuentes, especialmente en mujeres. Se calcula que en torno al 10 por ciento de la población española padece algún tipo de enfermedades de este tipo y, en opinión de distintos especialistas, existe un alto porcentaje de personas sin diagnosticar.
Entre este tipo de disfunciones, el hipotiroidismo es la más habitual, con una prevalencia en España del 9,1 por ciento según un reciente estudio publicado en Thyroid, encabezado por Sergio Valdés, del Departamento de Endocrinología y Nutrición del Hospital Regional Universitario de Málaga. «En esta muestra, toda la enfermedad tiroidea fue más prevalente en mujeres que en hombres. Así, para el hipotiroidismo la prevalencia fue de un 13,3 por ciento en mujeres frente a un 4,7 por ciento en hombres», asegura Piedad Santiago, jefa del Departamento de Endocrinología y Nutrición de Complejo Hospitalario de Jaén.
«Puede aparecer por deficiencia nutricional, especialmente en embarazadas, entre las que se recomienda un adecuado aporte de yodo. En general, es más frecuente en mujeres a partir de los 40-50 años y en el postparto», apunta Milagros González Béjar, responsable de Relaciones Institucionales de Semergen.
El hipertiroidismo es menos frecuente: los datos manejados por Piedad Santiago revelan que la prevalencia es de un 1 por ciento en mujeres frente a un 0,6 por ciento en hombres. «En general, afecta a mayores de 60 años y a aquellas personas con antecedentes de alteraciones tiroideas», concreta la responsable de Semergen.
Causas principales
Según Cristina Álvarez Escola, del Servicio de Endocrinología del Hospital Universitario La Paz, de Madrid, las causas más frecuentes de hipertiroidismo son la enfermedad de Graves Basedow (o hipertiroidismo primario autoinmune), el bocio multinodular tóxico y el adenoma tóxico. «Globalmente, la enfermedad de Graves es la causa más frecuente, ya que representa del 45 al 60 por ciento de todas las tirotoxicosis en Europa y afecta fundamentalmente a mujeres jóvenes, adolescentes y a las que han pasado por la menopausia».
En cualquier caso, es complicado detectar cualquier tipo de trastorno de la función tiroidea a través de la sintomatología. «Hay que recordar que las hormonas tiroideas tienen múltiples efectos en prácticamente todos los órganos, por lo que los síntomas tanto de su deficiencia como de su exceso pueden ser variados», explica Javier Santamaría, jefe clínico del Departamento de Endocrinología y Nutrición del Hospital de Cruces, de Bilbao.
Según Isabel Miguel Calvo, médico de familia de la Sociedad Española de Medicina de Familia y Comunitaria (Semfyc), éstos son «muy inespecíficos, aparecen en otras múltiples patologías y muchas veces se muestran de manera aislada», lo que dificulta y retrasa el diagnóstico (ver gráfico).
Por eso, la mayoría de los especialistas recomiendan sospechar «ante cualquier alteración del estado general sin clara etiología», teniendo en cuenta la elevada frecuencia con la que se dan estas enfermedades, asegura Javier Santamaría. «Debemos determinar la TSH, la hormona hipofisaria que regula la función tiroidea, ya que su normalidad prácticamente descarta una disfunción tiroidea. Antes de que los niveles plasmáticos de hormonas tiroideas se salgan de límites normales, la hipófisis detecta su aumento o disminución, por lo que la determinación de TSH es mucho más sensible que la de las hormonas tiroideas para detectar una disfunción del tiroides».
Abordaje
En el caso de que los valores de TSH aparezcan alterados, se debe determinar el grado de la enfermedad, «si es franca o subclínica, una información que nos proporciona el valor de la T4 libre circulante», contempla Juan Carlos Galofré, coordinador del Área de Tiroides de la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición (SEEN). En su opinión, «todo estudio de disfunción debe completarse buscando su causa porque el abordaje puede diferir». De hecho, según su experiencia, los hipertiroidismos merecen tratamiento médico (con antitiroideos), quirúrgico o radioyodo, dependiendo de la etiología. «En cuanto a los hipotiroidismos, responden bien al tratamiento con suplementos de hormona tiroidea», asegura.
Según González Béjar, es necesario poner especial atención en las mujeres mayores de 60 años «con antecedentes de enfermedad tiroidea, antecedentes quirúrgicos o de irradiación a nivel cervical o de tiroides, titulación de anticuerpos antitiroideos elevada y tratamientos para tiroides». Para Isabel Miguel, muchos de los síntomas que se dan en las disfunciones tiroideas en ancianos pueden confundirse con síntomas que aparecen con la edad, dificultando su diagnóstico.
