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Hambre, sequía, cólera y conflictos centran la atención de la Unión Africana (UA) cuando el ciclo de padecimientos persiste, a pesar de que cortarlo fue prioritario para el bloque desde inicios de 2018.
En ese contexto, la UA hace un llamado de atención a la comunidad internacional, al considerar que si el ingenio local y la ayuda de organismos mundiales van de la mano, es posible avanzar en esos desafíos.
A mediados de 2017, un brote en Somalia amenazó con superar la capacidad de respuesta de los hospitales locales y los expertos sanitarios temieron lo peor, recordó el titular de la Comisión del ente, Moussa Fraki Mahamat.
En un contexto de sequía devastadora, malnutrición y pobreza endémica, parecía que la aparición de diarrea mortal solo podía dejar al frágil Estado paralizado.
Pero pese a las terribles predicciones, señaló Mahamat, pudo evitarse la debacle; aunque cientos de personas murieron y muchas más se vieron afectadas, la respuesta colectiva de las autoridades, organizaciones no gubernamentales y comunidades locales, incluida la rama nacional de las sociedades de la Media Luna Roja con apoyo del movimiento Cruz Roja, contuvo la pandemia.
La experiencia somalí da grandes esperanzas sobre el futuro de África. Pero también sirve de recordatorio de la facilidad con que la capacidad local puede verse superada en tiempos de crisis, refirió el investigador del Centro de Estudios Estratégicos, Haftu Gebrezgabiher.
Algunas naciones de la región son hoy autosuficientes en materia de salud pública, mientras otras todavía son muy dependientes de la ayuda internacional. La mejor forma de minimizar el riesgo para esos lugares es, en opinión de expertos, la cooperación.
Y si vamos a hablar de retos, hay tres que no pueden faltar, apuntó Gebrezgabiher.
El primero de ellos es la violencia en la República Democrática del Congo (RDC); el año pasado, el conflicto en la región central de Kasai provocó el desplazamiento de aproximadamente 1,4 millones de personas, con lo que la población total viviendo bajo esa condición llegó a 4,1 millones (la mayor concentración en toda África).
La violencia agravó la inseguridad alimentaria, y ahora más de tres millones de ciudadanos padecen malnutrición grave.
Por desgracia, se prevé que la crisis empeore, añadió. Una evaluación reciente de la Sociedad de la Cruz Roja de la RDC advierte sobre el aumento de las cifras de quienes deben abandonar sus hogares, y la amenaza del cólera resalta la necesidad urgente de un plan de acción coordinado.
No obstante, la respuesta a la epidemia hasta el momento ha sido considerada como positiva por los especialistas, aunque continúa en esa nación el despliegue de personal médico para contener la reaparición.
El segundo desafío para el profesor del Instituto Superior de Relaciones Internacionales, Girmachew Gashaw, es la escasez de alimentos en Somalia que, según la Red de Sistemas de Alerta Temprana de Hambrunas, se intensificará este año.
La falta de lluvias dañó las cosechas, y la mayoría de las regiones aún no se recuperan; la ayuda humanitaria al país debe distribuirse con una mirada puesta en la búsqueda de soluciones a largo plazo, por ejemplo en la mejora de la producción agrícola, el acceso a la educación y el impulso de las oportunidades económicas, considera la UA.
Históricamente, la mayor parte de las ayudas se destinaron a paliar las emergencias; incluso la respuesta colectiva al cólera se concentró demasiado en la situación sanitaria inmediata. Pero se necesita una estrategia de desarrollo más holística, subrayó la comisionada de Asuntos Sociales de la Unión, Amira El-Fadil.
De cualquier forma, los analistas exhortan a no perder de vista la situación: en las últimas cuatro décadas, los países africanos informaron a la Organización Mundial de la Salud de más de tres millones de posibles casos de cólera, y este año están registrándose más en las regiones centro-oriental y meridional del continente.
No hay duda de que hace falta dinero, pero este debe invertirse más estratégicamente, para corregir las falencias estructurales que perpetúan la inestabilidad, argumentó Gashaw.
Por ejemplo, si se dedicaran más fondos a proyectos de atención médica en el ámbito comunitario, las organizaciones locales estarían mejor preparadas para asumir un papel de liderazgo cuando haya riesgo de brotes.
En síntesis, se debe invertir más en soluciones de base y empoderar a los residentes, en vez de tratarlos como subcontratistas en su propio padecimiento, aseveró.
El año pasado fue devastador para muchos, que sufrieron sequía, hambre y violencia; para muchos territorios, la capacidad de mirar con confianza más allá de la próxima crisis es el primer paso del largo camino hacia la autonomía, concluyeron los observadores.