Ésta añade que la prevalencia de enfermedad tiroidea en edades avanzadas es superior a la de la población general, con un predominio del hipotiroidismo y de las enfermedades subclínicas. «Los síntomas y el tipo de enfermedad varían según la edad. La enfermedad de Graves Basedow y el carcinoma papilar es más frecuente en mujeres en edad fértil; el bocio nodular hiperfuncionante y el carcinoma folicular y anaplásico, en las mujeres menopáusicas. Además los síntomas de hipertiroidismo suelen ser más manifiestos en las pacientes en edad fértil que en las mujeres menopáusicas.
Desde su punto de vista, en la práctica clínica habitual se debe descartar el hipotiroidismo «en cualquier persona con factores de riesgo personales o familiares; ante síntomas y/o signos atribuibles a hipotiroidismo; personas con alteraciones analíticas sugestivas; en estudio de demencias; síndrome del túnel del carpio; enfermedades autoinmunes, y síndrome de Down». Además, la portavoz de Semergen apunta que en la consulta de Atención Primaria se puede iniciar el tratamiento farmacológico, «y se debe derivar al especialista si el paciente no responde al tratamiento pautado o si se considera que es subsidiario de tratamiento quirúrgico o con yodo radiactivo».
¿Cuándo se deben pedir hormonas tiroideas?
Paciente de cualquier edad con síntomas o alteraciones analíticas sugestivas de disfunción tiroidea.
Según las recomendaciones de la Asociación Americana de Tiroides (ATA), se debe realizar un cribado general en mayores de 35 años cada cinco años si existen factores de riesgo personal y familiar y/o alteraciones analíticas sugestivas.
El Programa de Actividades Preventivas y de Promoción de la Salud (Papps) recomienda la determinación de hormonas tiroideas en mayores de 50 años si tienen algún síntoma atribuible a alguna enfermedad tiroidea.
Los Servicios Preventivos del Estados Unidos Task Force (Uspestf) aconsejan solicitar un cribado si el paciente refiere síntomas inespecíficos y en la población de riesgo: ancianos, mujeres en postparto y pacientes con síndrome de Down.
En los recién nacidos se realizan las pruebas metabólicas para descartar hipotiroidismo congénito.
Hipertiroidismo vs hipotiroidismo
Hipotiroidismo. Cansancio, intolerancia al frío, somnolencia, apatía e indiferencia, piel seca, cabello y uñas quebradizos, estreñimiento. Puede evolucionar a: insuficiencia cardiaca, depresión, mixedema, síndrome del túnel carpiano, derrame pericárdico, hipertensión diastólica.
Hipertiroidismo. Pérdida de peso, hiperactividad, temblor fino, irritabilidad y cambios de humor, bocio, falta de concentración, debilidad muscular, exoftalmos, sudoración exagerada, taquicardia, palpitaciones, diarrea, picor y enrojecimiento de las palmas de las manos, osteopenia, disfunción sexual (en hombres).
Es clave diferenciar las tirotoxicosis
Dentro de los hipertiroidismos es importante detectar las tirotoxicosis, cuyos síntomas más frecuentes son la pérdida de peso a pesar de un aumento del apetito y de ingesta, las palpitaciones, el temblor, el nerviosismo, la hiperdefecación, la intolerancia al calor y la debilidad muscular. «Los pacientes ancianos pueden presentar una clínica menos florida que con frecuencia consiste solo en la aparición de fibrilación auricular. Existen además síntomas característicos de las diferentes causas como es el caso del exoftalmos (orbitopatía) y más raramente el mixedema pretibial en la enfermedad de Graves», explica Cristina Álvarez Escola, del Hospital de La Paz.
Según ésta, otras causas menos frecuentes de tirotoxicosis son la tiroiditis silente y la tiroiditis subaguda. «La tiroiditis silente es indolora y puede ocurrir en el periodo postparto. Por otra parte, se cree que la tiroiditis subaguda está causada por un proceso viral y cursa con dolor en la zona cervical anterior y fiebre».
Desde su punto de vista, las posibilidades de tratamiento residen en los antitiroideos (metimazol, carbimazol y propiltiouracilo), el radioyodo y el tratamiento quirúrgico. «En general, el tratamiento inicial se realiza con antitiroideos, al principio con dosis más alta que posteriormente se reducen y se mantiene tratamiento durante doce o más meses. Se utilizan también para conseguir la normofunción tiroidea antes del tratamiento con radioyodo o del tratamiento quirúrgico. Inicialmente, y hasta que hacen efecto los antitiroideos, puede ser necesario utilizar betabloqueantes para controlar los síntomas adrenérgicos como la taquicardia y el temblor».
agosto 21/2018 (diariomedico.com)
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